Manuel Mostaza Barrios Politólogo y Director de Asuntos Públicos de ATREVIA
OPINIÓN

¿Volver a empezar?

Estimación de voto del barómetro de DYM
Estimación de voto del barómetro de DYM
Henar de Pedro
Estimación de voto del barómetro de DYM

Se cierra un año agridulce para dos los grandes partidos que articulan la democracia española: si el PP arrasó en las municipales y autonómicas, la decepción de quedarse a unos pocos escaños de La Moncloa —la tierra prometida— en julio supuso un duro golpe los de Génova. Algo similar ocurre en la acera de enfrente: la catástrofe que, como los heraldos negros de César Vallejo, anunciaron las urnas en mayo, se convirtió en una presidencia gestionada de manera numantina pese a los malos resultados de julio (pasó de sacarle 31 escaños a los populares a estar 16 escaños por detrás) y pese al fracaso sin paliativos de su socio gubernamental, un Sumar que cada vez se parece más —en cuanto a presencia institucional— a la vieja IU de hace quince años.

El año se cierra con un cierto aroma a déjà vu, ya que los datos son similares a cómo se abrió en términos demoscópicos: una sólida mayoría de las dos fuerzas que se ubican en el espacio que va del centro a la derecha, y una posición de debilidad clara de las dos que van del centro hacia la izquierda. El matiz ahora es que esas dos fuerzas centrales, PP y PSOE, están más fuertes que las que se ubican a sus extremos, Vox y Sumar lo que, llegado el caso, debilitaría las bazas negociadoras de los de Abascal a la hora de poner precio a su apoyo. A la izquierda de Sumar, por ubicarlos en algún sitio, quedan los restos de Podemos, formación que correr ya el riesgo de convertirse en una fuerza extraparlamentaria.

Más allá de la aritmética, el gobierno afronta varios problemas en términos de opinión pública: apenas uno de cada cinco votantes tiene una buena opinión del nuevo ejecutivo, un ejecutivo que sigue sufriendo por el centro político. La gran mayoría de los votantes —incluida la mitad de los de Sánchez— creen que el acuerdo con los partidos secesionistas tiene como único objetivo aferrarse al poder. Y de guinda, los españoles no apoyan que se regale el gobierno de Pamplona a EH Bildu, la coalición que forma Sortu -herederos directos de la siniestra Batasuna- con cuatro palmeros de la izquierda nacionalista vasca. No solo no lo celebran, sino que creen que la cesión no es más que un pago por el apoyo de los nacionalistas (ahora) incruentos a la investidura del presidente.

Se asoma un año con tres —o cuatro— comicios en lontananza. No se lo pierda, desocupado lector, que aquí estaremos para contárselo…

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