El cambio climático afecta cada vez a más órdenes de la vida en España como en todo el mundo y también en las carreteras. Las lluvias torrenciales, los episodios de calor extremo, las nevadas o los daños que provocan en la vía los incendios que se declaran en los lugares por los que discurre afectan a carreteras, autovías y autopistas españolas, hasta el punto que hasta 800 kilómetros de toda la red nacional tiene consideración de vulnerable debido a estos fenómenos extremos.
Temperaturas récord como los 38,2 grados que alcanzó Córdoba en agosto pasado, temporales con lluvias torrenciales como la DANA de principios de septiembre u olas de calor como la que en octubre obligó a cerrar los colegios en Canarias son ejemplos, también en España, de los efectos del cambio climático. Más allá de los inconvenientes, molestas pero también daños materiales y hasta fallecimientos, las consecuencias del calentamiento global deja un poso más duradero, en este caso en el estado de las carreteras y de ferrocarril.
La Asociación Española de Carretera (AEC) cifra en 800 kilómetros los tramos de carretera vulnerables debido a fenómenos climáticos extremos, el 3% de los 26.459 que tiene la red de carreteras. Toma el dato de un estudio del Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (CEDEX) sobre el transporte terrestre más expuesto al cambio climático. Es de 2018 pero el sector lo considera válido para fijar el estado de la situación y reclamar medidas como mejorar la información sobre la evolución e intensidad prevista de nevadas y riesgos de incendio, dado que estos son factores que hacen especialmente vulnerables a las carreteras y también sobre la intensidad y frecuencia de las lluvias con 24 horas de antelación.
Estos fenómenos afectan sobre todo a la red convencional de carreteras pero también tienen consecuencias sobre autovías y autopistas. Según el análisis de lo que sucede en la actualidad y de lo que ocurrirá en las próximas décadas, las carreteras con mayor "criticidad" están ahora en torno a las grandes ciudades y se irán localizando cerca de las costas a medida que pasen los años.
Uno de los principales puntos de la agenda de la Cumbre del Clima que se celebra en estos momentos en Dubái, la COP28 es cómo medir la adaptación a los estragos del cambio climático en agricultura o infraestructuras. Mientras los países más vulnerables exigen a los industrializados que cumplan su compromiso de desembolsar 100.000 millones de dólares al año para ayudarles en esta tarea -con vistas a doblar esta cantidad a partir de 2025, porque ya se ha quedado corta-, estos también necesitan hacer un esfuerzo en adaptación, también en el caso de carreteras y vías de ferrocarril.
De las grandes ciudades a las costas
De acuerdo con un análisis del (CEDEX sobre la situación de carreteras y vías de ferrocarril ante los estragos de efectos del cambio climático, a día de hoy los puntos de "criticidad alta" se localizan alrededor de los grandes núcleos de población como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Málaga o Alicante.
Los impactos vinculados con el cambio climático que más vulnerabilidad provocan en las carreteras son el deslizamiento de laderas, caída de materiales y erosión de taludes o una ineficiente capacidad de drenar el agua debido en ambos casos a lluvias intensas. En mayor o menor medida, más del 20% de la red viaria se ve afectados por ellos y, en el caso de deslizamientos y erosión de taludes por fuertes lluvias llegan a afectar al 320% de las vías convencionales.
Las afectaciones a las condiciones de viabilidad debido a la nieve afectan a casi el 20% de las carreteras -y casi un 25% a las convencionales- mientras que los perjuicios debido a incendios en los márgenes tiene consecuencias en más del 15% de las carreteras. Otro facto de vulnerabilidad de las carreteras es la aparición de grietas en el pavimento debido a las temperaturas elevadas.
Si se mira a los que pasará en el futuro, el CEDEX pronostica que los efectos de eventos climáticos extremos se desplazarán desde los grandes núcleos a las zonas interiores como Castilla y León y Galicia y a las costas, como la cantábrica, la andaluza y del Levante.
Vías de ferrocarril
El impacto de estos fenómenos en el ferrocarril es todavía mayor. Los deslizamientos de laderas y erosión de taludes por lluvias intensas o los socavones por avenidas extraordinarias afectan de forma importante a más del 20% de las vías, especialmente a las red de ancho métrico -de moderada a importante en un 45% de los casos- y el insuficiente drenaje de forma al menos moderada en el 70% de los casos, de nuevo con mucha más incidencia en la red de ancho métrico y menos en la re convención y alta velocidad.
Las altas temperaturas afectan menos al ferrocarril que a la carretera, solo con trenes de la red convencional impactado de forma moderada por oscilaciones térmicas. Son mayores las consecuencias por incendios y, sobre todo en la red de ancho métrico por nieve y viento muy intenso.
Ante este panorama, la AEC pide que se haga un análisis de la vulnerabilidad de toda la red de carreteras, para "cuantificar la amenaza" real de estos eventos, que la adaptación al cambio climático sea un factor a tener en cuenta para planificar y que se incorpore el concepto de "redundancia" para que existan vías alternativas de emergencia en caso de que un itinerario se vea afectado por alguno de estos fenómenos climáticos.
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