OPINIÓN

Móviles y menores

Un niño de 12 años mirando un móvil, en una imagen de recurso tomada en octubre de 2023 en Gales.
Un niño de 12 años mirando un móvil.
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Un niño de 12 años mirando un móvil, en una imagen de recurso tomada en octubre de 2023 en Gales.

Siempre he escuchado a generaciones que llegaron al mundo antes que yo, que antiguamente se les mojaba el chupete a los bebés en anís para que se tranquilizasen. También que un poquito de vino ponía más graciosos a los niños en las reuniones familiares o que un traguito de Quina Santa Catalina les abría el apetito y que servía de medicina a la vez que de golosina.

Otra cosa habitual es que los más pequeños de la sociedad empezasen a fumar cuando los pulmones estaban vírgenes, en esa preadolescencia donde como era normal verlo en otras casas, se aceptaba. Por suerte todo eso pasó a mejor vida gracias a los avances sociales que España ha ido perpetrando y también a la cantidad de información de la que disponemos.

Estoy impresionado por el debate que ha abierto una madre catalana y donde se han involucrado multitud de progenitores y expertos. Los autores de la iniciativa "Sin móviles hasta los 16 años" han conseguido que en todo el país se hable de un gran error de la sociedad, comúnmente aceptado, como es el uso de estos dispositivos en edades tempranas.

La falta de desarrollo de sus capacidades creativas está detrás de lo que los pediatras alertan. Es decir, el móvil les atonta hasta tal punto que les crea problemas en el futuro. Ya no solo a nivel fisiológico como podría ser la vista, sino también a nivel cognitivo.

Me apenan situaciones que acostumbro a ver, por ejemplo, en restaurantes, donde junto a padres que están celebrando comidas familiares o con amigos hay una serie de niños pegados a teléfonos sin prestar atención a sus abuelos, a sus primos o jugando a hacer bolitas con el pan. Los niños ya no se aburren y eso es terrible. Tampoco disfrutan de una de las mejores etapas que tiene la vida. No juegan, solo observan contenidos.

Están sobreestimulados, y esto es una pena. Ojalá dentro de no mucho tiempo sea tan extraño ver a un niño colgado de un teléfono móvil como lo sería verle beber Quina Santa Catalina en la actualidad. Su futuro, y el nuestro, está en juego.

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