La clase transcurre en un aula con privilegiadas vistas a la Plaza de Oriente, aunque la alumna se encuentra de espaldas al ventanal, con la mirada fija en el profesor de concertación, Santiago Serrate. Marlin ensaya Come scoglio, aria de la ópera Cosi fan tutte, de Wolfgang Amadeus Mozart. Perfecciona cada entrada, cada nota, matiza cada pequeño acento por indicación del maestro, en un trabajo minucioso que consigue culminar con éxito ajustando el pasaje antes de finalizar la sesión.

Sergio García Carrasco

Pedro y Unai están presentes en el aula Lorin Maazel de la Escuela Superior de Música Reina Sofía -en honor al director que tanto colaboró con la entidad-, y aguardan a que acabe la compañera para iniciar una conversación en la que repasamos sus trayectorias, opiniones y anhelos. Los tres forman parte de la Cátedra de Canto 'Alfredo Kraus' Fundación Areces.

Sergio García Carrasco

Marlin Yuranny González Zúñiga (28 años) proviene de la región de Valle del Cauca, en Colombia. Su padre tocaba instrumentos de cuerda pulsada y fue quien la inició en la música, acompañándola mientras cantaba por las ferias de su región. Le gustaba imitar cualquier sonido que escuchara en su entorno, o el canto de un pájaro. No fue hasta que ingresó en una escuela de música rural cuando aprendió a leer música. Reconoce haber quedado cautivada al escuchar una grabación de Jessye Norman interpretando el lied Erlkönig de Franz Schubert. Su gran oportunidad le llegó en un taller de jóvenes talentos en Bogotá y no la desaprovechó. Fue seleccionada para participar en Ariadne auf Naxos, de Richard Strauss.

Sergio García Carrasco

El padre de Pedro Nieves Millán (23 años), natural de Venezuela, era mariachi y fue quien le enseñó solfeo y le apuntó a un coro infantil. Hasta los dieciséis años no cambió su voz y entonces descubrió nuevas cualidades, pero también tuvo que adaptar la técnica de canto a la tesitura de tenor que ahora posee. Ha participado en cinco óperas hasta el momento, una de ellas dirigida por Gustavo Dudamel: Fidelio, de Beethoven. Se reconoce admirador de Luciano Pavarotti, y el convencimiento de que esta era la vida a la que quería dedicarse se produjo cuando, en un papel de pastorcillo de la ópera Tosca, irrumpió el tenor protagonista con alguna de sus arias. Al escuchar esa voz empezó su sueño.

Sergio García Carrasco

Unai De la Rosa Hernández (21 años) es de Getafe y dio sus primeras notas en una coral de barrio, hasta que a los once años se unió al coro de la Joven Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (JORCAM). Su interés por la música le llevó a estudiar percusión pero, a instancias de su padre, abandonó aquellos aparatosos instrumentos para centrarse en el canto. Sabio consejo. Su momento de revelación le llegó cuando el Teatro Real le seleccionó junto a otros tres niños para la ópera Boris Godunov de Musorgsky. Unai quedó marcado al escuchar a un bajo ruso a pocos metros de distancia, lo cual debe ser entre impresionante y casi aterrador no sólo para un niño. Desde ese instante decidió ser cantante y algo de ese espíritu caucásico de barítono bajo -esa es su voz-, debió impregnarle, porque hoy sigue admirando la tenacidad de Dimitri Hvorostovsky, cantante maravilloso que se nos marchó demasiado pronto.

Sergioi García Carrasco

El entusiasmo con que afrontan el estudio diario se asienta en la esperanza de lograr sus sueños. Unai desea afrontar algún día el papel del bajo Dulcamara en L’elisir d’Amore; Marlin, quiere ser Leonora en La forza del destino; y Pedro algún día encarnará a Rodolfo en La Bohème, quién sabe si en La Scala de Milán. Además de estas metas artísticas, los tres son jóvenes y tienen sus confesables debilidades. "Es gracioso porque nos has citado a los tres que escuchamos salsa a muerte. ¡Nos encanta la salsa!", reconocen entre risas. No ha sido premeditado, desde luego.

Pero no siempre el camino elegido ha estado exento de dudas, sobre todo para los dos cantantes que llegan de América Latina. "Acá en Europa el panorama ofrece muchas oportunidades, pero en Colombia los espacios para la ópera son muy limitados. Cuando un joven decide hacer canto lírico se encuentra con un montón de obstáculos y, cuando se gradúa, surge la gran pregunta: ¿Ahora qué hago? El mercado de la lírica no es sólido en Colombia y todos los jóvenes nos enfrentamos a eso", comenta Marlín. En similares términos se expresa Pedro: "Sólo en Caracas puede haber opciones, porque en el resto de estados no las hay. Por eso vine acá a buscar mi sueño".

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La música popular o urbana está poblada por jóvenes de sus mismas edades que han alcanzado una notoriedad extraordinaria y una cuenta corriente bien nutrida, sin someterse a interminables horas de paciente estudio vocal. Algunos confiesan que no saben ni cantar, como les recuerdo. ¿Qué sienten al observar este fenómeno?, les pregunto. "A veces me da mucha rabia pensar en esto -confiesa Marlin-, pero luego digo que, si hay público para ello, está bien. Como persona que se ha esforzado tantos años en estudiar, cuidar la garganta, los músculos, los apoyos, ver que alguien sale al escenario, hace un ruido y el público se vuelve loco, resulta desafiante".

Sergio García Carrasco

Unai mantiene una postura parecida: "He sentido también algo de rabia. Las músicas actuales llevan al máximo la sencillez en la forma y a nivel estructural, pero es lo que entiende la gente por falta de formación musical o interés. La simplicidad engancha y la música comercial suena durante meses y luego desaparece. Es tragarla y olvidarse, mientras que el repertorio que nosotros trabajamos es eterno. No obstante, la ópera tiene que actualizarse más".

Este deseo de Unai nos lleva a cuestionarnos cómo afrontar ese proceso y acercarse más a los jóvenes. "Tú prendes una emisora de radio y no vas a escuchar ópera -indica Marlin-. Tiene que ser una cadena especializada y los jóvenes no tienen cotidianamente donde escuchar esto". Pedro cree que "se podrían hacer pequeños fragmentos de óperas en entornos urbanos, pero necesitaría un trabajo de microfonía". En ese sentido, Marlin asistió a experiencias de ese estilo en Bogotá: "Se ofrecían fragmentos de ópera en un plaza, una galería o en el parque. Si eso fuera más constante, los jóvenes estarían más atentos a ello, pero, claro, en un teatro donde no puedes hablar, toser, usar el móvil, el joven no va a querer estar tres horas parado".

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Los tres son conscientes del sacrificio que supone dedicarse al canto. "No puedes reunirte con tus amigos y tomar unas cervezas, si tienes una función cerca. Tienes que aislarte porque la voz es muy delicada", comenta Pedro. En cualquier caso, todos ellos reconocen lo afortunados que son estudiando en la Escuela Superior de Música Reina Sofía. "Tengo que agradecer la oportunidad que se le da a tantos jóvenes latinoamericanos aquí, al estar becados -comenta Marlin-. Si tuviera que estudiar una maestría en Colombia tendría que sacar mucho dinero que no tengo. Aquí los maestros son excelentes y las clases personalizadas".

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Pedro siente que avanza en cada clase y Unai confiesa que "es casi imposible encontrar un sitio con las condiciones y la calidad que se ofrecen aquí. Rodearte de compañeros instrumentistas, con un gran nivel, charlar con ellos en los pasillos, compartir asignaturas. Me siento como una esponja, asimilando un montón de cosas. Resulta abrumador lo que aprendes".

Forman parte de una generación que pronto estará encabezando elencos en el Teatro Real, al que miran desde la azotea de la escuela con su limpia mirada llena de ilusión juvenil. Un deseo por seguir aprendiendo cada día que deberán mantener toda su vida, para conseguir lo que lograron Pavarotti, Norman o Hvorostovsky. La ópera necesita de su entusiasmo para seguir siendo referencia de la excelencia artística, y no dudamos que contribuirán a ello con todo su esfuerzo.