María Teresa Campos consiguió ser libre. En una sociedad mediática que insiste en decirnos qué debes hacer y qué no debes hacer. Incluso, a menudo, cómo debes sentir. María Teresa trascendió porque logró ser. Ser, con todos los matices de carácter, honestidad y sensibilidad.

Su éxito profesional se ha terminado sintiendo como el éxito de todos por eso mismo: porque María Teresa nos desmontó prejuicios instalados en nuestra cabeza mientras nos acompañaba. Cada uno de nosotros hemos crecido con María Teresa. Hasta aquellos que aseguraban no ver sus programas. Pero sí los miraban de reojo, pues sus espacios eran como esa plaza pública en la que nos mezclamos la sociedad al completo. Esa plaza pública donde todo se reúne, esa congregación que parece siempre igual pero que habitada siempre es distinta.

Estos días hay mucho ruido, hay mucho afán de protagonismo, hay muchos buscando colarse en la foto. Aunque, sobre todo, hay mucho cariño. Cariño transversal e incondicional. Cariño que hasta nos retrata como sociedad. María Teresa ha muerto, pero incluso después de fallecer sigue desenmascarando mentiras que algunos aseguraron ciertas. 

1. "En televisión sólo se recuerda lo último". Mentira. Los agoreros son muy asiduos a repetir la frasecilla "queda lo último que has hecho". ¿Recordamos lo último de Chicho Ibáñez Serrador? ¿Recordamos lo último de Lolo Rico? Se lo verbalizaba a María Teresa hace no demasiado tiempo: recordamos, sobre todo, las trayectorias en conjunto. Porque la vida es una montaña rusa de crecimiento. María Teresa Campos lo está demostrando estos días. Recordamos su legado casi desde el principio. Incluso todavía algunos irán descubriendo todo aquello que estaba aportando y que no siempre se entendía desde obcecaciones machistas y edadistas.

María Teresa Campos y la clase maestra para conseguir que una aburrida entrevista de promoción no lo parezca

2. "Es cosa de viejos". Mentira. "A los jóvenes no les interesará". No se han aprobado proyectos de documentales sobre la vida profesional de María Teresa Campos porque se consideraba que sólo iba a concernir a gente "mayor". Como si a las nuevas generaciones no les importara de dónde viene su sociedad. Y se ha dado luz verde a reportajes más lights, vinculados al tópico del corazón. De nuevo, ha asomado el cliché condescendiente de televisión para 'marujas'. Esta semana, en cambio, la realidad tozuda deja objetivamente claro que María Teresa Campos es una personalidad que trenza en diagonal cada uno de los estratos sociales y gran parte de las edades. Los más jóvenes también respetan a María Teresa y la valoran con emoción, pues sus padres y sus abuelos han vivido durante décadas conectados con su televisión y su radio. Hablaba su mismo idioma. María Teresa no buscaba la audiencia a través del susto o la alarma, lo hacía desde la compañía cómplice.

María Teresa Campos, la obsesión de la mujer que incorporó la política al magacín

3. "Sus programas eran televisión para el populacho", espetado con cierto clasismo. Mentira. El fallecimiento de María Teresa Campos ha puesto de acuerdo al país. Algunos ya lo sabíamos y algunos se lo contábamos a ella. La sociedad que no vive en las burbujas del snobismo tenía calado cómo María Teresa ha dignificado la comunicación en España. Se le respetaba en vida con un cariño que ha desembocado en un luto colectivo que sólo suele producirse cuando mueren grandes figuras de la cultura. María Teresa ha puesto a ese elevado nivel la comunicación. Su despedida ha plasmado un consenso nacional hacia una profesional que informó, entretuvo e inspiró desde la honradez hecha ingenio televisivo. De Radio Juventud en Málaga a La Resistencia de David Broncano. De 'Esta noche' con Carmen Maura a saber lo serio que es abrirse un canal de Youtube. Con su humor, con su travesura, con su carácter, con su periodismo, con su capacidad de escuchar. Sus ojos siempre serán la mejor descripción visual de la capacidad de escuchar. Su mirada te abrazaba sin necesidad de palabras.

María Teresa Campos, el arte de la complicidad