Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

La amnistía es solo el aperitivo

El líder de Junts, Carles Puigdemont, en la rueda de prensa desde Bruselas.
El líder de Junts, Carles Puigdemont, en la rueda de prensa desde Bruselas.
RTVE
El líder de Junts, Carles Puigdemont, en la rueda de prensa desde Bruselas.

La intervención del expresident Carles Puigdemont ha servido para constatar que lo que busca no solo es el borrado de las causas penales por el procés para poder él regresar a España, sino pactar las bases de un acuerdo político cuya dimensión histórica final sea el ejercicio de la autodeterminación. Así pues, la ley de amnistía sería únicamente el aperitivo, la condición previa para votar a favor de la investidura de Pedro Sánchez, pero que el futuro de la legislatura estaría condicionado al avance hacia ese objetivo máximo, con el establecimiento de un mecanismo de mediación y control sobre los acuerdos alcanzados.

Puigdemont también ha explicitado que no renuncia a la unilateralidad, ni al mandato del 1 de octubre. Por tanto, el trueque no sería "amnistía a cambio de Gobierno de cuatro años", sino investidura a cambio de que la legislatura sirva para contentar las aspiraciones del separatismo, con un acuerdo para celebrar en algún momento un referéndum de independencia.

A Puigdemont se le puede criticar por muchas razones, pero no por falta de coherencia. Sus condiciones son claras y ahora depende del precio que Sánchez esté dispuesto a pagar. Aceptar el marco negociador del expresident fugado equivale a meter la legislatura española en una ratonera, porque los votos de los 7 diputados Junts serían imprescindibles para todo, al igual que los 7 de ERC, formación que ya ha vuelto a entrar en la lógica de la subasta con sus rivales, lo que inflamará de nueva la situación en Cataluña y desestabilizará aún más la política española.

En definitiva, la amnistía sería solo el primer eslabón y no cerraría el procés, como Sánchez querría, sino que lo reabriría y resucitaría el liderazgo de Puigdemont. Ahora el líder socialista tiene que decidir si salva su investidura a cambio de un irresponsable tacticismo político o asume la lógica democrática de volver a elecciones en busca de unos resultados mejores que le permitan gobernar sin chantajes.

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