Un estudio revela que los cuidadores de perros y gatos identifican más estados emocionales de los que se pensaba

  • Ni el sexo, raza, edad o color de perros y gatos tuvo un impacto significativo en las calificaciones emocionales de los participantes.
Identificar correctamente los estados emocionales de perros y gatos resulta de vital importancia para su bienestar y una convivencia más favorable y enriquecedora.
Identificar correctamente los estados emocionales de perros y gatos resulta de vital importancia para su bienestar y una convivencia más favorable y enriquecedora.
Asaf Antman. Flickr. CC BY-NC-SA 2.0
Identificar correctamente los estados emocionales de perros y gatos resulta de vital importancia para su bienestar y una convivencia más favorable y enriquecedora.

Un grupo de investigadores de la Universidad de Lincoln, Reino Unido, especializados en neurociencia, cognición y comportamiento animal, ha realizado un estudio basado en las respuestas de 438 titulares o cuidadores de perros y gatos para dirimir cómo interpretaban las emociones de sus animales.

Los resultados, publicados en la revista Animals, han revelado que los cuidadores son capaces de atribuir más estados emocionales de lo que se pensaba anteriormente. Doscientos veintisiete de los participantes conviven con un perro, noventa y tres tienen un gato y sesenta y ocho comparten hogar con ambas especies.

A través de una encuesta en línea los titulares debían evaluar 22 emociones en total, seis primarias y dieciséis secundarias, e indicar las señales de comportamiento en las que se basaron para identificarlas. Estas emociones eran ira, asco, miedo, felicidad, tristeza, sorpresa, ansiedad, curiosidad, vergüenza, empatía, envidia, dolor, culpa, afecto, orgullo, diversión, aburrimiento, confusión, decepción, frustración, dolor y anticipación positiva.

Los resultados revelaron que, en general, los participantes atribuyeron más emociones a los perros que a los gatos, tanto aquellos que solo tenían una especie como aquellos que tenían ambas. Los cuidadores de perros afirmaron que sus mascotas experimentaron alrededor de 14 emociones distintas, mientras que los cuidadores de gatos mencionaron que sus mascotas experimentaron aproximadamente 10 emociones en promedio.

Esto, tal como explican los autores del estudio, puede deberse a un sesgo de especie, ya que los convivientes con gatos se mostraron sustancialmente más reacios a considerar a sus gatos como miembros de la familia en comparación a los titulares de perros, lo que indica que, en general, puede existir un vínculo de apego más bajo entre convivientes con gatos que entre convivientes con perros.

Aunque los participantes mencionaron señales de comportamiento similares para perros y gatos al expresar una misma emoción (postura corporal, expresión facial), hubo combinaciones distintas asociadas con emociones específicas en ambas especies. Además, se observó que el número de emociones informadas por los dueños de perros se correlacionó positivamente con su experiencia personal con perros, pero negativamente con su experiencia profesional (veterinarios y adiestradores). En el caso de los gatos, el número de emociones informadas fue mayor en hogares que solo tenían gatos en comparación con aquellos que también tenían perros.

En su conclusión, los científicos autores del estudio lanzan una controvertida advertencia acerca de que existe la posibilidad de que las capacidades emocionales de los perros estén siendo exageradas o malinterpretadas debido al creciente antropomorfismo y humanización que se proyecta sobre los perros y sus comportamientos.

Un ejemplo claro de esto se observa en la atribución de culpa y vergüenza entre perros en el estudio, donde los participantes reportaron señales como la postura baja de la cabeza, la contracción del cuerpo y evitar el contacto visual. Sin embargo, estas conductas son más propias de un perro que experimenta miedo o expresa sumisión, por lo que malinterpretar su lenguaje corporal y reprender al perro cuando muestra estos comportamientos podría empeorar su miedo y ansiedad, teniendo un impacto negativo en su bienestar y afectando a la relación de confianza mutua.

Además, la tendencia a humanizar las emociones de los perros y gatos también aumenta el riesgo para los seres humanos, ya que pueden malinterpretarse las señales de incomodidad, lo que podría llevar a situaciones que desencadenen una reacción defensiva por parte del animal.

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