Hollywood es una fábrica y sus obreros se han puesto en huelga. No siempre es oro todo lo que reluce y el glamour de sus estrellas, los desfiles en la alfombra roja y los flases cegadores de los focos, esconden otras realidades que no siempre salen a la luz.
No son frecuentes las huelgas en la industria del cine. Hace más de cuarenta años, en 1980, fue la última vez que los actores se lanzaron a la calle para defender sus reivindicaciones.
Ahora se han unido a las demandas de los guionistas, que iniciaron el conflicto ante la ruptura de las negociaciones con la alianza de productores de cine y televisión.
Los guionistas fueron los primeros en alzar la voz, pero lo que ha dado mayor visibilidad al conflicto son sin duda los actores que, además de mostrarles su apoyo, tienen también sus propias quejas.
Piden, como cualquier trabajador de a pie, un aumento del salario mínimo y algo novedoso aparejado a los nuevos tiempos que corren, la regulación de los derechos de imagen con respecto a la inteligencia artificial.
La huelga ha trastocado planes, interrumpido rodajes y alterado estrenos. El último, al que llegaron por los pelos, fue la presentación en Londres de Oppenheimer. Sus protagonistas hicieron equilibrios para estar y no estar en la alfombra roja que se adelantó una hora para después abandonar el recinto y sumarse a la protesta.
Barbie y Margot Robbie también llegaron a tiempo a los cines, pero otras producciones previstas para este verano tendrán que esperar a que el conflicto se solucione.
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