Los últimos asesinatos por violencia machista disparan las alarmas ante una época crítica: "En verano hay más casos"

Una mujer sujeta un cartel durante una concentración contra la violencia de género.
Una mujer sujeta un cartel durante una concentración contra la violencia de género.
Europa PressRicardo Rubio / Europa Press
Una mujer sujeta un cartel durante una concentración contra la violencia de género.

En poco más de seis meses, 25 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o exparejas. Zhen Jiang, de 47 años, es la última víctima de violencia de género confirmada hasta ahora. Su pareja acabó presuntamente con su vida degollándola en el bar que llevaban juntos en Pamplona (Navarra) el pasado 1 de julio. Pero en las últimas semanas han sido también asesinadas Vanesa (36 años), apuñalada en su casa de Móstoles (Madrid); Lidia (29 años), acuchillada por su pareja en frente de su hijo; o Ana (44 años), asesinada a tiros en Oia (Pontevedra). Con las demás víctimas de este 2023, elevan el cómputo total a 1.209 asesinadas desde que se empezaron a contabilizar estos crímenes machistas hace dos décadas.

El último trimestre ha sido crítico para la violencia de género: si en marzo se contabilizaron dos víctimas; en abril, mayo y junio esa cifra se duplicó (4, 5 y 4, respectivamente). Además, en España había en el mes de junio 78.544 mujeres víctimas de violencia de género inscritas en el Sistema VioGén (un 9,4% más que en el mismo mes de 2022), de las cuales más de la mitad (47.287) tenían algún tipo de protección policial (16,6% más).

Pero lo peor está por llegar, según los expertos. "Julio y agosto son los meses con mayor incidencia de homicidios y, por tanto, tenemos que estar más alerta porque los conflictos que se producen suelen venir de un tiempo atrás", explica a 20minutos Miguel Lorente, forense y delegado del Gobierno para la Violencia de Género entre 2008 y 2011. Cuando una mujer es asesinada, añade, hubo antes un enfado por una conversación con alguien que "no debía", un divorcio, o algo "mal hecho". Una serie de acontecimientos que, cuando llega esta época del año, se aceleran "por los cambios de dinámica" que se dan al romper con las rutinas habituales por las vacaciones. 

Aunque, según asegura a este periódico Marisa Soleto, jurista y directora de la Fundación Mujeres, los desencadenantes solo se saben a partir del análisis de cada uno de los casos. "De manera agrupada sí sabemos que los periodos de mayor convivencia familiar suelen ser de mayor riesgo. En ese sentido, es importante promover campañas en estos periodos que lancen un mensaje a las personas involucradas en cuestiones de violencia, y también a sus entornos, que son momentos en los que hay que extremar las precauciones", afirma. 

"Anticiparnos a los agresores"

Las denuncias, la valoración del riesgo, las órdenes de alejamiento o cualquier medida de protección debe ser tenida mucho más en cuenta en esta época, según Lorente, para "anticiparnos a esos agresores" antes de que cometan la peor forma de todas las violencias: el asesinato. El forense insiste en la importancia de no minimizar los hechos y dar trascendencia a cualquier tipo de amenaza, y denunciarlo.

"A la hora de hacer la valoración del riesgo, la Policía debe tener en cuenta que en esta época es más probable que se pase a la acción. Sería conveniente incrementar el nivel de riesgo unos puntos más para que se considere más peligroso, más factible que se traduzca en hechos. Si hay una orden de alejamiento, que las distancias sean más grandes para tener más espacio y tiempo para actuar. Que se utilicen más dispositivos, como las pulseras o los dispositivos GPS para garantizar el cumplimiento", enumera Lorente al ser preguntado por qué aspectos deberían reforzarse en el sistema de protección. 

Medidas que, incide, deben extenderse también a los hijos de las víctimas, como ya contempla la nueva ley de protección a la infancia. Que no haya regímenes de visitas para el agresor "aunque sea verano". "Tenemos que trasladar a la sociedad y a los propios agresores que cuando hay limitación de derechos en ese sentido, quien se ha privado de ello son los propios agresores, no la sociedad ni el juez. Es él mismo, con su violencia, quien decide no ver a sus hijos, aunque en demasiadas ocasiones se culpabilice a las madres", sostiene. 

Lorente habla también de un "factor de refuerzo" entre los propios agresores. No es un efecto llamada, pues cuando un agresor asesina a su pareja o expareja es habitualmente porque la idea ya le rondaba por la cabeza meses atrás. "Y cuando ve que hay cosas que lo 'castigan', como una orden de alejamiento, por ejemplo, y que hay otro que asesina, se refuerza esa idea", detalla Lorente, quien subraya que se trata de una tendencia que ocurre en todos los ámbitos: "El que piensa hacer una conducta criminal toma como referencia la conducta criminal del otro".

Ocultar la violencia de género es ocultar al maltratador

Todo esto, añadido al aumento del negacionismo de la violencia machista, dispara todavía más ese riesgo de repunte. Si ya de por sí a las víctimas les cuesta dar el paso de denunciar —solo lo hacen en torno a dos de cada diez—, que se cuestione la violencia de género en la sociedad y, en última instancia, en las instituciones, no hace más que potenciar ese freno

"Muchas veces no denuncian porque piensan que no van a ser creídas. Y si encima ven que ni siquiera se cree que exista esta violencia… pues se dispara el nivel de atrapamiento en la propia violencia y la posibilidad de que incremente hasta homicidio", señala Lorente. Lo mismo sucede en el otro bando: el agresor entiende que él no está ejerciendo violencia machista, y que la ley lo considera culpable de algo que no existe. La ira, por tanto, se va cargando contra la mujer "al ver que además le dan la razón desde posiciones institucionales". 

En definitiva, negar la violencia de género provoca dos efectos muy peligrosos: restar credibilidad a la víctima y reforzar la del agresor. "Ocultar la violencia de género es ocultar al maltratador", asevera el ex delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

Marisa Soleto, jurista y directora de la Fundación Mujeres, va más allá, y denuncia que hablar de violencia intrafamiliar en lugar de violencia de género, "está dando a entender que en España no existe una tutela penal reforzada" para las personas vulnerables. "Es además una ocultación de la importancia cuantitativa que tiene la violencia contra las mujeres, y que se ejerce por causas que no siempre son coincidentes con la violencia de otros ámbitos de la familia. Cuando alguien se empeña en hablar de una violencia descausalizada, lo que hace es evitar que se pueda resolver también y que se haga un diagnóstico erróneo, concluye.

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