Polillas de la ropa: crees conocerlas, pero no

Una polilla de la ropa 'Tineola bisselliella'.
Una polilla de la ropa 'Tineola bisselliella'.
Olaf Leillinger / Wikipedia
Una polilla de la ropa 'Tineola bisselliella'.

Todos conocemos las polillas de la ropa. ¿O no? Lo cierto es que, en esta época del año, quien aprecie lo que guarda en los armarios no olvida colgar algunos de esos ganchos antipolillas. Pero cuando se ve, que se ve, a quienes persiguen o incluso matan las polillas que en verano entran por las ventanas y revolotean alrededor de las luces por miedo a que invadan sus armarios, entonces se diría que no, que realmente no conocemos las polillas de la ropa.

Ninguna de las polillas que revolotean alrededor de las luces en verano va a comerse nuestra ropa. Es más, ninguna de las polillas que podamos ver en ningún lugar va a comerse nuestra ropa. La polilla de la ropa no funciona así.

Hay dos especies mayoritarias de polillas de la ropa, Tineola bisselliella y Tinea pellionella, aunque hay algunas más. Son animalitos curiosos. Se cree que la polilla común de la ropa (T. bisselliella) es originaria de África, y que solo se expandió por todo el mundo en el siglo XIX con el tráfico de barcos. De hecho, no se descubrió hasta 1823, una fecha muy tardía para una especie que convive con nosotros.

Lo que debemos saber es que es fácilmente distinguible de otros miles y miles de especies de polillas, por varias razones. Primero, si entra por la ventana, no es ella: se ha adaptado a la vida en interiores; es sinantrópica, lo cual quiere decir que vive con y gracias a nosotros, como las ratas o las cucarachas. Segundo, si la vemos de lejos, tampoco es ella: es minúscula, poco más de medio centímetro. Tercero, si la vemos revoloteando alrededor de la luz, tampoco: la polilla de la ropa se diferencia de otras muchas en que es esquiva, prefiere la oscuridad y las zonas poco iluminadas. No vuela hacia la luz como otros insectos, ni suele volar por la casa. De hecho, muchas nunca llegan a volar.

Devoradoras de queratina

Incluso si casualmente nos encontramos con este pequeño insecto de alas doradas, o marrones con manchas oscuras en el caso de T. pellionella, tampoco es él quien va a comerse nuestra ropa, porque ni siquiera tiene boca. No se alimentan, solo viven el tiempo suficiente para aparearse y poner huevos. De los huevos nacen las orugas. Y estas sí son: las que se comen la ropa son las orugas de las polillas, que a simple vista parecen diminutos gusanitos.

Pero con un hambre atroz, y con una capacidad digestiva sobrehumana. Pueden alimentarse de comida normal, como harina o galletas, pero su superpoder consiste en haber evolucionado para digerir la queratina, la proteína fibrosa y dura que forma el pelo, las uñas, las pezuñas, los cuernos, las escamas, las plumas y la capa externa de la piel. Por ello se comen con preferencia la lana, seda, cuero, plumas, pieles naturales, alfombras y tapicerías, pero también algodón y lino.

Prefieren la ropa sucia, porque en la suciedad encuentran nutrientes que necesitan

Sin embargo, son tan duras y adaptables que también devoran prendas de fibra sintética, sobre todo mezclada con fibra natural, e incluso bolsas de plástico, y son capaces de engullir sin problemas metales pesados y tóxicos como arsénico, plomo o mercurio. Curiosamente, prefieren la ropa sucia, y por una buena razón: la suciedad es nutritiva. En las manchas de comida, sudor u otras secreciones corporales que huelga mencionar encuentran nutrientes que precisan, como la vitamina B. En cambio, no necesitan agua; producen la suya propia en la digestión de la queratina.

Algo que conviene saber es que, aunque el verano es su época de mayor reproducción y actividad por el calor y la humedad, en realidad la amenaza puede estar presente todo el año, ya que viven dentro de casa, donde la temperatura suele ser agradable.

Las hembras ponen decenas de huevos adheridos a algún soporte comestible para las orugas. Al eclosionar, estas buscan lugares oscuros, tejiendo pequeños escondrijos. Las de T. pellionella se construyen un estuche con el que se protegen. Dado que prefieren ocultarse, esta es una razón más para quitar las alfombras en verano, ya que tienden a esconderse debajo. Además, las polillas de la ropa no son las únicas criaturas que se comen las alfombras; también lo hacen las larvas de los escarabajos derméstidos, muy vistas en la serie CSI y también devoradoras de queratina.

No hay soluciones infalibles

En los últimos años se ha informado de un aumento de las plagas de polillas de la ropa, tanto en España como en otros países. Hay razones probables que favorecen esta invasión respecto a otros tiempos pasados. Hoy los inviernos no son tan fríos y las viviendas se mantienen más cálidas, y además posiblemente no limpiemos tanto como solía hacerse antes. Tenemos mucha ropa, demasiada, mucha de la cual apenas nos ponemos, y hoy se aprecia la fibra natural más que la sintética. Se tiende más a lavar en agua fría, tanto por razones económicas como ecológicas. El problema es aún más crítico en lugares donde es habitual enmoquetar los suelos. Y usar lana natural como aislante en las paredes puede significar una plaga permanente de polillas imposible de erradicar.

Los remedios naturales como la madera de cedro o la lavanda tienen una eficacia modesta, según los expertos

Se habla de remedios naturales, como la madera de cedro o la lavanda, pero los expertos dicen que su eficacia es modesta. Quienes prefieren ceñirse a estos métodos suelen batallar durante años contra las polillas sin llegar nunca a librarse de ellas. Hay quienes congelan la ropa, lo que mata las orugas, o la guardan en bolsas herméticas al vacío.

Y, por supuesto, está nuestra gran ventaja en la lucha de la evolución, la química. Los compuestos tóxicos utilizados antiguamente, como la naftalina o el paradiclorobenceno, hoy están prohibidos, y los colgadores llevan solo ingredientes seguros. Pese a todo, en general los expertos apuntan que esta es una guerra sin fin que debemos acostumbrarnos a sobrellevar de la mejor manera posible. La naturaleza es obstinada. Y no es una cuestión de ellos o nosotros, sino de mantener la vigilancia y controlar los daños.

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