Este es el motivo por el que los insectos vuelan hacia la luz

  • Anteriormente se han propuesto explicaciones basadas en que la luz calienta o que la confunden con el cielo abierto.
  • Un estudio con cámaras 3D de alta velocidad y sensores de movimiento ha descubierto la razón real.
Una polilla volando junto a una lámpara.
Una polilla volando junto a una lámpara.
Fir0002 / Wikipedia
Una polilla volando junto a una lámpara.

Hay comportamientos tan conocidos en los animales que pocos se paran a pensar por qué lo hacen. Entre esos pocos se cuentan los científicos para quienes explicar estas conductas es el objeto de su trabajo. Pero no todo lo que dice un científico es necesariamente cierto si no se apoya en pruebas. Y ocurre a veces que esos comportamientos se intentan explicar con hipótesis razonables, pero cuyas pruebas, en realidad, son cero.

Por ejemplo: a los flamencos les gusta descansar sobre una sola pata, algo que ha observado cualquiera que se haya fijado en estos animales. Infinidad de fuentes, e incluso los carteles de los zoos, aseguran que lo hacen para conservar mejor el calor cuando están en el agua. Pero entonces, ¿por qué lo hacen también fuera del agua? 

Tal vez los ayude a no enfriarse, pero esta no es la razón. Cuando un equipo de científicos estudió la biomecánica de esta postura, encontró que simplemente es la que menos esfuerzo requiere para el flamenco. Aunque para nosotros la pata coja sea inestable y trabajosa, resulta que para ellos no requiere ningún esfuerzo muscular, hasta el punto de que un flamenco puede incluso morir y quedarse así.

Otro ejemplo. Todos sabemos que una luz encendida en una noche de verano se convierte en el hangout de todos los insectos de los alrededores. Pero ¿por qué los bichos vuelan hacia la luz?

Atracción fatal

Quien busque en internet encontrará explicaciones muy diversas. Los insectos confunden la luz con la luna, por medio de la cual guían su navegación. La luz los ciega y no saben a dónde van. Se acercan a la luz por el calor que desprende, que los ayuda a calentarse en la noche, más fría que el día. Vuelan hacia la luz porque creen que es el cielo abierto, como si vieran en ella la salida de un espacio cerrado. Creen que la luz es una flor brillante de la que pueden extraer néctar. O incluso, vuelan hacia la luz porque es donde otros bichos están y eso aumenta sus posibilidades de encontrar comida o pareja.

Muchos insectos mueren exhaustos a fuerza de volar en círculos o caen en las telas de araña

Y lo que no es opinable es que las consecuencias de esto muchas veces son fatales: los insectos mueren exhaustos a fuerza de volar en círculos, o caen en las telas que las arañas, conocedoras de esta curiosa manía, han aprendido a tejer en torno a las luces nocturnas.

Todo esto suena bien. Parece razonable. Pero son solo conjeturas. En realidad, no hay pruebas de nada de ello, sino solo un conocimiento informado del comportamiento animal; la voz del experto. Una suposición bien fundamentada por alguien que sabe de lo que habla. Pero que puede fallar estrepitosamente cuando se somete a la prueba empírica de la experimentación.

Claro que en muchos casos es realmente difícil saber por qué los animales hacen las cosas que hacen. No solo se necesita una buena hipótesis, sino también pergeñar el medio de testarla, que a veces no es tan fácil. Pero cuando todo funciona, los resultados compensan.

Es el caso de un estudio que parece finalmente explicar por qué los insectos vuelan hacia la luz. Para probar su hipótesis, los autores, del Imperial College London y la Universidad Internacional de Florida, prepararon su campo de pruebas con luces en distintas posiciones y configuraciones espaciales dispuestas frente a cámaras de alta velocidad en 3D, y a sus sujetos, mariposas, libélulas, polillas y otros insectos, a los que fijaron sensores de movimiento.

No vuelan a la luz, le dan la espalda

Con este sistema, consiguieron responder a la pregunta: los insectos guían su vuelo por un sistema de estabilización espacial que se basa en dar la espalda a la luz, algo que ya se sabía. De este modo pueden volar durante el día sabiendo qué es arriba (donde está el sol o el hemisferio más iluminado, o sea, el cielo) y qué es abajo. 

Así, ante una luz nocturna no vuelan directamente hacia ella, sino que le dan la espalda; cuando pasan cerca, su mecanismo natural los empuja a volar en sentido perpendicular a los rayos luminosos que inciden en su dorso. Y este comportamiento los hace orbitar sin fin para dar la espalda a la luz, lo que a menudo tiene un resultado fatal: a veces vuelan sin cesar hasta agotar su energía y morir, o pierden la orientación y caen al suelo.

El estudio está disponible solo en la web de prepublicaciones bioRxiv, por lo que aún deberá superar la obligada revisión por pares para publicarse. Pero la amplia batería de experimentos en distintas condiciones ha permitido a los autores refutar una por una todas las hipótesis previas para llegar a la conclusión de que la explicación más probable es la que proponen.

Además de responder a una pregunta de la que, según cuentan los autores, existen registros al menos desde el siglo I de nuestra era, los resultados tienen implicaciones ecológicas importantes. Aunque los insectos no suelan entrar en la categoría de animales “monos” cuya conservación interesa a la mayoría de la gente, su papel en los ecosistemas es esencial. 

La contaminación lumínica nos deja sin estrellas, pero también causa estragos en las poblaciones de insectos

El derroche de luz nocturna en los entornos humanos no solo es responsable de una contaminación lumínica que nos ha dejado sin estrellas, sino que también contribuye al declive de las poblaciones de insectos. Utilizar solo luces nocturnas dirigidas hacia abajo, una medida cada vez más extendida para reducir la contaminación lumínica, ayudará también a aliviar esas órbitas sin fin que causan estragos en las poblaciones de insectos. 

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