Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Peatones desamparados

Dos personas utilizando un patinete eléctrico en Madrid.
Dos personas utilizando un patinete eléctrico en Madrid.
Andrea Martín Sánchez
Dos personas utilizando un patinete eléctrico en Madrid.

Malos tiempos para los viandantes. Caminar por las aceras ya no es tan plácido ni seguro como antaño; en los últimos años distintos elementos han colonizado esos espacios que creíamos exclusivos del transeúnte. El auge de la bicicleta, un medio de transporte limpio y se supone que idóneo para rebajar la tensión del tráfico y la contaminación en las ciudades, ya hace tiempo que empezó a dar problemas a los peatones por los muchos transgresores que ruedan por las aceras. Algunos lo hacen con tanta impunidad que además de no admitir quejas de los viandantes tampoco se reconocen culpables en los percances.

Esa transgresión de las normas de tránsito se ha visto en los últimos años superada por la irrupción en la piel urbana del patinete eléctrico. Ese ingenio que al principio parecía destinado a resolver de forma fácil y barata la movilidad en los trayectos cortos está dando tantos quebraderos de cabeza que los ayuntamientos no saben cómo abordar los conflictos que causan. Ya no es solo que circulen masivamente por las aceras como un peatón más, el problema es que los usos inadecuados se han generalizado de tal modo en los de alquiler que una fórmula que se creía exitosa empieza a ser cuestionada en muchas ciudades europeas. 

Lo ocurrido en París, donde su alcaldesa eliminará en verano las plataformas de alquiler tras someter a consulta popular la renovación de las concesiones , responde al aluvión de protestas vecinales por la utilización incívica de estos aparatos. El aumento exponencial de accidentes incluso con víctimas mortales y el ver tirados los patinetes en medio de la calle transmite una imagen de caos urbano indigerible. El asunto no tiene fácil solución y sería penoso que una alternativa de movilidad, en términos racionales útil y práctica, fracase por la incapacidad de meter en cintura al vandalismo imperante. 

Las empresas que han apostado por los patinetes de alquiler buscan la manera de acotar la acción de los gamberros, alguna incluso ha introducido dispositivos de bloqueo cuando detectan que circulan por las aceras, pero evitar que un vehículo tan liviano pueda terminar en un contenedor o estampado en un escaparate es complicado. En Madrid, con la idea de conjurar el desmadre, estrenaron anteayer un modelo de patinete compartido que no permite al usuario estacionar ni circular por zonas indebidas. Pero la mayor pesadilla de ese ayuntamiento son sus bicis de alquiler. 

El llamado nuevo Bicimad, por el que apostaron con una fuerte inversión de dinero público, está resultando un desastre. Bicicletas recién adquiridas han sido abandonadas en aceras o parques y más de quinientas desaparecieron en pocos días. Han tenido que triplicar los equipos de recogida y contratar nuevos inspectores para intentar poner algo de orden. Por fortuna, el de las motos, incluidas las eléctricas de alquiler, parece un mundo algo más civilizado o al menos controlable, aunque a los peatones tampoco les faltan motivos de queja. 

El que la normativa municipal de ciudades como Madrid y Barcelona permita aparcar las motos en las aceras no solo resta espacio al peatón obligándole a sortearlas en lugares donde la ocupación es mayor, sino que también comporta ciertos riesgos. Hay motoristas que para aparcar acceden desde los pasos de peatones a las aceras con la misma alegría que si rodaran por la calzada. Y una cosa más, ninguna de las transgresiones que vulneran los derechos de los peatones o ponen en riesgo su integridad física suele ser perseguida por los agentes locales. Así que el desamparo es total.

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