Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

La Montaña de Basura ha hablado

Gobo y Dudo consultan a la Montaña de Basura.
Gobo y Dudo consultan a la Montaña de Basura.
TVE
Gobo y Dudo consultan a la Montaña de Basura.

El centro del universo es sin duda un lugar maravilloso excavado en la roca llamado Fraggle Rock. Así comenzaban los capítulos de la serie de títeres animados para público infantil Fraggle Rock -Los Fraguel en España- creada por el artista norteamericano Jim Henson a principios de los ochenta. Henson había inventado los Muppets, también llamados “Teleñecos” por aquí, con la rana Gustavo y la cerdita Peggy, pero los vendió a Disney.

Los Fraguel se emitieron desde 1983 hasta 1987 en España y fueron un éxito. Muchos de los que éramos niños en aquellos momentos nos quedamos con algo de su veneno metido en el subconsciente. Por eso no es raro que hoy vengan a visitarme algunos recuerdos extraños como el de la Montaña de Basura, uno de los personajes más interesantes y profundos de la serie, ese personaje que ofrecía consejos y que, cuando daba su intervención por concluida, decía aquello de “la Montaña de Basura ha hablado”.

Quizá la miseria más profunda sea el punto de partida más eficaz para entender, conocer y amar a los demás y para encontrar un sitio en el mundo.

Parece evidente que la gente que creaba las series de animación para niños en aquellos tiempos no es como la de ahora. Estábamos en manos de creativos de verdad, de gente con talento y no de sociólogos, sicólogos y pedagogos preocupados por meternos sus dosis de doctrina biempensante en cada capítulo, con su corrección insoportable y sus cuotas de minorías buscando la mayoría simple.

Los Fraguel dibujaban una parábola de la sociedad burguesa con maestría. Con su clase media, su clase obrera, la desfasada y deformada élite real y muchas otras cosas. Cuando los Fraguel tenían algún problema, acudían a visitar a una suerte de oráculo que era una montaña de basura que dormitaba en el mundo exterior acompañada de dos ratas que solían saludar así al visitante: “estáis en presencia de la que todo lo sabe, la Señora Basura”.

Los Fraguel consultaban con la Montaña de Basura, que solía escuchar atenta y los miraba con la ayuda de sus impertinentes, esos anteojos con mango que se usaban en los palcos de los teatros. Una vez oída la pregunta, el oráculo nunca dudaba. Solía dar una respuesta firme y, a veces, la acompañaba de una canción. “Soy pieles de naranja, posos de café, soy sabiduría”, era también una de sus frases más conocidas. Entre sus mejores consejos estaba el de no quitarse nunca el sombrero, hacer lo que siempre se ha hecho, alegrarse por ser diferente, ser feliz con el dolor o no lamentarse por las cosas que no tienen solución.

Las montañas de basura nos siguen hablando. Tenemos vertederos reales y virtuales. Los tenemos, además, infinitos en el mundo digital, donde un insulto o una mala crítica son gratis y no ocupan lugar. Es complejo interpretar lo que la Montaña de Basura dijo al niño que fuimos, pero está claro que nos dejó algunas pistas para la edad adulta. Quizá la miseria más profunda sea el punto de partida más eficaz para entender, conocer y amar a los demás y para encontrar un sitio en el mundo. También, la Montaña de Basura nos enseñó a relativizar y a preocuparnos menos por problemas que puede que no sucedan nunca. Como decía ella misma: “Hay cosas por las que no merece la pena preocuparse y una de ellas es la fatalidad”. La Montaña de Basura ha hablado. 

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