Noelia Núñez Diputada del PP en la Asamblea de Madrid
OPINIÓN

El miedo va a cambiar de bando

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez sale a recibir al primer ministro de la República de Croacia, Andrej Plenković.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez sale a recibir al primer ministro de la República de Croacia, Andrej Plenković.
EFE
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez sale a recibir al primer ministro de la República de Croacia, Andrej Plenković.

Todavía recuerdo aquellos años en los que Podemos irrumpió en la política nacional, aquellos lemas de campaña que utilizaba la formación morada y que parecían más una amenaza que un intento de persuadir a los electores. Los que no pensábamos como ellos éramos señalados y pasábamos a ser merecedores de lo que denominaron "jarabe democrático", una curiosa manera de llamar a un escrache que rozaba la intimidación y que estaba cargado de violencia. Políticos, periodistas y empresarios juzgados por la inquisición comunista que dictaba sentencia. Lo sufrimos en Fuenlabrada miembros del Partido Popular, con un escrache en nuestra propia sede o a la salida del Ayuntamiento, imágenes que se repitieron por toda España.

No, la crispación en la política no es un fenómeno nuevo que haya surgido de repente. La crispación llegó con Podemos y todas sus marcas blancas contemporáneas y posteriores. La crispación llegó con Pablo Iglesias proclamando que había que naturalizar el insulto, con Rita Maestre asaltando capillas, con Irene Montero, Errejón o Monedero, entre tantos.

El problema, ahora, es que el Partido Socialista ha hecho propio tanto el discurso como las formas de Podemos al abrirles las puertas de un Gobierno conjunto. Un PSOE con Sánchez a la cabeza, quien no conoce límites y que está dispuesto a todo con tal de pasar a la historia.

Un legado nefasto que, desde luego, será imposible dejar en el olvido

Lo que desconoce (o no, porque con él no se pueden tener certezas) es que pasará a las páginas más oscuras de la historia de la democracia en nuestro país como el presidente que cambió el Código Penal al antojo de quienes dieron un golpe de Estado. El presidente que pactó con los herederos de ETA, el presidente que dilapidó todas y cada una de las instituciones independientes que sirven como contrapesos al poder o como el presidente cómplice de una ley que permite excarcelar anticipadamente a delincuentes sexuales. Un legado nefasto que, desde luego, será imposible dejar en el olvido.

Hay un camino para volver a la paz, el entendimiento y el encuentro. Un camino que empieza cuando Pedro Sánchez abandone la Moncloa. 

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