Después de seis meses de agresión y guerra a Ucrania, con seis mil soldados muertos y en franco proceso de retroceso en el enfrentamiento, no se rinde; por el contrario, en un esperado discurso pronunciado anoche, Putin anunció que su propósito de anexionarse los territorios ocupados continúa adelante para lo cual ha anunciado la movilización de trescientos mil reservistas más y amenazó con utilizar todos los recursos con que cuenta, lo cual es interpretado como una amenaza con utilizar armas nucleares.

Lejos de reconocer que la agresión es fruto de su ambición por extender el territorio ruso –que como se recordará empezó con la anexión de la península de Crimea– culpó a Occidente de haber sido quien la provocó y quien la está manteniendo. No reconoció, por supuesto, el aislamiento internacional a que está sometido y a los problemas de todo tipo que su ambición está causando. La conclusión es que las perspectivas de que la guerra termine pronto son escasas.

El presidente turco Erdogán, en clara discrepancia de los criterios de la OTAN —organización a la que Turquía pertenece—, es prácticamente el único dirigente que mantiene con Putin buenas relaciones y el que está intentando apuntarse éxitos personales proponiendo unas negociaciones de paz que de momento, lejos de vislumbrarse se alejan. Ante esta situación, las previsiones iniciales de que la guerra sería larga se confirman. Putin no cede y Ucrania, con el respaldo que le proporcionan las razones para su defensa, tampoco. Los países europeos, los más directos y más afectados por la agresión, tampoco es de esperar que renuncien a suspender la ayuda que le están prestando a Ucrania proporcionándole armas, asesoramiento y lo que quizás sea más importante, respaldo.

Putin no cede y Ucrania, con el respaldo que le proporcionan las razones para su defensa, tampoco