Europa borra las huellas soviéticas como 'venganza' ante Putin: "Ha cambiado su significado"

Caída del Monumento a la Amistad entre Rusia y Ucrania, en Kiev, tras el inicio de la guerra.
Caída del Monumento a la Amistad entre Rusia y Ucrania, en Kiev, tras el inicio de la guerra.
EFE
Caída del Monumento a la Amistad entre Rusia y Ucrania, en Kiev, tras el inicio de la guerra.

¿El pasado siempre vuelve? Quizás sí, pero en algunos casos para borrarse. Ese es el proceso que están siguiendo algunos países -todos ellos Estados miembros de la UE- frente a Vladimir Putin con una especie de venganza que va más allá de las sanciones económicas o el aislamiento institucional. Pasa por borrar la huella soviética que dejaron los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Son maniobras que se están dando sobre todo en los países bálticos, pero el debate ha llegado a abrirse incluso en Alemania.

En Lituania, por ejemplo, se retiró de la ciudad de Palanga un obelisco en memoria a los soldados soviéticos que murieron en el conflicto. "Esta mañana Palanga se despierta sin símbolos de la ideología soviética, la hoz y el martillo. El obelisco con estos símbolos ya no encaja con nuestros templos y ha sido desmantelado", explicó entonces el alcalde de la localidad. Para los gobiernos que han dado este paso la situación está clara. Este tipo de simbología ya no es lo que era: "Ha cambiado su significado" tras la invasión rusa de Ucrania.

En la capital, Vilna, también se ha procedido a la retirada de seis esculturas de granito erigidas en el cementerio de Antakalnis en homenaje a los caídos de la URSS. Ese lugar alberga los cuerpos de más de 3.000 soldados soviéticos caídos en combate en 1944, durante la batalla por la liberación de Vilna. Tras la independencia del país muchas de las tumbas fueron trasladadas fuera de la capital, pero ahora el proceso sigue en otro sentido ante las maniobras de Putin.

En Estonia y en Letonia se siguen los mismos pasos, no sin polémica. En Riga, por ejemplo, el Gobierno ha decidido desmantelar el obelisco en memoria del ejército soviético que está presente en el parque de la Victoria. Es (o era) uno de los monumentos más importantes de la capital letona, aunque siempre ha estado envuelto en polémicas desde su inauguración en 1985 y ha perdido relevancia desde la independencia del país en 1991. El Parlamento de Letonia aprobó una ley para 'desinstalarlo' y apoyó esta decisión "como forma de expresar una posición de condena contra el poder de ocupación ilegal, las políticas y los crímenes tanto de la URSS como de la Alemania nazi".

Lo llamativo es que Letonia cuenta con un 26% de rusófonos, muchos de los cuales no están de acuerdo con esta decisión. Tal ha sido la controversia que el Ejecutivo ha tenido que prohibir las concentraciones en las inmediaciones del obelisco, sobre todo el pasado 9 de mayo cuando en Rusia se celebró -como cada año- el Día de la Victoria sobre los nazis. Pero el caso letón no es único ni mucho menos. 

En Estonia la dinámica es muy parecida, aunque en este caso la decisión de retirar los monumentos soviéticos es en último término de los gobiernos locales (aunque el Ejecutivo central está a favor de la eliminación). En Narva, una ciudad fronteriza con Rusia con un 90% de rusófonos la polémica estuvo servida. Allí en un primer momento se optó por no retirar una estatua para no provocar malestar entre los vecinos, más si cabe teniendo en cuenta que es una país propenso a las revueltas por este tipo de asuntos y con un historial relevante de choques diplomáticos con Moscú. Pero el Gobierno se ha impuesto: adiós a la estatua por "razones de orden público".

Allí su primera ministra, Kaja Kallas, ha sido muy rotunda. "Mi Gobierno ha decidido retirar los monumentos soviéticos de los espacios públicos. Como símbolos de la represión y la ocupación soviética, se han convertido en una fuente de crecientes tensiones sociales; en estos momentos, debemos mantener el riesgo para el orden público al mínimo", escribió en redes sociales.

Otro país que ha cambiado de 'chip' por la invasión rusa de Ucrania es Finlandia. Hace solo unos días las autoridades ordenaron retirar del centro de Helsinki el monumento Paz en el Mundo, donado por la antigua Unión Soviética a finales de la década de los 80. La pieza había sido históricamente objeto de polémica, si bien los últimos meses las críticas hacia el monumento se han intensificado debido a la invasión de Ucrania. El monumento ha sido trasladado al museo de arte de la capital.  En todo caso, siempre ha estado envuelto en problemas desde que se colocó en las calles de la capital a comienzos de los años noventa. Ha sido vandalizado en varias ocasiones, e incluso en 2010 se produjo un intento de demolición con una bombona de gas.

Una de las oposiciones más frontales al Kremlin ha llegado durante estos meses desde Polonia. Y Varsovia no quiere monumentos que recuerden a la época soviética en sus plazas y calles. La posición polaca es rotunda en este sentido y, además, abarca más de doscientos símbolos que están repartidos por todo el país. ¿La solución? Trasladarlos a un museo al aire libre, es decir, concentrarlos en un punto. El Gobierno de Ley y Justicia ya había abogado en varias ocasiones por la retirada, incluso antes de la guerra en Ucrania, pero la invasión ha convertido sus intenciones en realidad. Rusia, mientras, considera "cínico" el movimiento de Polonia. 

Pero la polémica con los monumentos soviéticos ha llegado incluso a Alemania. Especialmente en el este, y por ser todavía más concretos en ciudades como Dresde. Y hay posiciones encontradas. "Hoy, los tanques en Tiergarten ya no solo representan la liberación de Alemania del nazismo, sino la agresiva frontera territorial y la guerra que desprecia la vida humana", expresó una diputada de la CDU, que se encontró con la negativa del Senado alemán, que sigue considerando los monumentos de Tiergarten como un "recuerdo a quienes lucharon contra el nazismo, también soldados ucranianos".

Es más, un acuerdo firmado en 1990 entre la República Federal Alemana, la RDA, Estados Unidos, la Unión Soviética, Reino Unido y Francia obliga a Alemania a cuidar los monumentos soviéticos como joyas, incluso pese a que muchos de ellos han sufrido actos vandálicos en los últimos tiempos. Es el caso de Treptow, que alberga los cuerpos de más de 7.000 soldados. En Dresde, por otro lado, se ha sacado a debate si la estatua conmemorativa al soldado del Ejército Rojo debe ser retirada del museo de Historia Militar, donde está desde hace 28 años. "No puede quedarse", dicen algunos políticos.

Mientras, Rusia responde con rotundidad. Moscú estudiará los casos de retirada y demolición de estos monumentos, incluida también la idea de Dinamarca de hacer lo propio con los que hay en el país. "Estas acciones ilegales están dirigidas contra los intereses de Rusia en el campo de la preservación de la memoria histórica de las actividades de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial y el papel decisivo en la victoria sobre el fascismo", ha subrayado el Comité de Investigación del Kremlin. Rusia no quiere que la historia cambie, pero ha sido Putin el que parece haberla cambiado al lanzar la invasión sobre Ucrania.

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