Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Sanfermines 2022

Miles de personas celebran el Chupinazo de los Sanfermines de 2019 en Pamplona (Navarra).
Miles de personas celebran el Chupinazo de los Sanfermines de 2019 en Pamplona (Navarra).
David Domench - Europa Press - Archivo
Miles de personas celebran el Chupinazo de los Sanfermines de 2019 en Pamplona (Navarra).

Tres años después, Pamplona vuelve a teñirse de blanco y rojo. Hoy arrancan unos Sanfermines que deberían suponer el principio de una nueva fiesta: el parón obligado de la pandemia debería habernos servido para repensar una de las fiestas más internacionales que tenemos. Da igual en qué punto del mundo te encuentres, si dices que eres de Pamplona, todo el mundo sabe identificar de dónde vienes y cuál es tu ciudad. Me ha pasado. Daba igual el continente: dices Pamplona, Sanfermines y todo el mundo te responde con una "ohhhhh, yes, I know it!". Un intangible tan valioso como ese deberíamos protegerlo, cuidarlo, mimarlo. Deberíamos intentar que no se dañara, ni un solo rasguño. Y no sé si lo estamos consiguiendo.

Lo que pasó con La Manada fue la consecuencia de una serie de pasos mal dados en lo que entendimos que debería ser esa fiesta. Desde hacía ya unos cuantos años, los Sanfermines, a vista de muchos, se reducía a una fiesta de desenfreno y alcohol. Y poco más. Hordas de jóvenes iban a Pamplona desde cualquier punto del planeta, para vivir una experiencia única, plasmada e inmortalizada por Hemingway y transformada por la leyenda de americanos y australianos. Un año recuerdo que coincidí en el avión con un chico que llevaba volando 24 horas para llegar a Pamplona. Había ganado un concurso de una marca de cerveza: el concurso se había celebrado el sábado, en una ciudad de Australia. El premio era un billete a Pamplona. Y tal cual se montó en el avión y viajó hasta la capital navarra para estar apenas dos días. Iba emocionado, en Australia los Sanfermines son seguidos en la tele por cientos de personas. Y él se sentía afortunado por poderlos vivir en persona. Iba solo. Y recuerdo que me preguntó qué podía hacer, a dónde podía ir en cuanto pisara el aeropuerto de Noáin. Le intenté entusiasmar con todos esos pequeños eventos que se viven de día, encontrarte con una charanga y seguirlos sin rumbo, tomarte el almuerzo en algún bar de la parte vieja o del centro, ver a los gigantes y cabezudos, todo un espectáculo, aunque pintes canas... No sé si lo conseguí y no sé si eso era lo que él iba buscando.

Desde hacía ya unos cuantos años, los Sanfermines, a vista de muchos, se reducía
a una fiesta de desenfreno y alcohol

Los Sanfermines de este año son un reto: tres años sin fiesta han generado unas ganas acumuladas de celebrar. Y se espera que este año sean multitudinarios. Desde hace ya días en la ciudad apenas quedan plazas de hotel. Una cita que puede convertirse en la mejor oportunidad para intentar redimirnos de unos años de excesos, de diversión mal entendida. El chupinazo de hoy es el pistoletazo de salida a 8 días en los que la tranquila Pamplona se transformará por completo, acogerá a personas de diferentes culturas y lenguas. Será de nuevo escaparate para el mundo de una fiesta nuestra. Aprovechemos la oportunidad.

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