Ángela, Antonia y Aurelio: cómo vivir 'presos' del miedo a la covid pasa factura al corazón

Ancianos COVID
Ángela, Antonia y Aurelia han visto cómo sus enfermedades crónicas se han visto agravadas por el sedentarismo.
PATRICIA ANTÓN
Ancianos COVID

Ángela está "viva de milagro". Ni la covid ni su corazón le han dado un respiro este último año, pero ahora, muy contenta, anuncia que va a poder asistir a la boda de su nieta. Sentada en el sillón de su casa, la mujer, soriana de 89 años, atiende a 20minutos, todavía con el susto en el cuerpo tras ser operada de urgencia en el Hospital Universitario de La Princesa. La causa, una afección crónica que le acompaña desde hace quince años y que, además, se ha visto agravada por la pandemia. "Me ahogo, y fatigarme, claro que me fatigo más", asegura Ángela. 

El confinamiento de 2020 y el actual miedo a contraer covid en una España que se olvidó de las mascarillas en abril la ha llevado a quedarse en casa, propiciando un sedentarismo que solo perjudica su salud. Como ella, miles de pacientes con enfermedades cardiovasculares han decretado su propio encierro por temor a otra ola más, la séptima, que ya deja 848,62 casos por 100.000 habitantes en los mayores de 60 años.

"Solo salgo para las revisiones, no salgo más", confiesa Ángela, que padece una enfermedad conocida como insuficiencia cardiaca, la cual provoca dificultades en los pacientes para bombear sangre rica en oxígeno, y que se alza como la primera causa de hospitalización por encima de los 65 años en España, según la Sociedad Española de Cardiología.

Enfermedades cardiovasculares como la suya, y otras tales como la diabetes o la hipertensión, suelen derivar en trastornos crónicos, entendidos como aquellas afecciones que duran más de seis meses, y que han sufrido un empeoramiento durante la pandemia.

De hecho, el 43% de las personas con enfermedades crónicas ha experimentado un cambio negativo en su salud, según el Estudio del impacto de la Covid-19 en las personas con enfermedad crónica. Así lo reafirma Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), quien asegura que "el sedentarismo ha sido muy perjudicial", unido al menor control de las patologías crónicas y a la falta de acceso a los centros de atención primaria. Esto ha contribuido a la pérdida tanto de agilidad como de autonomía de los más mayores a causa de la ausencia de ejercicio físico. 

La eterna espera en diagnósticos y atención médica

Como Ángela, son muchas las personas mayores que se encuentran recluidas en sus casas. El matrimonio compuesto por Antonia, una madrileña que suma 87 años, y Aurelio, de origen soriano que ya ha pasado los noventa, es un claro ejemplo de ello. Tras 65 años juntos, su vida se ha visto acotada a cuatro paredes desde la pandemia. 

Ella pasa los días mirando por la ventana y él se entretiene jugando al ordenador. En pocas ocasiones pisan la calle e, incluso, prescinden de ir al centro de salud. "Pedir una cita en el ambulatorio o en el hospital es una tontería, porque necesitamos atención inmediata", comenta Aurelio, quien explica que en cualquier caso, cuentan con asistencia telefónica.

Aurelio, el anciano de 90 años, pasa las tardes enfrente del ordenador.
Aurelio, el nonagenario soriano, pasa las tardes enfrente del ordenador.
Patricia Antón

El informe anual de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes confirma que la falta de cobertura asistencial ha contribuido a agravar las patologías. Así, se expone que entre los meses de mayo y junio de 2021 persistía un retraso general en el acceso a la atención sanitaria y al diagnóstico, siendo el tiempo de espera para recibir atención médica por la aparición de nuevos síntomas entre las personas con enfermedad crónica de 48 días a hasta 4 meses para el diagnóstico.

José María Molero, portavoz de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC), confirma que los seguimientos habituales para pacientes crónicos se han complicado con la pandemia. "No tenemos una analítica frecuente y ha resultado muy difícil conocer el cumplimiento de la medicación", pero insiste en que "cada vez se está volviendo a una mayor normalidad en los protocolos".

El caso de Antonia es distinto, al padecer insuficiencia cardiaca, diabetes e hipertensión. Sus piernas resultan las más perjudicadas ante la acumulación de líquido, provocada por la mala circulación de sangre. "Llevo por lo menos tres años con el sintrom - un anticoagulante-. Antes de la pandemia, tenían el mismo control. Mientras no estés imposibilitada, no te lo vienen a hacer a casa", asegura, quien relata la odisea que vive todos los meses para acercarse hasta el ambulatorio.

Antonia Palacios, la anciana de 87 años, pasa los días mirando por la ventana.
Antonia, la anciana madrileña de 87 años, aprovecha cualquier ocasión para mirar por la ventana.
Patricia Antón

Un problema que toca la salud mental

La soledad, el aislamiento, la incertidumbre y la continua presencia en los medios de comunicación de las consecuencias más graves de la pandemia, incidiendo en la vulnerabilidad de las personas mayores, han agravado la situación de estrés y ansiedad de la tercera edad

"Afecta mucho", explica Armenteros, "hay una relación directa entre el estrés y el descenso de la capacidad de respuesta inmunitaria". Además, aclara que el miedo provoca que los pacientes traten de minimizar los síntomas para evitar la visita presencial. "Por ejemplo, si tú tenías la tensión elevada o unas cifras altas de glucemia porque eras diabético, intentabas callarlas para no tener que contactar con el médico".

El coronavirus se pasea por las calles, mientras las personas mayores se cobijan en sus casas. Ya no por miedo a contagiarse, sino por una nueva pandemia que arrasa con su salud y cuyo foco se ha visto desplazado por la epidemia. La cronicidad es un mal que como muchos otros, requiere de cuidado y atención, sea para el corazón, sea para la mente

Mostrar comentarios

Códigos Descuento