Golpe de la guerra en Ucrania a la exploración espacial: la ciencia "rompe puentes" por la desconfianza y obliga a suspender misiones

El robot Curiosity, durante su exploración en Marte. El robot Curiosity ha cumplido un año marciano (equivalente a 687 días terrestres) de exploración en el Planeta Rojo, donde ha comprobado que en Marte hubo, alguna vez, condiciones ambientales para la vida, informó la agencia espacial estadounidense (NASA).
El robot Curiosity, durante su exploración en Marte.
NASA / EFE
El robot Curiosity, durante su exploración en Marte. El robot Curiosity ha cumplido un año marciano (equivalente a 687 días terrestres) de exploración en el Planeta Rojo, donde ha comprobado que en Marte hubo, alguna vez, condiciones ambientales para la vida, informó la agencia espacial estadounidense (NASA).

"Me imagino el gran día en que una nave soviética desembarque en la Luna un grupo de científicos, que se unirán a otros británicos y estadounidenses para trabajar en los observatorios con un espíritu de pacífica cooperación y competitividad, en vez de pensar en aspectos militares". Durante la década de los 60, Yuri Gagarin, el primer ser humano en volar al espacio, ya tenía claro que la colaboración entre países sería un elemento fundamental para desentrañar los misterios del universo. Medio siglo más tarde, Rusia ha desoído al mítico astronauta y, con su invasión de Ucrania, ha dinamitado esta sintonía internacional y ha puesto en jaque algunas misiones preparadas durante años.

La guerra desatada por Vladímir Putin hace ahora mes y medio ha logrado traspasar no solo las fronteras internacionales, sino también unas mucho más lejanas, las planetarias. Las sanciones aplicadas contra Rusia por EE UU y la Unión Europea, así como la decisión del Kremlin de poner punto y final a su colaboración con la Estación Espacial Internacional, han tenido ya sus primeras consecuencias en la exploración del firmamento. La Agencia Espacial Europea (ESA) ha suspendido su misión ExoMars, debido a la necesaria participación de Moscú.

La ESA tomó esta decisión sobre esta misión, que debía llevar a Marte el rover Rosalind Franklin para la búsqueda de vida en el planeta, para "alinearse plenamente con las sanciones" al Kremlin, al "deplorar profundamente las víctimas humanas y las trágicas consecuencias de la agresión a Ucrania". ExoMars se convertía, así, en "la primera víctima" espacial de este conflicto, ya que tanto su lanzador (el Protón-M) como su aterrizador (Kazachok) son de fabricación rusa, explica a 20minutos Daniel Marín, divulgador científico y colaborador de Naukas.

"De entrada, se retrasa a 2024, porque las ventanas de lanzamiento a Marte son cada dos años. No obstante, es muy improbable que se cumpla ese plazo. Ahora, la ESA está estudiando si es posible emplear otro lanzador, pero habría que diseñar una nave nueva básicamente. Construir una etapa de descenso supone un gran retraso, se habla de 2030. En mi opinión, esta misión está muerta y no creo que Exomars, con el rover Rosalind Franklin, llegue jamás a su destino. Ojalá me equivoque", lamenta sobre este proyecto, en el que estaban implicados el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) y la Universidad de Valladolid.

Ahora bien, Marte no es el único damnificado. La ESA decidió este miércoles suspender su cooperación con Rusia para el envío de las misiones Luna-25, 26 y 27, al considerar que, igual que con el programa de ExoMars, las sanciones decretadas a ese país imposibilitan el trabajo conjunto. Sin embargo, el Kremlin Rusia afirmó que seguirá adelante con sus por su cuenta con el programa, especialmente la primera.

La Estación Espacial Internacional

Tampoco la EEI se ha librado de las actuaciones del Kremlin, que amenazó con "dejarla caer" si Occidente congelaba la colaboración espacial con Moscú e incluso amagó con abandonar a un astronauta estadounidense que debía volver a la Tierra en una de sus naves. "Si bloquean la cooperación con nosotros, ¿quién salvará a la estación de una órbita incontrolada y de su caída en Estados Unidos o Europa?", escribió en Twitter el director de Roscosmos, la agencia rusa, Dimitri Rogozin.

"En mi opinión, esta misión está muerta y no creo que Exomars, con el rover Rosalind Franklin, llegue jamás a su destino"

"La EEI son realmente dos estaciones espaciales pegadas, el segmento ruso y el estadounidense, y ambos tienen una dependencia mutua. El primero se encarga de elevar la órbita regularmente, que baja debido al rozamiento con la atmósfera, y así evita que se queme. El segundo proporciona la mayor parte de la energía. Además, ahora EE UU cuenta con su propia nave, la Crew Dragon, para trasladar astronautas a la estación", detalla Marín.

Finalmente, Rusia no abandonó a su suerte al astronauta Mark Vande Hei, tal como había amenazado, algo que habría supuesto un "acto hostil, casi de guerra", para el divulgador. Sin embargo, sí hizo definitiva su decisión de dejar de participar en la EEI, tras constatar la negativa de Occidente de levantar las sanciones contra las empresas de Roscosmos. "Realmente no han concretado fechas, así que, mientras no lo hagan, realmente no quiere decir mucho, porque la Estación Espacial Internacional de todas formas hay que retirarla en algún momento entre 2024 y 2030", aclara el divulgador.

Sobre lo complicado de dejar caer la estación, se pronuncia también David Barrado, director científico del Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA), que apunta que la estructura seguiría funcionando "durante cierto tiempo sin el empuje ruso y, probablemente, existen alternativas a este". Y añade: "Las amenazas son una falta de profesionalidad, los acuerdos internacionales hay que cumplirlos. En cualquier caso, si el precio de la dignidad como ciudadanos es la pérdida de la EEI, desde mi punto de vista, qué se le va a hacer. No se pueden admitir el chantaje y estos comportamientos". 

Otros proyectos amenazados

Más allá de la suspensión de ExoMars y de las amenazas de Rusia sobre la EEI, existen otros proyectos amenazados por la ruptura de relaciones entre Occidente y Roscosmos. Uno de ellos es la misión espacial de la ESA Euclid, un telescopio destinado a entender la energía y la materia oscura en el que Barrado está involucrado. "Con él se iba a emplear un lanzador ruso y ahora hay que buscar otro, lo que implica una serie de labores de verificación y calificación. Además, los lanzadores europeos que podrían utilizarse no están preparados y tienen lista de espera", agrega.

Otro de los damnificados por la situación bélica puede ser un proyecto ruso conocido como Spektr-UF u Observatorio Espacial Mundial-Ultravioleta, en el que participa la Universidad Complutense de Madrid con unos detectores. "No obstante, ese proyecto lleva congelado desde la anexión de Crimea en 2014", apunta el divulgador, que menciona también los satélites de posicionamiento Galileo, la sonda Venera-D para explorar Venus y misiones comerciales.

A agravar esta coyuntura contribuye la respuesta de Rusia a las sanciones, su represalia: retirar a todo su personal del Centro Espacial de Kourou, en la Guayana Francesa, desde donde la ESA realiza sus lanzamientos. 

¿Es posible un cambio de paradigma?

Estos acontecimientos no solo han dado al traste con algunas misiones compartidas, sino que suponen un verdadero varapalo para Rusia. Por ejemplo, en el Observatorio de rayos gamma Spektr-RG, que es una misión entre Rusia y Alemania, este último decidió de forma unilateral cortar el suministro de datos de uno de los telescopios al Kremlin, subraya Marín. Además, la suspensión de ExoMars ha empujado a Roscosmos a buscar otros socios con los que lanzar una sonda a Marte y explora posibilidades con los países del Golfo y China. 

"Se está hablando mucho de que Rusia se va a acercar a China, pero está por ver. Es cierto que Moscú lleva muchos años intentando realizar proyectos conjuntos con Pekín en el espacio, pero esta última no parece muy interesada en colaborar con Roscosmos. Hace 10 años, podía estarlo, pero ahora China va sola y no necesita a Rusia, que para muchas cosas es más un lastre que una ayuda", opina.

"Se está hablando mucho de que Rusia se va a acercar a China, pero está por ver"

En este sentido, considera que no se va a producir un "cambio de paradigma" en cuanto a las colaboraciones, sino que se "acelerarán las tendencias" ya existentes en los últimos años, que habían visto a Rusia alejarse de Occidente y tender hacia China, cada vez más "potente e independiente".

El precio a pagar

En este contexto, con un socio -Rusia- que ha demostrado ser "muy poco confiable", es el momento de crear la Agencia Espacial Española, contemplada pero no definida en la nueva Ley de Ciencia. Será preciso, asegura, "un proceso de reflexión" para perfilar este organismo y los "recursos humanos, económicos, tecnológicos necesarios para cumplir las necesidades nacionales de esa explotación científica pacífica del espacio".

Precisamente sobre el papel actual de ese socio poco fiable y la ruptura de relaciones, el director científico del CAB mantiene que es "una pena" que algo así ocurra porque "la ciencia tiende puentes entre sociedades, entre áreas distintas, y es un lenguaje común para todos". Y duda de cómo serán las relaciones una vez terminado el conflicto: "No se puede hacer como si no hubiera ocurrido nada, porque sí ha sucedido algo. Perder la confianza es muy fácil, recuperarla es mucho más complicado".

Y se muestra firme ante la reacción de la comunidad científica: "Tenemos también una responsabilidad social y, si esto nos afecta, qué se le va a hacer. La situación es grave como para dar una respuesta contundente y sistemática a nivel internacional, sobre todo cuando esta tecnología no solo tiene un uso civil y no sabes con quién la estás compartiendo".

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