De Afganistán a Ucrania, la vida entre dos guerras de la joven Rana Alwat: "¿Qué futuro nos espera?"

Refugiados ucranianos esperan en la estación de Chelm, en Polonia, para tomar un tren especial hacia Varsovia.
Refugiados ucranianos esperan en la estación de Chelm, en Polonia, para tomar un tren especial hacia Varsovia.
BARTLOMIEJ WOJTOWICZ / EFE
Refugiados ucranianos esperan en la estación de Chelm, en Polonia, para tomar un tren especial hacia Varsovia.

Rana Alwat solo tiene 26 años y ya ha huido de dos guerras. Lo hizo hace seis años, cuando dejó su Afganistán natal, y lo ha hecho ahora al abandonar Ucrania. Salió del país eslavo el 28 de febrero, cuatro días después de que Rusia iniciase la invasión. Su objetivo es llegar a Alemania pero de momento no ha podido moverse de Varsovia. Desde la capital polaca se muestra desesperada y lanza un mensaje de auxilio: "¿Qué pasará? ¿Qué nos espera?".

"Estoy pasando los peores días de mi vida", continúa a través de una conversación de WhatsApp con 20minutos, antes de compartir una foto de su hijo Iman. El niño de tres años aparece sonriente en la imagen y su madre anhela que recupere esa sonrisa y pueda ser feliz. "Ahora no está bien. Está muy triste y yo estoy muy preocupada por su futuro", lamenta. 

Esta joven dejó su casa en la ciudad de Odesa el 26 de febrero. Una base militar ubicada cerca de la vivienda fue destrozada por las bombas y el miedo se apoderó de la familia. Nacida en la provincia de Jost, en el este de Afganistán, ella ya sabía lo que era vivir bajo el terror. El país asiático sufrió veinte años de hostilidades desde la entrada en 2001 de Estados Unidos y sus aliados hasta su retirada en 2021. El pasado agosto los talibán recuperaban el poder y los derechos de los afganos, sobre todo de las mujeres, retrocedían dos décadas, pero la paz nunca había llegado plenamente. 

"Escapamos de aquella guerra para tener un futuro prometedor. En Ucrania teníamos una vida tranquila y en paz", añora Rana. Ella, el pequeño Iman y sus suegros se montaron en un coche aquel último sábado de febrero camino de la frontera con Polonia. Su marido, de nacionalidad ucraniana, no pudo acompañarles. El presidente, Volodimir Zelenski, impuso la ley marcial al estallar el conflicto, una norma que prohíbe la salida a los hombres de entre 18 y 60 años con el objetivo de que defiendan la nación.

La afgana Rana Alwat, en un colegio de Ucrania.
Rana Alwat, en un colegio de Ucrania.
CEDIDA

El destino era Alemania, donde les esperan unos amigos, pero la desgracia se cebó con ellos y el día 1 de marzo tuvieron un accidente de coche. Sus suegros resultaron heridos y los planes del viaje se vieron frustrados. "Mi suegra está todavía en el hospital. No puede moverse. Los demás estamos viviendo en una habitación que nos ha cedido una familia polaca", cuenta con pesar y espera que alguien les pueda ayudar a finalizar el trayecto. 

Con pasaporte afgano y una tarjeta de residencia ucraniana, esta mujer espera poder conseguir protección internacional en Alemania y espera no tardar mucho en volver a reunirse con su marido. Preguntada por si tiene noticias de él, responde que sí: "Está en peligro constante".

Rana se alegra de que el mundo se haya volcado en ayudar al pueblo ucraniano, pero lamenta que no se hiciese lo mismo con el suyo. "Hace muchos años que los afganos están viviendo en conflicto y no han recibido el mismo trato. Pedimos a la comunidad internacional que también les ayude", implora, a la vez que exige al Gobierno de su país que permita que las niñas vayan al colegio. La entrevista finaliza con una reiteración: "No queremos que Afganistán quede en el olvido. Todos somos humanos". 

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