Sin otra cosa que los documentos de identificación, hace un mes Ihor Zhytnyk montaba a sus tres hijos menores en un coche y huía de Kiev. Rusia había iniciado la invasión de Ucrania y no era seguro permanecer allí. Salió creyendo que estarían fuera tan solo por un par de días pero finalmente tuvo que poner rumbo a Asturias, donde ya les esperaban su mujer y otras tres hijas. Ahora no sabe cuándo podrán regresar a su tierra. Y cuando ese momento llegue desconoce qué se encontrarán. 

"Con Kira somos una familia numerosa especial": los madrileños acogen a refugiados de Ucrania

"La gente quisiera volver cuando la guerra acabe pero muchos no tendrán adonde porque sus casas han sido bombardeadas y lo han perdido todo. Para mi familia está siendo muy duro porque lo han dejado todo atrás. Se vinieron sin nada", relata Anastasia, una de las hijas de Ihor. Esta chica de 24 años lleva en Gijón desde hace tres. También reside en la ciudad asturiana su hermana María, de 17, que llegó hará unos cinco meses. La madre de ambas y una tercera hermana vinieron a visitarlas en febrero y ya no pudieron coger el vuelo de vuelta, reservado para el 6 de marzo.

Anastasia desconoce en qué situación se halla la casa de sus padres pero sí sabe que la de sus suegros, que permanecen en Kiev, está entre las que han sido destruidas. En Ucrania se han quedado también sus tres hermanos mayores de edad. "Están bien. No pueden salir pero por ahora no les han obligado a luchar", cuenta en referencia a la ley marcial. Desde el inicio del conflicto, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha prohibido la salida a los hombres de entre 18 y 60 años con el objetivo de que defiendan la nación. Ihor pudo cruzar la frontera por estar a cargo de tres menores, de 10, 12 y 15 años. 

Casi cuatro millones de exiliados

Los cuatro fueron de los primeros ucranianos en llegar a España huyendo del horror y lo lograron gracias a la intervención de la ONG Expoacción. Desde entonces el Ministerio del Interior ha concedido 23.870 solicitudes de protección temporal en el marco del éxodo de refugiados más rápido desde la II Guerra Mundial. De los más de 3,8 millones de personas que han abandonado Ucrania, según Acnur, la gran mayoría permanecen en los países del entorno, principalmente en Polonia. 

La protección temporal puede solicitarse en los Centros de Acogida, Recepción y Derivación del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones o en las cerca de 80 comisarías de Policía habilitadas al efecto. La familia de Anastasia ha pedido cita en una de ellas y está a la espera de poder tramitar esa documentación. Contar con ella permitiría a sus padres optar a un puesto de trabajo y empezar a reconstruir su vida. Mientras, residen en un piso facilitado por Expoacción, que ya ha mediado para la llegada de unas 170 personas, en un proceso que continúa. 

Esta ONG puso en marcha su programa Vacaciones en Paz hace 16 años y desde entonces se ha encargado de traer al Principado en periodos estivales y Navidades a niños ucranianos de orfanatos y de familias desfavorecidas. Esa experiencia le ha permitido ahora realizar las gestiones necesarias para poder sacar a algunos de ellos de la guerra. La mayoría vienen en este caso con uno de sus progenitores o con algún tutor. 

"Son núcleos familiares con una media de cinco miembros, normalmente una madre o una abuela y varios niños", explica Jorge González. El presidente de la entidad agrega que también se les están acercando ucranianos ajenos al programa a los que derivan a las ONG encargadas de la acogida inicial de extranjeros. En función de la provincia se ocupan de ello la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), Cruz Roja o Accem. 

Expoacción está acomodando a los refugiados a su cargo en dos centros de los que dispone y cuenta con el ofrecimiento de centenares de asturianos que se han prestado a acogerlos en sus casas. Además de ofrecerles alojamiento y ayudarles con el papeleo, la organización les está proveyendo de comida y ropa y está poniendo a su disposición atención psicológica y clases de español. 

"Estoy haciendo de traductora", afirma Anastasia. Sus padres no saben castellano y los más pequeños tampoco. A la espera de ser escolarizados en unos días, los niños se muestran nerviosos. "Les preocupa cómo van a poder aprender sin conocer el idioma", comenta su hermana mayor, convencida de que superarán ese escollo.