SOS de fabricantes de mascarillas: "Si a las importaciones no se les exigen los mismos controles, desapareceremos"

  • Empresas del sector crean una asociación para reclamar protección frente a una competencia desigual.
  • "España y Europa no pueden permitirse el lujo de depender de otros países en ciertas cosas", afirma su presidente.
  • Todos los socios pertenecían a otras industrias y se replantearon sus modelos de negocio cuando estalló la pandemia.
Canarias pierde unos 5.000 habitantes en 2020, coincidiendo con la pandemia, y su población supera los 2,1 millones
Personas con mascarilla paseando por la calle Castillo, en Santa Cruz de Tenerife.
AYTO
Canarias pierde unos 5.000 habitantes en 2020, coincidiendo con la pandemia, y su población supera los 2,1 millones

Cuando estalló la pandemia, en España apenas había empresas dedicadas a la fabricación de mascarillas. La inesperada y virulenta irrupción de la Covid nos pilló sin provisiones de un artículo que en cuestión de semanas pasó de tener un uso circunscrito a espacios muy concretos a ser masivo. Para hacer frente a esa situación, empresarios de sectores muy diversos decidieron reinventarse y realizar todos los trámites necesarios para poder ser fabricantes de una protección individual clave en esta crisis sanitaria. Ahora, poco más de un año después, se ven en peligro y se han unido para defenderse.

"Cuando toda la población empezó a necesitar ese elemento de protección nos dimos cuenta que no había un sector nacional capaz de cubrir esa demanda, que dependíamos de otros países. Eso tiene un coste económico. Se han pagado mascarillas a precio de oro. Pero también tiene tiene un coste en vidas. A lo mejor si hubiésemos estado protegidos desde el principio hubiésemos partido de una situación más favorable", apunta Francisco Sánchez en una entrevista con 20minutos. Él es el presidente de la recién creada Asociación Española de Fabricantes de Mascarillas, Batas y EPIs (OESP), una entidad que cuenta con 16 socios. Entre todos son capaces de producir más de 135 millones de mascarillas al mes y en el último año han creado más de 550 empleos directos. 

Estas compañías están preocupadas por su futuro. Según los datos de la organización, entre marzo y abril de 2020 se concedieron un centenar de licencias para la producción de este producto, de las que hoy solo sobreviven la mitad. 

Afirman que nacen con el objetivo de combatir las malas prácticas existentes en la industria, ¿cuáles son y qué es lo que más les preocupa? Combate suena a confrontación y quizás no sea la palabra más adecuada. Lo que queremos es que todos juguemos con las mismas reglas. A nosotros se nos exigen parámetros que tenemos serias dudas de que sean iguales en otros sitios, como pueden ser ciertos países del sudeste asiático. Queremos que todos fabriquemos el producto en las mismas condiciones de exigencia. A nosotros se nos exige que cada unidad esté sometida a un control de limpieza microbiana pero nadie se encarga de verificar que lo importado lo cumpla.

¿Son productos más económicos? Claro. Fabricar con unas normas más laxas es más barato. Si a las importaciones no se les exigen los mismos controles, desapareceremos. 

Pero esas importaciones tienen que cumplir ciertas normas de calidad que establece la UE. Sí. Tienen que traer su certificado en regla. Un producto mal etiquetado no se puede vender. Pero se ha dado el caso de que la Agencia Española del Medicamento (Aemps) ha tenido que emitir una lista de mascarillas con un etiquetado que a posteriori se ha demostrado que era falso. ¿Qué pasa con la gente que las llevabas, que pensaba que estaba protegida y que de repente se entera de que no? Hay una serie de consecuencias. No decimos que todo el producto importado esté mal. Lo que pedimos es que los controles sean los mismos. Nadie se preocupa de verificar cómo se fabrican esas mascarillas en origen.

¿Han tenido contactos con la administración? Los estamos teniendo a nivel europeo, nacional y regional. Cualquier persona de cualquier color político entiende y empatiza con nuestra situación pero necesitamos un protección real, que cuando un fabricante dice que su mascarilla funciona se lleve a un laboratorio y se compruebe. La propia administración también podría ayudarnos mucho a la hora de las contrataciones. El único criterio que sigue es el precio y si solo se valora el precio, tenemos una desventaja grande.

¿Cómo se puede defender el consumidor? Hemos creado un sello bajo el nombre OESP para que identifique cualquiera de los productos que producen nuestros asociados. Así podrá saber que tiene todas las garantías de calidad y de supervisión de la Aemps porque todos tenemos licencia sanitaria. Lo hemos hecho para facilitarle las cosas al consumidor, que ha estado bombardeado y que no tiene por qué saber si la etiqueta está bien o mal.

Francisco Sánchez, presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Mascarillas, Batas y EPIs (OEPS).
Francisco Sánchez, presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Mascarillas, Batas y EPIs (OEPS).
OEPS

¿Cómo vivieron el estallido de la pandemia? Somos un grupo de empresarios que vivimos la pandemia como todos, con esos anuncios constantes de que faltaba material sanitario, el uso de las bolsas de basura… Por otro lado, nos vimos con los negocios muy parados. Ante esa doble situación, la respuesta fue muy natural. Muchos de nosotros no teníamos experiencia en el ámbito sanitario. Yo por ejemplo me dedicaba a la impresión. Pero nos pusimos a investigar y nos reconvertimos muy rápido. La gran garantía en España es que tenemos una agencia que supervisa todo el proceso.

¿Cómo fue esa reconversión? La primera travesía del desierto cuando uno entra en el mundo sanitario sin tener ni idea es sacarse la licencia de fabricación sanitaria. Y eso que los funcionarios de la Aemps han hecho un trabajo extraordinario. Tienes que leerte muy bien la normativa, saber qué tipo de requisitos cumplir, qué tipo de instalación construir, qué procedimiento seguir… Y todo eso es auditado en unos meses por la agencia. Ahí vas a saber si te conceden el permiso o no. Es una apuesta porque tú ya has invertido. Ese primer paso a mí especialmente me desgastó muchísimo. Pero es verdad que ese proceso te prepara y habilita para ser un fabricante con garantías.

¿Han hecho un trasvase de la plantilla a la nueva actividad? No puedo hablar por todas las empresas, pero en las que conozco, y por supuesto en la mía, casi siempre son puestos nuevos. En algún caso aprovechas parcialmente pero es un tema muy específico. Hace falta un director técnico sanitario, operarios de máquinas determinadas, gente de mantenimiento de un tipo de maquinaria que tu equipo no está acostumbrado a ver…

¿Mantienen la línea de negocio inicial? Nosotros sí y la mayoría también, pero algunas no han podido. Somos empresas muy diversas pero casi todas familiares, pequeñas y rápidas. Una empresa grande es más lenta a la hora de reinventarse.

Ya se empieza a hablar de flexibilizar el uso de las mascarillas. ¿Se han preparado para un descenso en la demanda? Sí, pero quedará un mercado que habrá que atender y creo que nos tenemos que plantear, no solo España sino también Europa, no depender en ciertas cosas de otros países. Es un lujo que no nos podemos permitir. Sabemos que va a caer la demanda, no sabemos cuánto, y estamos preparando alternativas, cada uno en su empresa, a su ritmo y dentro de sus posibilidades. Pero lo que más nos preocupa es que no se nos proteja en absoluto, que este sector desaparezca y que en otra situación como esta volviésemos a estar con las imágenes de marzo. A la primera llamada hemos acudido unos cuantos pero ahí ya no acudiría nadie.

¿Cree que, aunque no de forma tan masiva, se seguirán utilizando? Creo que hay un aprendizaje y una concienciación del riesgo. En espacios abiertos es donde menos se va a necesitar pero habrá gente que se sienta más segura con ella en determinadas situaciones: en hospitales, en el transporte público... No hay proporción entre lo que cuesta y el riesgo que evita. Este invierno por ejemplo apenas ha habido casos de gripe. Habrá que valorar también qué ahorro supone al sistema público sanitario evitar todas esas enfermedades de transmisión aérea.

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