El perfil del delincuente de odio: español, joven, consumidor de droga, con educación básica y desempleado

  • El estudio de la Secretaria General de Instituciones Penitenciaras ha hecho un perfil de los condenados por delitos de odio
  • El 66,7 por ciento tiene entre 18 y 30 años de edad, y a medida que la edad aumenta el porcentaje disminuye.
  • Más de un tercio reconoce haber sufrido maltrato físico o psicológico por parte de sus padres u otros familiares.
Un preso ha logrado burlar la vigilancia de la cárcel Modelo de Barcelona, que en pocos meses cerrará sus puertas, y se ha encaramado al tejado de la prisión, donde aún permanece bajo vigilancia policial, sin que por el momento haya manifestado sus intenciones.
Imagen de archivo de un preso en la cárcel Modelo de Barcelona
Quique García / EFE / Archivo
Un preso ha logrado burlar la vigilancia de la cárcel Modelo de Barcelona, que en pocos meses cerrará sus puertas, y se ha encaramado al tejado de la prisión, donde aún permanece bajo vigilancia policial, sin que por el momento haya manifestado sus intenciones.

Español, joven, consumidor temprano de drogas, con educación básica, maltratado por sus progenitores o tutores, desempleado generalmente y miembro de grupos ultras. Es el perfil del delincuente de odio, que actúa para buscar emociones, por venganza o para defenderse de los extranjeros que invaden su territorio.

Esta es una de las conclusiones del estudio llevado a cabo por la Secretaria General de Instituciones Penitenciaras en colaboración con investigadores de la Fundación para la Investigación Aplicada en Delincuencia y Seguridad (FIADYS).

Se trataba de conocer el perfil más común de las personas condenadas por delitos de odio, tanto con cárcel como con penas alternativas a la prisión.

Un estudio que se ha presentado este martes en la primera sesión de las jornadas organizadas por la Universidad Pontificia de Comillas sobre "La aplicación de la evidencia científica en el tratamiento penitenciario y en las medidas comunitarias", inauguradas por el secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Luis Ortiz.

La presentación del informe sobre el delincuente de odio ha corrido a cargo de Javier López, de la Oficina Nacional de Lucha contra los Delitos de Odio, y la profesora de la Universidad de Comillas Meritxel Pérez.

Según ese estudio, el retrato del delincuente de odio es el de un hombre español, soltero o sin pareja, que convive con su familia, con un nivel educativo básico, sin trabajo remunerado o con escasos ingresos.

El 66,7 por ciento tiene entre 18 y 30 años de edad y a medida que la edad aumenta, el porcentaje disminuye hasta desaparecer en el grupo de mayores de 60 años.

Tan solo dos de cada diez es independiente de su familia o vive en pareja. La mayoría, el 48,5 %, tiene el graduado escolar y el 27,3 % ni siquiera ha conseguido esa titulación de educación básica.

Con relación a la situación laboral, el 33,3% cuenta con un trabajo por cuenta ajena o es autónomo. El resto, está desempleado o en otras situaciones.

En cuanto al perfil criminológico, el 70 % son consumidores de substancias tóxicas, con una edad de inicio alrededor de los 15 años.

Más de un tercio reconoce haber sufrido maltrato físico o psicológico por parte de sus padres u otros familiares y la mayoría se relaciona con un grupo de ideología de odio (neonazis, ultras de fútbol u otro).

No cuentan con un historial delictivo previo de gravedad y son violentos con personas ajenas a su núcleo familiar o de amigos.

El estudio ha concluido que existen tres tipos de perfiles delictivos. Uno de ellos es el "buscador de emociones", con prejuicios hacia minorías y colectivos vulnerables y que cometería agresiones en grupo.

Otro de los perfiles es el del "vengativo", que adapta una actitud agresiva ante una supuesta ofensa hacia su persona o grupo. Además, tiene dificultad para identificar sentimientos.

El tercer perfil es del "defensivo", que protege el territorio de personas extranjeras a las que percibe como amenaza.

Durante la inauguración, Ortiz ha subrayado que "la experiencia práctica de los profesionales penitenciarios y el aporte científico de la Universidad son la mezcla ideal para afrontar los retos derivados de una nueva realidad criminógena".

Ortiz ha recordado la apuesta de la actual Administración penitenciaria por "la introducción de nuevas vías de intervención como la Justicia restaurativa, la potenciación del medio abierto para el cumplimiento de las penas o el tratamiento de delitos contra la seguridad vial, la delincuencia económica, la radicalización violenta o los delitos de odio".

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