La contracrónica del segundo debate: Casado y Rivera se enfrentan, Iglesias trata de moderar y Sánchez, más combativo

Los candidatos, durante el debate.
Los candidatos, durante el debate.
EFE
Los candidatos, durante el debate.

El partido de vuelta suele ser el que más exige. En el que se necesita arriesgar. Los cuatro candidatos a la presidencia del Gobierno trataron de no guardarse nada y protagonizaron un encuentro más ágil, pero también con un mayor nivel de confrontación.

Sánchez empezó el debate con una posición moderada, aunque quiso marcar territorio desde el primer momento: "Yo no he pactado con los independentistas: es falso, no es no y nunca es nunca". Gesticulando más, centró sus ataques en Casado y Rivera, a quienes acusó de ser "cómplices de la ultraderecha", en referencia a Vox.

Lanzó aquí un dardo al presidente naranja: "Qué decepción, señor Rivera". Se le notó incisivo al rechazar la violencia machista, sobre la que repitió que "cuando no es un sí, es no". Estuvo amable con Iglesias y trató de reforzar el bloque de la izquierda al decir que el debate se estaba convirtiendo en unas "primarias" en la derecha: "A ver quién dice la burrada más grande". Sonrió ante los ataques de PP y Cs. Además, se dirigió en todo momento a Vicente Vallés, dejando en un segundo plano a Ana Pastor.

Casado se lanzó a la confrontación

El segundo debate mostró a un Casado más decidido a confrontar, principalmente con Sánchez, aunque también en varias ocasiones con Rivera. Comparó, además, la gestión de Aznar y Rajoy con la de Sánchez. Buscó reivindicar sus propuestas económicas acompañándolas de datos. Con una sola frase quiso marcar distancias con los partidos más nuevos (Ciudadanos y Podemos): "El multipartidismo genera inestabilidad".

Modificó notablemente su posición respecto a Rivera para recuperar terreno respecto al primer debate. Fue mucho más beligerante con Cs. Por otro lado, ve al líder socialista como una "muñeca rusa" que lleva dentro "a los independentistas y a los batasunos". El popular se ve con serias opciones tras el 28-A: "Me presentaré a la investidura y el que quiera apoyarme, que lo haga".

Iglesias: coalición y "respeto"

Un Gobierno de coalición. Eso es lo que quiere un Pablo Iglesias que casi se vistió de moderador por momentos. "Me está dando vergüenza cómo se está desarrollando este debate". Pidió alejarse de los insultos y trató en todo momento de seguir el camino de los bloques. ¿Su objetivo? Elevarse como la única alternativa de izquierdas y como una pieza necesaria para que Sánchez "cumpla".

Iglesias buscó estar muy implicado en proponer y corregir lo hecho por los otros tres partidos. Manutvo el ceño fruncido en todo momento, con un rictus mucho más serio. "En nombre del movimiento feminista no puede hablar ningún partido", afeó al resto de fuerzas, después de poner sobre la mesa que de cara a las elecciones no vale con "vencer", sino que hay que "convencer": puso como ejemplos a Arrimadas y Díaz.

Rivera aceleró contra todos

Fue, seguramente, el candidato que menos modificó su estrategia de un debate a otro. En ciertos momentos aceleró y no huyó del choque con el resto de candidatos. Sacó incluso un listado de implicados en casos de corrupción del PSOE. Repitió escenificación con fotos: si el lunes sacó la de Torra con Sánchez, ayer optó una imagen de la cena de Otegi con la líder de los socialistas vascos y otra de las amenazas de los independentistas a él mismo y al juez Llarena.

Aprovechando el día del libro, entregó a Sánchez un ejemplar de su propia tesis, insinuando que no se la había leído. En respuesta, recibió la biografía de Santiago Abascal en uno de los momentos más llamativos del debate. También chocó con Iglesias al preguntarle si era "el árbitro". Para él, Sánchez "quiere tomar por tontos a todos los españoles" y sigue "viviendo en el Falcon". El siguiente paso después de este carrusel, corto pero intenso, de debates ya serán las elecciones.

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