Referéndum, debate... ¿Qué diferencias y parecidos hay entre los procesos escocés y catalán?

Un niño sostiene en Edimburgo una bandera de Escocia de apoyo al "sí" en el referéndum sobre la independencia.
Un niño sostiene en Edimburgo una bandera de Escocia de apoyo al "sí" en el referéndum sobre la independencia.
EFE
Un niño sostiene en Edimburgo una bandera de Escocia de apoyo al "sí" en el referéndum sobre la independencia.

Apoyo mayoritario a la unión. Tras más de dos años de preparación y debate público, este pasado jueves se ha celebrado en Escocia el referéndum de autodeterminación en el que los ciudadanos escoceses han decidido si independizarse o no del conjunto del Reino Unido. El resultado ha sido favorable al 'No', que ha obtenido un 55,3% de los votos. La expectación respecto a esta votación refrendaria ha sobrepasado las fronteras británicas y ha concitado la atención de toda la UE y buena parte del mundo, con especial incidencia en España.

El motivo no es otro que el proceso soberanista que en paralelo se vive desde septiembre de 2012 en Cataluña. De cómo se desarrollaba el referéndum escocés y, sobre todo, del resultados, han estado pendientes tanto partidarios como detractores de la reclamación sobre el reconocimiento del llamado "derecho a decidir" de una parte sustancial de la sociedad catalana. La fuerte remontada protagonizada por el "sí" en las encuestas escocesas —había llegado a ponerse primero a falta de 10 días para la votación— disparó las expectativas de los favorables a la independencia, y puso en tal situación de alarma a los unionistas que incluso el premier David Cameron suplicó a los escoceses para que no se fueran.

Pese a que unos y otros han reiterado que los procesos catalán y escocés van por caminos distintos, es innegable que el desarrollo y el resultado de Escocia influirá, decisivamente o no, en lo que ocurra a partir de entonces en Cataluña. Y es que una solución favorable a la primera secesión democrática en el seno de la Unión Europea podría haber marcado un precedente histórico a partir del cual se reforzaran las aspiraciones independentistas o soberanistas en otros territorios. Por contra, un resultado claramente favorable a la unión puede mandar un mensaje de refuerzo a estas posiciones.

¿Cuáles son los orígenes de uno y otro conflictos? Tal como destaca Carles A. Foguet —politólogo y editor del blog y think tank Cercle Gerrymandering— "es difícil aislar una única variable que realmente explique dos procesos tan complejos". Sin embargo, apunta que la teoría sobre las secesiones sí que pone como condición "una identidad nacional sin un estado que la respalde y el convencimiento de que independizarse va a mejorar la situación actual. Lo primero parece indudable que existía en ambos lugares, pero las encuestas señalan que el apoyo a la causa independentista ha crecido más y más deprisa que el cambio en la identificación nacional de la ciudadanía. Así que parece que el detonante de ambos procesos tiene que estar en el cuestionamiento del statu quo". Esta constatación del hartazgo con la situación política y económica también la hace suya el economista Gerard Padró, profesor en la London School of Economics: "Hay como mínimo mucha gente cabreada con el statu quo".

Una voluntad de mayor soberanía

Los gobiernos escocés y catalán (y buena parte de las respectivas ciudadanías) comparten razones: "La voluntad de una mayor soberanía para el grupo nacional. A nivel internacional, la globalización económica y la existencia de instituciones supranacionales como la UE favorecen este tipo de demandas ya que los Estados pequeños son cada vez más capaces de sobrevivir", opina Laia Balcells, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Duke (EE UU).

La voluntad de mayor soberanía, en el caso de Escocia no pasaba inicialmente por una demanda de independencia, tal como señala José Fernández Albertos, politólogo e investigador del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC: "No había un hartazgo de Londres. Había una demanda de mayor autogobierno, en parte generada por la buena gestión que el Gobierno de Salmond ha hecho en el poder. El referéndum con claridad sobre la independencia, no se olvide, fue una imposición de Cameron, que no quería la famosa Devomax [autonomía fiscal completa para Escocia], que era la petición que realmente hacía Salmond". En Cataluña, por contra, el origen está más relacionado con una percepción cada vez más atractiva de la idea de independencia, producto en parte de una sensación de "maltrato que tiene muchas vertientes (fiscal, cultural...)" por parte de España.

"Las razones son múltiples, tanto en un caso como en otro", opina Pau Marí Klose, profesor de Sociología de la Universidad de Zaragoza, quien sin embargo destaca lo que en su opinión es un factor común clave: El rechazo al partido de Gobierno. "En ambos casos las razones de este rechazo son históricas. En Escocia se rechaza un partido conservador asociado a las políticas de Thatcher y, en la actualidad, a las amenazas al sistema público de bienestar. En España, la hostilidad al PP nace en la Transición, al cargar con el estigma del franquismo. A diferencia de lo que sucede en el resto de España, ese estigma apenas se corrige con el paso del tiempo, y se intensifica en los últimos años como consecuencia de las acciones del PP en materia identitaria (recurso contra el Estatut, declaraciones de ministros, negativas a negociar cualquier concesión...)", argumenta.

Aunque los protagonistas evitan hacerlo explícitamente, se comparan frecuentemente los conflictos políticos en Cataluña y Escocia. ¿Por qué? "Son procesos distintos, pero al transcurrir al mismo tiempo se transfieren el uno al otro una especie de legitimidad de cara a la opinión pública internacional", señala el politógo Víctor Lapuente, investigador de la Universidad de Gotemburgo (Suecia). No es la primera comparación; hace unos meses el conflicto separatista de Crimea (Ucrania) también enfrentó a políticos catalanes. Pero, ¿tienen fundamento estas comparaciones? ¿Son mayores las similitudes o las diferencias? ¿Qué características definen a cada proceso?

Similitudes

  • Movimientos pacíficos y democráticos: Más allá de las polémicas y los discursos de enfrentamiento, ambos procesos han discurrido hasta por cauces estrictamente democráticos y pacíficos hasta el momento. Incluso propuestas rompedoras como la del líder de ERC, Oriol Junqueras, de saltarse la legislación española, entraría dentro de las llamadas formas de protesta no violenta. "También es interesante el carácter cívico de los nacionalismos catalán y escocés: En ambos casos es principalmente la residencia [y no la identidad] lo que determina el voto en un referéndum o consulta", puntualiza la profesora Balcells.

  • Famosos en apoyo de una y otra opción: J. K. Rowling, Sean Connery, Josep Carreras, The Proclaimers, Estopa, Mick Jagger... famosos y líderes de opinión de uno y otro territorios han mostrado su punto de vista respecto a una votación secesionista. Especialmente activas han sido las celebridades inglesas y escocesas, que no solo no han dudado en hacer pública su opinión, sino que buena parte de ellos han colaborado financiando las campañas de uno y otro signo. Recientemente, referencias para el público como el exBeatle Paul McCartney, la actriz Judi Dench o el científico Stephen Hawking firmaron una carta abierta (Permanezcamos juntos, ver vídeo abajo) en la que animaban a los escoceses a votar en contra de la separación, si bien entienden que la decisión definitiva pertenecía solo a ellos. En general, la variedad de opiniones han sido la nota dominante en Reino Unido, con escoceses como Sir Alex Ferguson (exentrenador del Manchester United) o el actor Ewan McGregor apoyando la unión, e incluso ingleses como el cantante Morrisey a favor de la secesión. En Cataluña, por su parte, las manifestaciones de celebridades han sido relativamente habituales, si bien los más movilizados, sumándose activamente y empleando tiempo y recursos, pertenecen al colectivo independentista (actores como Sergi López o Juanjo Puigcorbé se han proclamado abiertamente secesionistas).



  • Estados plurinacionales: Tanto Reino Unido como España son actualmente Estados plurinacionales, en el sentido de que albergan distintas identidades nacionales ("nacionalidades" según la Constitución Española) sumidas todas en una misma nación política. Las semejanzas se acaban aquí, ya que ambos Estados han dado respuestas distintas a las reclamaciones soberanistas. "Históricamente, mientras España y Francia construyeron o intentaron construir el Estado-Nación a partir de la asimilación de minorías nacionales/étnicas, el Reino Unido tuvo unos fundamentos algo más inclusivos", señala Balcells, quien apunta además que la Unión de Escocia e Inglaterra "tuvo lugar en 1707 con el Tratado de la Unión, que no suponía ni colonización ni asimilación forzosa, sino un acuerdo que permitió a las élites escocesas participar en el Gobierno británico mientras preservaban algunas instituciones y una identidad nacional separada. Actualmente, España y Francia son todavía contrarios a ajustar el núcleo de su arquitectura constitucional hacia algún tipo de reconocimiento plurinacional", concluye.

  • Estados pequeños en un mundo globalizado: Casi todos los académicos consultados coinciden en que la actual situación económico política actual pone más fácil que nunca la existencia y viabilidad de estados más pequeños. "Podemos discutir de cuáles serán los costes de tener instituciones, regulaciones, etc diferentes, pero es evidente que nadie espera que cualquiera de estos nuevos estados viva bajo condiciones de autarquía (en las que ser un país pequeño sí sería especialmente costoso)", indica el profesor Fernández Albertos, quien también apunta a una cada vez mayor demanda por "decidir sobre nuestras cosas" entre la ciudadanía a raíz de la crisis económica e institucional. Para Lapuente, por su parte, el contexto de la Unión Europea es clave también: "Como los estados no compiten tanto militarmente (lo que requiere grandes tamaños y hace disfuncionales los movimientos independentistas de regiones más o menos pequeñas) sino en capital humano, los estados pequeños son más factibles que nunca", puntualiza.

  • Una derecha estatal casi inexistente: La irrelevancia del partido hegemónico de la derecha en el ámbito estatal es un punto de coincidencia clave, según los académicos consultados por este diario. Ni los conservadores británicos (tories) en Escocia, ni el Partido Popular en Cataluña han logrado históricamente cuotas de representación mayoritarias. Bien al contrario, sus opciones se han visto relegadas, elección tras elección, a una clara minoría. En el caso de Escocia esta disonancia es especialmente conflictiva, ya que este territorio suele ser una plaza fuerte de la socialdemocracia. Así, las preferencias políticas relacionadas con la economía, el gasto social, etc, de uno y otro gobiernos se han visto frecuentemente en contradicción. "En el caso escocés es particularmente atractiva la idea de mover el centro ideológico del país a la izquierda, nunca más un Gobierno tory es un lema muy atractivo en un lugar en el que los conservadores son muy activos y terriblemente impopulares", reflexiona Fernández Albertos. En Cataluña, por su parte, si bien existe también una marcada falta de apoyo a la derecha española, las políticas no encuentran tanta contradicción, ya que el partido mayoritario catalán ha sido históricamente conservador (CiU). Aunque el profesor Lapuente matiza esta cuestión: "En Cataluña también detecto un catalizador del sentimiento nacional en una reacción frente a lo que interpretan como un desempeño de la clase política en la crisis económica, política e institucional que vivimos", señala.

  • Independentismo creciente y acelerado: Cuando Cameron dio su visto bueno a que Escocia celebrara su referéndum independentista, el apoyo popular a esta opción (basándonos en las encuestas recogidas por la BBC) apenas lo expresaban uno de cada tres escoceses. Pero el devenir de la campaña y la habilidad de los secesionistas logró acercar poco a poco las posturas en apenas meses. Tanto que a apenas diez días de la votación el SÍ lograba adelantar por primera vez al NO en una encuesta. En Cataluña, durante años la opción nétamente independentista fue minoritaria, si bien con un crecimiento sostenido. En una encuesta del CEO (centro de Estudios de Opinion de la Generalitat) de junio de 2011, por ejemplo, apenas un 25,5% de la ciudadanía catalana se definía como "nétamente independentista". Pero ante el empeoramiento de la crisis económica, con la mayoría absoluta del PP y tras la sentencia que modificaba el Estatut de Catalunya, la preferencia política por la independencia experimentó una subida fulgurante: Apenas un año después ya eran más de la mitad (un 51%) los que optaban por separarse del resto de España, y dos después la inclinación por esta vía volvía a situarse en máximos, con un 58% de preferencia por parte de la ciudadanía. Estas preferencias, que según algunos investigadores no se muestran de una forma clara, parecen haberse templado, si bien siguen rondando el entorno de la mayoría, según los sondeos del CEO. Así, a finales de abril de este año eran un 47% de los catalanes los que optaban por un estado propio independiente.

  • El referéndum como vía de solución de un conflicto: Frente a opciones violentas, y frente a vías pactistas de avance autonomista, los promotores de los procesos escocés y catalán emplean el método del referéndum (o una consulta) como instrumento para resolver el conflicto. Así, en opinión de la profesora Balcells, "las reclamaciones defendiendo la secesión como una expresión de un principio democrático han sido alentadas por procesos de consolidación democrática". Es decir, que de acuerdo con estos movimientos, el plebiscito sería un método efectivo para mostrar las preferencias de una determinada comunidad nacional. (NOTA: En el gráfico inferior se pueden ver las horas a las que se conocerán los datos).

Mapa sobre el referéndum independentista en Escocia.
  • De los datos al sentimentalismo: En Escocia, buena parte del debate soberanista se afrontó de una forma práctica, poniendo el acento en la futura viabilidad del país, la crisis económica, el mantenimiento o no de la libra, la adopción del euro o los ingresos derivados de los abundantes recursos petrolíferos. En Cataluña, por su parte, el viraje ideológico y programático de CiU se produjo tras la negativa de Mariano Rajoy a abordar un cambio en el modelo de financiación autonómica. Ante la imposibilidad de obtener un sistema similar al conocido como cupo vasco, el partido en el Gobierno catalán radicalizó sus posiciones y asumió el soberanismo como una solución. Y es que son ya varias décadas en las que las autoridades catalanas denuncian un trato fiscal injusto por parte del Estado central. Argumentan que el sistema les supone un déficit financiero de unos 16.000 millones de euros todos los años (dinero que se va en solidaridad interterritorial). Pero los argumentos del expolio, tal como constata el profesor Ignacio Urquizu, politólogo de la Universidad Complutense de Madrid, han ido dando paso a otros de corte más identitario y sentimental, relacionados con el indefinido "derecho a decidir", con la ilusión por construir un nuevo país o la obtención de una hasta ahora inexistente libertad. Para el sociólogo Pau Marí Klose, por su parte, "se ha exagerado la calidad del debate en Escocia. El SNP ha hecho correr bulos acerca de las consecuencias de permanecer en Gran Bretaña y estar expuestos a los recortes del Estado de bienestar del partido conservador. Han exagerado posiblemente los recursos petrolíferos disponibles y el bienestar social que generarían —Escocia como la nueva Noruega— (...)En el otro lado, desde el Gobierno central y la campaña Better Together [mejor juntos] se producen los mismos discursos sobre consecuencias económicas y políticas funestas de la independencia (salida de la UE) y se amenaza además con la exclusión de la libra", concluye.

Diferencias

  • Respuesta de los Estados, negociación vs bloqueo: Una de las principales diferencias entre uno y otro proceso es la reacción que ha tenido uno y otro gobiernos. En el caso escocés, fue el propio Cameron el que propuso el referéndum, toda vez que no estaba dispuesto a ceder las competencias que reclamaba el primer ministro de Escocia, Alex Salmond, y las encuestas de entonces mostraban un apoyo popular minoritario a este opción (cabe destacar que ahora Londres ofrece esta mayor autonomía pese al triunfo del "no"). Enseguida se abrió una negociación abierta y legal de la que salieron, tanto una pregunta clara, como una fecha, como un libro blanco con reglas estrictas sobre cómo abordar la campaña y el momento posterior. Por contra, en España el proceso se ha visto marcado por el bloqueo y la unilateralidad. Bloqueo del Gobierno central, que en todo momento ha rehusado abrir siquiera el melón soberanista (desde el inicio la amenaza ha sido impedir legalmente cualquier votación al respecto) y unilateralidad por parte del Parlament y el Govern, que han diseñado los plazos, las preguntas y la estrategia a su antojo y sin negociar, lo que ha abundado en la inseguridad jurídica del proceso. "El proceso en Reino Unido ha sido bilateral; en cambio, desde el Gobierno español no ha habido ninguna voluntad de negociación ante las demandas del Gobierno catalán y las explícitas demandas de la ciudadanía. Esto hace que el proceso catalán sea inevitablemente unilateral y rupturista", concluye Balcells.

  • Referéndum legal vs ilegal: El propio ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, que este martes ha insinuado una hipotética suspensión de la autonomía catalana, llegó a reconocer que España admitiría la entrada en la UE de una Escocia independiente, ya que el proceso se habría realizado de forma acorde a la legalidad. Y es que si bien el problema no solo es de tipo legal, la situación del referéndum escocés y la consulta catalana distan entre sí: "En Escocia llevaron a cabo un referéndum con toda la legitimidad y cuyo resultado va a ser respetado por ambas partes mientras que en Cataluña todos los indicios parecen indicar que no va a ser así. Claro que esto es solo la consecuencia, pero condiciona todo lo demás", advierte Foguet, ya que esta falta de acuerdo ha supuesto en la práctica un "secuestro" del debate, en la medida que los ciudadanos no han tenido acceso a una contraposición de ideas y argumentos equiparable a otros procesos, tanto en tono como en contenido. Además, la cuestión constitucional no es en absoluto intrascendente, en opinión de José Fernandez Albertos: "Aquí la flexibilidad de Reino Unido es una virtud, pero ellos son la excepción. En cualquier país continental un problema así sería de difícil gestión constitucional, y los obstáculos legales a los que se enfrenta en nuestro país (que no son irresolubles) no creo que sean nada extraordinarios", subraya. Permanecer dentro de la legalidad no solo permite un marco menos conflictivo, sino que reduce la incertidumbre: "En Escocia todo se está haciendo de forma legal, y por lo tanto la incertidumbre será menos alta que en Cataluña, donde no sabemos qué veremos a medida que nos acerquemos al 9-N. Los escoceses ya han ganado y no importa lo que pase, porque tienen el respeto del Estado", concluye el profesor Padró.

  • El referéndum como principio o final: El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, Ignacio Urquizu, destaca como contrapuestos el distinto uso que uno y otro procesos han hecho de la figura del referéndum. "Para los escoceses es el punto final después de varios años de debate; sin embargo, en España es el punto de partida para no se sabe muy bien qué. Me parece por tanto más acertado el enfoque de Escocia, ya que aquí políticamente no se ha debatido", lamenta.

  • Conflicto "identitario" en Cataluña: Frente al debate más analítico y basado en los meros intereses por parte de los escoceses, en Cataluña, según Fernández Albertos, "hay un conflicto más enraizado, que tiene consecuencias sobre cómo una parte de la población ve determinadas acciones del Gobierno central en Cultura o Educación como amenazas graves", subraya este politólogo, quien a causa de la naturaleza de este conflicto ve más complicada una posible negociación.

  • Diferentes climas políticos: "En España parece un tabú que una parte se quiera separar, pero en Reino Unido se ha abordado de una forma práctica. Se percibe la sensación de que los británicos no tienen miedo, pero en España se pone la Constitución del 78 como límite y así se cierra el debate", critica Urquizu. Para el profesor Gerard Padró, a su vez, tanto el proceso catalán como el escocés vienen condicionados por las distintas voluntades políticas, en especial de los respectivos Gobiernos centrales. "Dos padres de la Constitución de 1978 ya han dicho que un referéndum no vinculante debería caber en el orden constitucional. Es verdad que desde un punto de vista estrictamente legal, con una visión restrictiva del texto, no parece que vaya a ser legal, pero en Reino Unido no ha habido problema en abordar el problema", resalta, al tiempo que constata un deterioro de las instituciones a raíz del proceso. Un es el Tribunal Constitucional que si bien debería de hacer de árbitro entre administraciones, "ahora en Cataluña ha perdido toda la legitimidad. Si nos cargamos la legitimidad de los árbitros, y haya finalmente independencia o no, ¿Cómo se recompone después?", se cuestiona.

  • La derecha inglesa, no tan 'unionista': Frente a una derecha política española en la que la unidad de la nación es un valor inmutable, conservadores británicos no solo no son tan contrarios a la idea, sino que "mucho se ha especulado acerca de lo atractivo que es para los tories que Escocia se vaya", indica el profesor Fernández Albertos. Y es que ante ellos se presentaría un horizonte en el que, gracias a la nueva composición de la ciudadanía del Reino Unido, el apoyo electoral a los conservadores ganaría peso proporcional. Es decir, les resultaría más sencillo, en teoría, acceder al poder político sin el freno que suponía Escocia como polo socialdemócrata.

  • Debates televisados vs comparecencias: Desde el momento en el que se aprobó la realización de un referéndum sobre la independencia, los ciudadanos escoceses han podido contemplar dos debates públicos televisados. Es solo una muestra de lo radicalmente distintos que están siendo los tratamientos mediáticos en uno y otro país, con posiciones menos seguidistas a cada Gobierno (central o autonómico). En España (y Cataluña) los medios públicos han sido acusados frecuentemente por su tratamiento poco neutral del conflicto, con mesas de debate en las que ciertas posiciones políticas no han tenido presencia o ésta ha sido minoritaria.

  • Una pregunta frente a dos: Una diferencia aparentemente inocua, pero sustancial. Mientras los escoceses respondieron a una sola pregunta, clara y concisa ("¿Debería ser Escocia un país independiente?"), en la consulta catalana se plantearán dos cuestiones, una de las cuales dependerá de la respuesta, afirmativa o negativa, de la anterior: "¿Quiere que Cataluña sea un Estado? Y en caso de respuesta afirmativa, ¿quiere que este Estado sea independiente?".

  • Los medios, más politizados en el conflicto España-Cataluña: Gerard Padró, que vive en Londres, lo ve claro: "Los medios en Reino Unido tienen una tradición de siglos de llevarle la contraria al Gobierno, incluso la BBC lo hace. Además, se hace un tratamiento informativo en general poco dramático, más práctico y sosegado. Aquí [en España] el lenguaje es muy dramático", observa. De forma similar se manifiesta Ignacio Urquizu, para quien "aquí [en España] los medios están tan politizados para uno y otro bando que fomentan un debate que es incluso peor que el de los políticos", lamenta.

  • Dos territorios muy distintos: Desde la configuración de la población, pasando por el modelo lingüístico y hasta por el PIB respecto al conjunto del Estado, las situaciones de Escocia y Cataluña son marcadamente diferentes. "Son dos regiones muy distintas", recalca Urquizu, ya que "una es rica respecto al conjunto del país, y la otra es pobre. En Cataluña hay gente que se quiere separar porque no quiere redistribuir más y en Escocia, por su parte, creen que estarán mejor solos", explica este investigador de la Fundación Alternativas. Desde otra perspectiva, para el profesor Fernández Albertos, por su parte, "es evidente que la posición fiscal de ambas es distinta: Reino Unido sin Escocia se seguirá pareciendo mucho a Reino Unido, pero España sin Cataluña no se parece mucho a la actual". Precisamente el conflicto territorial español es algo que no se ha abordado de forma sistemática, en opinión del profesor Padró. Un ejemplo: "hay problemas en identificar siquiera la concepción de cuál es nuestro statu quo. ¿Somos un país descentralizado? Si lo vemos desde el punto de vista del porcentaje de PIB que gastan las comunidades autónomas, sí. Pero si lo calculamos como porcentaje de impuestos no administrados por el Gobierno central vemos que somos un país muy centralizado", argumenta. Para este economista fundador del Col·lectiu Wilson (favorable a una consulta soberanista en Cataluña), uno de los temas a tratar es que ni siquiera de maneja un mínimo lenguaje común, "y esta es una de las bases del problema".

  • El modelo político escocés, una rareza: Frente a una tradición democrática europea basada en constituciones (reglas legales supremas de las que emanan el resto de leyes), la configuración política del Reino Unido es una suerte rareza en el entorno. Y es que la unidad nacional, la soberanía, al contrario que en España, no está bloqueada por una carta magna. En síntesis y a efectos legales, Inglaterra y Escocia aún son dos reinos que llegaron a un acuerdo para unirse. Es por esto que con un simple acuerdo del Parlamento Británico se pudo dar luz verde al referéndum. En España, en cambio, un hipotético y legal derecho de autodeterminación catalán comportaría una reforma explícita de la Constitución, proceso para el que hacen falta mayorías reforzadas (mínimo de 3/5 de cada cámara) y, por tanto, acuerdos políticos más transversales. Las trabas impuestas por el Estado español a una consulta secesionista "no es que nos conviertan en un país raro; al contrario", apostilla el profesor Urquizu. Bien al contrario, tal como apunta, las excepciones son más bien los casos escocés y quebequés. Y es que el marco constitucional británico, tal como apostilla por su parte Klose, "ofrece mucho más margen de maniobra para negociar una salida referendataria o incluso la independencia".

  • Mayor movilización ciudadana en Cataluña: Pese a que efectivamente el referéndum se celebrará en Escocia (y está por ver en Cataluña), la movilización ciudadana ha sido considerablemente mayor en esta última, según los académicos consultados por 20 minutos. Tal como sostiene la politóloga Laia Balcells, en Escocia "no se han vivido las grandes manifestaciones que ha habido en Cataluña desde 2010. El proceso es mucho más templado y hasta el debate público parece menos crispado".

  • Liderazgo unificado en Escocia vs atomización en Cataluña: Frente al mayor liderazgo ciudadano del proceso catalán, su homólogo británico se ha caracterizado por una mayor unificación, entorno al Partido Nacionalista Escocés (SNP) y la figura de su líder, Alex Salmond. "Y esto ha ayudado al proceso, pero no me parece que haya sido un factor determinante para explicar su éxito porque en Cataluña ha habido unidad de los partidos soberanistas en las distintas fases cruciales del proceso", añade Balcells. En esta misma línea se expresa el profesor Víctor Lapuente, quien habla de un liderazgo más marcado en el caso de Escocia, mientras que en Cataluña "la iniciativa surge más de la sociedad civil. El movimiento social puede ser más intenso en Cataluña —con manifestaciones populares espectaculares y casi sin parangón en el mundo occidental— pero el movimiento político está más dividido, con dos partidos protagonistas (CiU y ERC) que no solo luchan contra el Estado, sino que también compiten entre ellos por el liderazgo del proceso y por la presidencia de la Generalitat. Esa pluralidad del movimiento político catalán es un arma de doble filo: es buena porque muestra la transversalidad del proyecto, pero también puede generar cortocircuitos de consecuencias imprevistas", advierte.

  • Una autonomía madura vs una devolución adolescente: Tras cuarenta años de franquismo, Cataluña estrenó bajo el amparo la Constitución de 1978 un Estatuto de Autonomía que ha permitido a su ciudadanía, con más o menos conflictos e incumplimientos, disfrutar de descentralización político-administrativa y autogobierno. Así, hoy en día, más de 35 años después y tras la ampliación que supuso el nuevo Estatut, la Generalitat gestiona en exclusiva o de forma compartida más de 58 competencias (Lengua, Cultura, Investigación, Universidades...). Escocia, por su parte, pese a haber sido un reino independiente hasta hace 300 años, no ha disfrutado de niveles destacados de autogobierno hasta 1998, cuando se produjo la conocida como Devolution: Se creó un Parlamento escocés y se traspasaron poderes en competencias exclusivas como Agricultura, Educación, Medio Ambiente y Vivienda, o compartidas como Inmigración, Protección de datos y Empleo. En su conjunto, y pese a las diferencias, el grado de autonomía de Cataluña es superior al alcanzado por Escocia.

  • Economía y crisis: Tal como destaca el profesor Klose, la crisis económica (más intensa en España que en Reino Unido) y los escándalos de corrupción "han agudizado la desconfianza en las instituciones políticas existentes y han reforzado la legitimidad de las opciones que propugnan cambios radicales, sean de la naturaleza que sean", sostiene. Más allá de la coyuntura, este académico apunta a la existencia de bases sociales y grupos socioeconómicos distintos como sostenes de cada uno de los movimientos: "En Cataluña lo sostienen fundamentalmente clases medias y acomodadas, que se resisten a sufragar políticas de solidaridad con el resto del Estado y abrigan un fuerte sentimiento de superioridad intelecto-moral respecto al resto del país", opina, al tiempo que identifica como un movimiento "de carácter social más transversal" el caso escocés, basado en un fuerte apoyo de la clase obrera, temeroso de mayores recortes sociales.

NOTA: Se han incluido a posteriori opiniones nuevas tras la publicación del artículo.

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