La importancia de las emociones en la pérdida (o no) de peso

Las dietas y el ejercicio son sólo una parte de la ecuación que equilibra nuestra relación con la comida con la imagen corporal. Para lograr el éxito (querernos), es fundamental deshacernos de la culpa y reconducir la salud emocional.
Las emociones y la comida pueden formar un círculo vicioso peligroso.
Las emociones y la comida pueden formar un círculo vicioso peligroso.
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Las emociones y la comida pueden formar un círculo vicioso peligroso.

El problema de una gran parte de las mujeres en España es que pasamos media vida probando dietas, una detrás de otra, que rara vez funcionan. La mayoría parecen exitosas en un principio, pero al poco tiempo observamos con frustración cómo se recupera (incluso se sobrepasa) el peso de partida. ¿Dónde debemos buscar el origen de este fracaso?

La pérdida de peso realmente efectiva parte de la autoaceptación, a raíz de darle prioridad a la salud emocional. Después (o en paralelo) puede haber dietas, programas de deporte a la carta y todo lo que siempre hemos considerado necesario para mantenernos en forma.

Para trasladarnos a ese mundo emocional tan importante en la pérdida de peso, hemos entrevistado a la psicóloga experta en nutrición-emocional Ana Morales, que pone el foco en "el ciclo de la culpa y la frustración, el que debemos romper para conseguir el objetivo".

Enfoque compasivo y realista para la pérdida de peso

Ana Morales, que ha superado personalmente el desafío de la obesidad, ofrece desde su amplia experiencia un enfoque compasivo y realista para la pérdida de peso. Su perspectiva profesional rechaza la idea de que la culpa y el castigo sean necesarios… y mucho menos, efectivos.

El sentimiento de culpa por no conseguir los objetivos empeora la salud emocional.
El sentimiento de culpa por no conseguir los objetivos empeora la salud emocional.
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"Es mucho más importante dar prioridad a la salud emocional y a la percepción corporal, para abrirle el paso a la pérdida de peso sostenible en el tiempo. Las dietas son sólo una parte de la fórmula del éxito; las emociones juegan un papel crucial en nuestra relación con la comida".

"Abordar las emociones que nos mueven a comer de una determinada manera, harán que nos reconciliemos con nuestro cuerpo. Para ello es imprescindible deshacernos de los sentimientos de culpa, y modificar algunas creencias equivocadas que hemos interioridad durante décadas", comenta.

"Tira las dietas a la basura", palabra de experta

La forma en la que nos relacionamos con nuestro cuerpo "nos lleva en muchos casos a la culpa que sentimos al no cumplir con los estándares de belleza impuestos por la sociedad. Se trata de un ciclo muy negativo que tenemos que romper". 

La alimentación intuitiva: el antídoto de moda para perder peso sin pasar hambre ni hacer dieta
Permitirse un capricho no tiene nada que ver con el desequilibrio nutricional que pueden provocar las emociones.
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Ana Morales, que tiene 'en el horno' su libro ¡Qué buena estoy! Tira las dietas a la basura y vive con salud emocional (ed. La Esfera de los Libros) nos invita a descubrir qué es lo que nos ha estado frenando para no amarnos incondicionalmente. "No hay nada malo en ti, no mereces que nadie te desprecie por tu talla, y puedes ser feliz independientemente de lo que diga la báscula. Hay que reprogramar el cerebro".

Este modelo tiene 14 niveles de succión progresiva.
Antes de nada, debemos aprender a querernos. Después vendrá la dieta (o no).
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La psicóloga, además, nos invita a grabarnos a fuego este mensaje: "Si hasta ahora hemos usado nuestro discurso interno para hundirnos y castigarnos, ¿cómo no vamos a poder usarlo al contrario, para amarnos y cuidarnos?. La vida es mucho más fácil cuando aprendemos querernos".

¿Qué es el 'comer emocional'?

En general, lo que denominamos 'comer emocional' afecta en torno al 60 por ciento de la población. De las mujeres, un 51 por ciento (frente al 37 por ciento de hombres) lo padecen, en gran parte forzado por la presión estética social, y en parte por nuestras variaciones hormonales.

El 71% de las mujeres españolas sigue dando el pecho a las seis semanas.
Desde que nacemos practicamos el 'comer emocional', es algo innato.
VALUA VITALY

Sin embargo, el 'comer emocional' no es nuevo, ni un invento de las nuevas corrientes de psicología. Como explica Ana Morales, "viene con nosotros de serie. Cuando los bebés nacen, lo primero que hacemos es darles el pecho o el biberón para calmarles. En muchos casos no quieren comer, sino mimitos".

El problema surge "cuando comer no es un refugio placentero ocasional, sino el lugar al que recurrimos como única solución a nuestros problemas emocionales. Cuando nuestros niveles de cortisol están elevados, sufrimos descompensación hormonal y nuestro cerebro nos pide azúcares rápidos y grasas, para aumentar la serotonina y la dopamina y equilibrar". 

Emociones y comida: un camino de ida y vuelta

"La relación entre las emociones y la comida es una carretera de doble dirección. Las emociones influyen en lo que comemos, y viceversa, puesto que después del atracón llega el sentimiento de culpa. Es un bucle de negatividad que se retroalimenta".

Una mala salud periodontal puede desembocar en depresión
Los remordimientos son una consecuencia del comer emocional llevado al extremo.
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Por eso, es importante la ayuda profesional, alguien experimentado que nos enseñe que hay otras opciones a la comida cuando tenemos un problema, y que "somos nosotras las que elegimos cuándo recurrimos a la comida y cuándo utilizamos otras estrategias".

Como explica la psicóloga, "las emociones en sí no son ni buenas ni malas, simplemente nos alertan de que hay algo a nuestro alrededor a lo que debemos prestar atención. Todas las emociones son adaptativas".

Mujer joven come una manzana después de entrenar.
Las emociones no engordan, engorda la manera que tenemos de gestionarlas.
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Llegados a este punto, Morales concluye que "no es que las emociones 'engorden', sino la manera en la que las gestionamos. Por poner un ejemplo, si yo cuando me enfado mucho, me da por comer una caja de pasteles, pero tengo otros recursos como hablar con esa amiga que siempre me escucha, llamar a mi madre o salir a pasear sola, podré repartirlos para no ir siempre a la comida. Pero eso, por supuesto, hay que trabajarlo".

Las herramientas antibloqueo, lejos de la comida

"Yo en terapia trabajo mucho el 'kit de primeras emergencias emocionales', que consiste en averiguar qué emociones son las que me llevan automáticamente a la comida como consuelo. Una vez detectadas, hay que escribirlas en un diario: emoción, versus reacción. Y pegar en la nevera qué voy a hacer cada vez que me suceda una u otra emoción".

Una mujer escribe con pluma sobre una libreta, en una imagen de archivo.
Escribir las reacciones que nos provoca cada emoción es una buena herramienta para avanzar.
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Porque 'en caliente' no vamos a poder razonar, por eso si tenemos un listado trabajado previamente y pegado en la nevera, cada vez que sintamos esa emoción, y antes de que desemboque en un atracón, podrá servirnos de guía. Buscar acciones que nos gustan y que vamos a llevar a cabo cada vez que llegue la frustración.

Un trabajo personal el que propone la psicóloga experta en nutrición muy exhaustivo. "A menudo le pregunto a mis pacientes qué tal ha ido el día, y con la palabra estrés o ansiedad lo solucionan. La ansiedad lo engloba todo, pero hay que aprender a disociar las emociones, y ponerle nombre a todas y cada una de ellas, para poder actuar correctamente".

La gestión de la culpa y la vergüenza

Cuando nos sucede que una y otra vez no somos capaces de controlar el impulso de comer ante un problema, llega la frustración. Para plantarle cara, es imprescindible "saber gestionar la culpa y la vergüenza, porque son la puerta de entrada a que volvamos a comer".

Mujer acude a terapia de psicología.
En terapia nos pueden ayudar a trabajar el autoconocimiento.
SHVETS / Pexels

Con el objetivo de salir de esta espiral, Ana Morales recomienda "trabajar el autoconocimiento a fondo para saber cómo gestionar en cada caso. No se trata de demonizar el hecho de permitirnos un capricho de vez en cuando, se trata de evitar que la comida sea la única vía de escape".

La ira y los alimentos 'crunchy'

Como curiosidad, la experta en nutrición emocional nos habla de una emoción en concreto, "la ira, que tiene la peculiaridad de incitarnos a comer alimentos crujientes como patatas fritas, maíz tostado… es como una forma de descargar la energía interna que tenemos. La ira no te hace comer un donut, que es blandito", comenta.

Patatas fritas de bolsa.
La ira 'le pide al cerebro' alimentos crujientes.
MEJORCONSALUD.COM

Tras compartirnos esta relación, Ana Morales finaliza con una idea general importante: trabajar las creencias y el origen de tus reacciones.

"Cuando empezamos a rascar, por ejemplo, por qué te comes una caja de pasteles cuando has discutido con tu jefa, y te sientes pequeñita ante ella, puede que detrás de todo esté un complejo de inferioridad ante figuras de autoridad. Por eso, hay que trabajar cada caso en particular, e ir al fondo de la emoción para que no nos lleve, obligatoriamente, al atracón de comida". 

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