El atentado en Londres despierta de nuevo el miedo a las células terroristas

La coordinación y la eficacia que los terroristas de Londres demostraron durante el atentado que acabó con siete asesinados el pasado sábado hacen temer a Scotland Yard que el enemigo no solo está en casa, sino que tiene un líder al que hay que dar caza cuanto antes.

La policía inglesa rastrea los círculos familiares, profesionales y de amistad de los tres yihadistas abatidos en el Borough Market en un procedimiento, que, tras la docena de detenciones practicadas, apunta más a la búsqueda de la clásica célula que a pesquisas sobre 'lobos solitarios' o combatientes radicalizados individualmente.

"El término del 'lobo' lo acuñó Mustafá Setmarian, colaborador de Osama Bin Laden, que defendía que lo ideal era que un hombre solo causase gran terror, pero esa figura no es tan habitual como se cree", asegura a 20minutos Serafín Giraldo, inspector de la Policía Nacional y portavoz del sindicato UFP. "El concepto de terrorismo individual no representa una innovación estratégica ni organizativa [...] Tampoco hasta el momento ha sido tan determinante dentro del movimiento yihadista global", aventuraba, ya en 2014, el especialista en terrorismo e islamismo radical Óscar Pérez Ventura en un análisis para el Instituto de Estudios Estratégicos (IEEE).

Los expertos coinciden en que la propaganda radical es capaz de inspirar a individuos aislados que ni siquiera tenían un contacto directo con las redes del Daesh o Estado Islámico. Este fue el caso del tunecino Mohamed Lahouaiej, conductor del camión que provocó la muerte de 84 personas en un atropello masivo el día de la fiesta nacional francesa en Niza.

Los atentados, más elaborados, sin embargo, han sido obra de equipos de hasta doce integrantes donde el liderazgo y el adiestramiento militar son esenciales.

Así ocurrió en los ataques de noviembre de 2015 en París (Estadio Saint Denis, Sala Bataclán) y en los del aeropuerto y el metro de Bruselas en marzo de 2016. Ambas células estaban conectadas por dos hombres: el fallecido Abdelhamid Abaaoud y el arrestado Salah Abdeslam, dos belgas de ascendencia marroquí a quienes se atribuye la organización y coordinación de las masacres.

Un cabecilla y un artificiero

La última en suelo europeo, la de este fin de semana en Londres, cumple las mismas pautas, según el inspector Giraldo: "Los tres terroristas actuaron muy coordinados. Lanzaron un coche contra la multitud, como el autor del atentado en Westmister del 22 de marzo, pero no se separaron, para así mantener su fuerza, y atacaron a partes vitales de sus víctimas, como el cuello. Estaban adiestrados y obedecían a una jerarquía. Su objetivo era morir [llevaban falsos cinturones explosivos para invitar a la policía a eliminarlos]. Por eso buscamos a la cabeza pensante. Estos eran soldados".

Giraldo añade que la complejidad de la bomba que mató a 22 personas en Manchester hace tres semanas -detonador, metralla- revela la colaboración de un artificiero: "Para mezclar compuestos volátiles como la acetona o el ácido sulfúrico y hacer un dispositivo estable hace falta un experto, por mucho que los productos se puedan comprar en una tienda. Por eso se ha elevado el nivel de alerta". 

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