Día 3: La malaria, el sida y Madre Susana

  • En el tercer día de nuestra estancia en Rumbo al Sur visitamos Manhica y el reasentamiento de Mumambe, cerca de Maputo.
  • En Manhica conocimos la labor del centro español de investigación del sida y la malaria creado por el científico Pedro Alonso.
  • En Mumame, visitamos un gran proyecto de reasentamiento de viviendas cofinanciado por varias ONGs españolas y por la Comunidad de Madrid.
Algunos de los chavales de Rumbo al Sur, jugando con algunos de los niños que viven en el barrio de Mumame, Mozambique.
Algunos de los chavales de Rumbo al Sur, jugando con algunos de los niños que viven en el barrio de Mumame, Mozambique.
IGNACIO GÓMEZ
Algunos de los chavales de Rumbo al Sur, jugando con algunos de los niños que viven en el barrio de Mumame, Mozambique.
Después de dormir apiñados en una de las aulas del poblado de Howke, salimos rumbo a los autobuses.

El paseo de tres kilómetros, que el día anterior se hizo bastante duro por culpa del intenso calor, esta vez resulta bastante cómodo.

Aun así, los periodistas tenemos bastante poco de qué quejarnos.

Como me dijo una de las jóvenes participantes de Rumbo al Sur el día anterior al ver que nuestros pasos no eran todo lo ligeros que debieran, "esto no es nada, el otro día hicimos una marcha de 18 kilómetros con todo el equipo".

Curiosamente, en esa misma caminata otra de las adolescentes empezó a mostrar también algún signo de fatiga y a revelar un poso oculto de nostalgia.

Una compañera que iba a su lado, para animarla, la espetó con aplastante persuasión: "A mí cuando me entra la nostalgia pienso en toda la gente que quiso venir y no pudo".

La primera parada del día, después de otro largo paseo en autobús, fue el pueblo de Manhica.

Allí se encuentra el reputado centro de investigación de la malaria y el sida fundado en 1996 por el científico español Pedro Alonso.

No pudimos entrar todos

Los responsables del centro, que cuenta con financiación de la Agencia de Cooperación Española y de la Fundación Clinic de Barcelona y en el que también participa el Ministerio de Salud de Mozambique, se mostraron reacios a abrirnos sus puertas por entero y pusieron un cupo de quince chavales y dos medios.

De forma democrática, los periodistas decidimos que fueran las dos televisiones que habían ido con nosotros a Rumbo al Sur (TVE y Telemadrid) las que tuvieran ocasión de grabar alguna imagen.

El resto de medios y de chavales nos repartimos en grupos y nos fuimos a ver otros proyectos desperdigados por la zona, relacionados en casi todos los casos con esas dos grandes enfermedades.

En mi caso fui, junto con un puñado de expedicionarios y de periodistas, a un pequeño centro de información y de atención domiciliaria para personas enfermas de sida.Sida Mozambique

El centro estaba situado en el campo y se trataba de un simple edificio de ladrillo visto, a medio terminar.

Allí departimos con algunas de las mujeres allí presentes, que nos hablaron de la problemática del sida. Una de ellas, que vestía de negro, permanecía en silencio y tenía un bebé en sus brazos, estaba siendo tratada con retrovirales.

El centro de Pedro Alonso

La visita no duró mucho y volvimos al pueblo. Allí, en la parte de atrás de un bar, se había improvisado un pequeño auditorio. Aunque no nos dejaron a todos visitar el centro de investigación español, sus responsables accedieron a darnos a todos los participantes de Rumbo al Sur una conferencia -un tanto aséptica, pero en cualquier caso informativa- sobre sus principales líneas de actividad.

El encargado de dar la charla introductoria, a falta del propio Pedro Alonso, fue otro español, Sergio Noguera. Describió a los muchachos y a todos los allí presentes la estructura del centro, que cuenta con

más de un centenar de trabajadores, y las labores que realizan en cuanto a investigación y generación de conocimiento, formación de expertos locales y asistencia y diagnóstico (a este último respecto, el centro está pegado a un hospital).

También dio algunas cifras generales sobre el país mozambiqueño.

Dos de las más inquietantes fueron que en el plazo de una década, de 1996 a 2006, la esperanza de vida media en Mozambique ha bajado de 53 a 45 años, cuando en España se superan los 80 años; y que dos de cada 10 niños nacidos en ese país no llega a cumplir los cinco años.

Posteriormente, Noguera dio la palabra a dos de sus compañeros.

La esquiva vacuna contra la malaria

El primero, Pedro Aide (en la foto), es uno de los expertos del centro en el campo de la malaria. Pedro Aide

El científico mozambiqueño también hizo un repaso general a la enfermedad y a su incidencia en el continente africano.

Aide fijó en 1 millón (la misma cifra que proporcionaba la revista National Geographic en un estupendo artículo dedicado a la enfermedad en su número del pasado mes de julio y cuyo texto y fotos, en la primera de las cuales puede observarse la amenazadora probóscide o trompa del mosquito, os recomiendo) los muertos anuales en el continente africano por causa de esta enfermedad, y aseguró que los infectados anualmente eran 300 millones (NG elevaba el número a 500 millones).

En cuanto a Mozambique, aseguró que la malaria era la principal causa de enfermedad en el país (responsable de hasta un 40% de las hospitalizaciones) y que el 90% de los casos son de malaria falciparum, el tipo de malaria más peligroso. Sin embargo, el científico no dedicó mucho tiempo a hablar de las investigaciones sobre la vacuna, que era lo que algunos estábamos esperando oír.

Lo que hace famoso al centro de Alonso, más que la investigación pura, son los ensayos médicos.

El centro cuenta con una muestra de población perfectamente identificada (por GPS) de 80.000 mozambiqueños.

Esto es precisamente lo que llevó a la fundación de Bill Gates a hacerle una donación millonaria, para que pudiera experimentar sobre el terreno los efectos de la vacuna RTS,S, desarrollada por la farmacéutica estadounidense Smith Kline Biologicals.

La RTS,S, aunque de eficacia parcial, es la vacuna cuyo largo proceso de ensayos con vistas a una posible autorización (los primeros pasos se dieron ya hace veinte años) está más avanzado.

Alonso, también objeto de críticas

En un aparte, Aide me contó algo sobre los progresos de los ensayos (que cumplieron hace pocos meses cuatro años), que he resumido en un texto aparte.

Aide me recalcó, para no dar idea de que se utiliza a los africanos como meras cobayas (precisamente el argumento de la película El jardinero fiel), que los primeros ensayos se realizaron en Estados Unidos (presumiblemente en soldados del ejército, aunque esto olvidé preguntárselo) y en Bélgica.

Ésta es una de las principales críticas que suele hacérsele al centro de Alonso, la de estar vendido a los intereses de las farmacéuticas, cosa que él ha negado siempre (como puede leerse en la primera respuesta que dio a un lector en un encuentro digital en El Mundo), aduciendo que la investigación la financia la fundación de Bill Gates y no los laboratorios estadounidenses. Centro de investigación de Manhica

La otra, relacionada con ésta, tiene que ver con la supuesta deslealtad de Arroyo hacia el que fuera su mentor, el científico colombiano Manuel Patarroyo.

Este último se hizo famoso hace años al anunciar que había descubierto una vacuna definitiva, que luego se demostró ineficaz, y al proclamar a los cuatro vientos que sería de acceso universal y que no estaría protegida por una patente.

Años después, el laboratorio de Patarroyo yace desmantelado en Colombia, mientras que es el científico español, que ensaya la vacuna de una farmaceútica, quien se lleva todos los honores y acumula portadas de revistas científicas.

Como veis, la presentación que nos dieron en Mozambique escondía material para una buena novela.

Lamentablemente, los conferenciantes no disiparon las dudas, y eso que uno de los jóvenes expedicionarios de Rumbo al Sur, en el turno de preguntas, inquirió persistentemente sobre si Patarroyo estaba involucrado de alguna forma en los ensayos de la nueva vacuna, algo que fue negado por los allí presentes sin dar más detalles.

El sida, la otra pandemia

Pero además de la malaria, también se habló ese día a los chavales de la otra gran pandemia que amenaza África, el sida.

En este caso, fue Emilio Letang, otro de los trabajadores del centro, el que dibujó un panorama desolador y que roza la incredulidad para los que, resguardados al abrigo de los países occidentales, apenas tienen algún contacto con la enfermedad.

Letang empezó dando algunas cifras: en 2006, la zona donde está enclavada Mozambique, el África subsahariana, acumulaba 24,7 millones de enfermos de sida, por sólo 740.000 de Europa Occidental.

De todas las mujeres infectadas en el mundo, un 75% de ellas se encuentran en África. A pesar de las elevadísimos porcentajes (en Suazilandia se habla de que el 40% de la población tiene sida, en Suráfrica se mueven entre el 20% y el 25%,

en Mozambique un 26% de las mujeres tiene HIV), los tratamientos con retrovirales son prácticamente inexistentes.

Letang afirmó que el presupuesto sanitario medio anual de estos países es de 24 dólares/año, mientras que el coste individual de un tratamiento de este tipo puede rondar los 10.000 dólares.

Este gigantesco abismo entre las necesidades y los recursos comenzó a cerrarse ligeramente en 2003, una vez que países como Mozambique empezaron a utilizar fármacos genéricos fabricados en la India, que logran reducir el coste del tratamiento a cerca de 200 dólares, aun así lejos de las posibilidades de muchos de los países del área subsahariana.

A pesar de ello, en Mozambique sólo un 9% de los enfermos está siendo tratado actualmente con retrovirales.

En el caso de la antigua colonia portuguesa, el sida se ceba también en los niños.

Se calcula que existen alrededor de medio millón de niños huérfanos con sida (cuyos padres han muerto víctimas de la enfermedad).

La profilaxis de transmisión madre hijo (una de las áreas en las que el centro de investigación español hace mayor hincapié) no supera todavía en el país el 4%.

Mientras la desolación se extiende, algunos de los líderes africanos prefieren mirar para otro lado.

Éste es el caso de la ministra de salud Surafricana, Manto Tshabalala-Msimang, a la que llaman "Doctora ajo" o "Doctora remolacha", quien en varias ocasiones, y como me advirtió una de las informadas adolescentes madrileñas de Rumbo al Sur contra mi incredulidad inicial, ha defendido las supuestas virtudes de estos y otros productos (como el aceite de oliva o el limón) a la hora de prevenir y curar el sida.

Otra vacuna en perspectiva

Para frenar la pandemia, el centro de investigación español de Manhica, contó Letang, trabaja en distintos frentes, tales como el programa de prevención de transmisión vertical, con el que se quiere poner freno a la transmisión madre-hijo o el fomento del uso de microbicidas, geles vaginales que frenan en un 70% la transmisión del sida.

Pero quizás el más esperanzador es otra vacuna (en el mundo se están experimentando más de una treintena y una de las que más expectativas suscitaba, la de los laboratorios Merck, acaba de revelarse ineficaz), que esperan poder empezar a ensayar en 2010.

Madre Susana

Cargados de datos, los expedicionarios de Rumbo al Sur y los periodistas abandonamos Manhica y nos dirigimos rumbo a la siguiente parada, Mumemo, un barrio situado a unos 30 kilómetros de Maputo.Mumambe, Mozambique

Allí nos recibió Madre Susana, uno de las grandes figuras del viaje, una monja franciscana mozambiqueña de mediana edad y llena de energía que dirige otro gran proyecto de asentamiento refinanciado en su mayor parte por instituciones españolas (la Comunidad de Madrid, en este caso, financia, con casi 90.000 euros, la construcción de una residencia para alojar a las estudiantes del instituto San Francisco de Asís).

Madre Susana, que como nos confesó luego Telmo tiene varias balas en el cuerpo fruto de una emboscada en la que mataron a su chofer, nos esperaba al pie del autobús con una sonrisa desbordante y con un numeroso grupo de niños y adolescentes a su alrededor.

Como ya era habitual, los jóvenes mozambiqueños nos recibieron cantando.

En este caso, además, uno de los adolescentes (en la foto) hizo una demostración de sus habilidades acrobáticas, dando un par de piruetas para deleite de toda la expedición.Mumeno, Mozambique

La siguiente media hora fue de total algarabía.

Los niños se aferraban y trepaban por las piernas de los chicos y chicas de Rumbo al Sur, que los cogían en sus brazos o los subían sobre sus hombros.

También conocimos a algunas de los voluntarios y voluntarias, casi todos españoles, que trabajan en el proyecto.

El gusanillo de la cooperación

Una de ellas, Paloma Muñoz, de 47 años, es ingeniera técnico agrícola y trabaja en la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid.

Éste era su segundo año en Mumemo.

Su primera estancia fue de un mes, durante sus vacaciones, y esta vez Paloma había sumado a sus cuatro semanas de vacaciones un mes más de excedencia.

Como me confesó al día siguiente en Maputo, había caído, casi por casualidad, víctima del gusanillo de la cooperación y ahora sólo lamentaba no haber comenzado antes. Mumame, Mozambique

Paloma colabora con ONGs y con las comunidades locales en la formulación de proyectos de cooperación con los que luego buscan financiación en España y Europa.

Estrenamos la residencia

El reasentamiento de Mumemo está formado por más de medio millar de viviendas, situadas a lo largo de diversas calles en forma de cuadrícula.

Madre Susana nos alojó a todos en varias de las aulas y dormitorios de lo que iba a ser la residencia de estudiantes femeninas.

Terminados las presentaciones y los juegos, puso a algunos de los chicos a trabajar con las plantas (foto); el resto se desperdigó por la zona.Mumemo, Mozambique

Los periodistas montamos nuestro centro de operaciones en otra sala, de donde me escapé al poco rato para sacar algunas fotos antes de que el sol desapareciera por completo.

A la cena, en el comedor del instituto, siguió una amena charla del médico de Rumbo al Sur sobre un tema sobre el que los chavales ya tenían algunas nociones: la malaria.

Los adultos (monitores, periodistas, algún que otro voluntario y hasta el viceconsejero de Inmigración de la Comunidad de Madrid, Carlos Clemente, al que más arriba podéis asomado al microscopio en el centro de Manhica) terminamos el día en un bar cercano que habían improvisado en el reasentamiento, y cuya música era bien audible desde la distancia.

Allí comprobamos una vea más la afición de los mozambiqueños -todos, incluidos abuelos, padres, madres y adolescentes- por la música y el baile.

El hit de la temporada, que el dueño puso al menos cinco veces esa noche: "Foto Fotoo", del DJ Ardilles.

(Podéis leer el relato del resto de los días, junto al artículo de Rumbo al Sur que publicó la edición impresa y otro aparte sobre la vacuna de la malaria, en "enlaces relacionados")

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