La imperfección del incontrolable nervio. Ese nervio que resuena en forma de respiración, que humaniza, que nos hace tocar la realidad, que hace brotar como somos incluso cuando no sabemos cómo somos. Ese nervio que algunos confunden con debilidad siempre ha sido la fortaleza de las primeras galas de Operación Triunfo. Conectamos con aquellos a los que les tiembla la voz en las primeras veces. Porque a todos nos ha temblado la voz cuando estamos frente al vértigo de una oportunidad. O de una emoción.
Y a Chenoa le ha pasado. Nada más empezar, sonó su respiración. Estaba volviendo al lugar en el que empezó todo. El plató no es el mismo, la Academia no es la misma, ni siquiera la tele donde estamos viendo el show es una tele. Pero ella parecía estar ahí, en su primera vez. De nuevo. Cerrando el círculo, dijo.
Entonces comenzó el show. Entonces Chenoa evidenció que las primeras veces jamás pueden ser como la primera vez. Su bagaje profesional y emocional se transmite en cada una de las palabras. Natural, espontánea, incorporando las vicisitudes del directo, jugando con los concursantes como una más. Incluso picardeando con su propia vida. Hasta con los desamores. La gala por momentos parece un podcast entre amigos tirados en un sofá. Y eso mola.
Chenoa empatiza con los concursantes. Ella fue uno de ellos. Pero estos participantes evidencian que España ha crecido, y mucho. A diferencias de otras galas 0 de OT ha dado la sensación de que, este año y a pesar de su juventud, todos tienen una seguridad alucinante ante las cámaras, como si el escenario fuera su hábitat natural. Quizá porque las nuevas generaciones nacen con una cámara de móvil entre sus manos.
Cuidado, la excelencia puede torcerse en frialdad. Por suerte, este elenco de participantes no cumplen patrones habituales. Hay diversidad, hay voces de primera línea. No obstante, el fenómeno del programa empezará a sembrarse mañana con su convivencia en la academia. Ahí la fidelidad del público evolucionará con cada persona. Es la manera con la que OT genera un lazo singular con el público y fans, que diferencia al mítico talent de otros que necesitan alguna dinámica poderosa (sillas giratorias, por ejemplo) más allá de un desfile de actuaciones musicales frente a un jurado. Actuaciones que además, ahora, en Prime Video fluyen rápido en comparación con otras ediciones.
OT se quita rigideces en el lenguaje de las plataformas y las canciones van más veloces que antes en un prime time que no necesita llegar a las dos de la mañana para ser más competitivo en media de cuota de pantalla. En su vida actual en Prime Video, el talent show no rivaliza con las aritméticas de las audiencias de otras cadenas. Sólo con retener la atención del espectador.
Pero todavía queda conocer al alma de Operación Triunfo 2023: sus concursantes sin maquillaje. Hay que descubrir sus imperfecciones para sentirles cerca en un mundo en el que entran constantemente por nuestra retina artistas plasmando su carisma desde su propio móvil. Y encima les podemos dar like sin esperar a ver una gala a una hora. OT, en cambio, aporta el plus del aprendizaje, un gran plató para un espectáculo y un intercambio generacional retransmitido entre profesores, alumnos y público. Así se crea comunidad en el día a día.
Crear congregación, tan importante para Prime Video que es la nueva casa del reality-talent-show. La plataforma tira de una marca implantada en el recuerdo colectivo para asentarse más sólidamente en la rutina de los españoles. Son los primeros en emitir a nivel internacional un gran concurso semanal musical en directo desde el bajo demanda. Y ya han ganado: se han puesto en el centro del debate gracias al poder de la expectación del sello OT. Ahora toca que en su recorrido diario esta nueva pandilla genere vínculos en su vida compartida desde el canal 24 horas de Youtube y logre en las galas actuaciones para la posteridad. Todos cuentan con una cualidad a su favor, y no es su perfección: son raros. Maravillosamente raros.
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