Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La fidelidad que despierta Pasapalabra de Roberto Leal en las abuelas

La tele es -como decía Gloria Fuertes- "una amiga" que nos sigue conectando al mundo cuando envejecemos.
Roberto Leal en 'Pasapalabra'.
Roberto Leal en 'Pasapalabra'.
ATRESMEDIA
Roberto Leal en 'Pasapalabra'.

Sábado tarde. 7.30h. de la tarde. En el salón de casa, mi abuela está viendo el telefilme de Antena 3. Me sorprende. Ella no es nada de tvmovies. Me lo explica: "estoy esperando por si empieza Pasapalabra". Entonces, le contesto: "abuela, hoy no hay rosco, es sábado". Y me recalca, a sus 92 años: "Por si empieza". Y ahí nos quedamos, viendo una peli de tarde que no nos interesaba lo más mínimo "por si". No fuera a ser que las cadenas cayeran en la contraprogramación que ha generado tantas desconfianzas al espectador en las últimas décadas. "Lo dejo por si acaso lo ponen, que a veces cambian la programación", me apostilla.

Porque ella no falta a la cita. Aunque no haya emisión del concurso. Le encanta la energía cariñosa de Roberto Leal. Cada tarde conecta con Antena 3. Y ya no deja que nadie toque el mando a distancia a eso de las rigurosas 7.30h. de la tarde. Cambia rápido del concurso de La 1, El Cazador, a Y ahora Sonsoles con una preocupación máxima: que empiece antes de la hora el juego y se pierda la silla azul o alguna sopa de letras.

Al final, la televisión es rutina. Y Pasapalabra la ha ido consolidando con los años. Entre tanto infoshow sustentado en polemistas, este formato es un punto de encuentro para jugar con la tele, descubrir y alimentar la curiosidad a través de concursantes que son tan raros y tan iguales que todos.

Mientras que tantos programas se han llenado de contertulios de vestidos caros que no siempre hablan como se habla en la calle, el formato con más fuerza de la programación televisiva está protagonizado por participantes con camisetas de tienda de barrio y una luminosa sucesión de pruebas amenas que terminan en la épica de un concreto apoteosis: El Rosco. Una prueba reconocible que es dinámica, icónica, fácil de recordar, pues siempre se emite a la misma hora sin dar rodeos. Y encima va al grano, frenético grano. El reto acontece en pocos minutos. Es como la última ilusión de cada tarde: encender Antena 3 para ver hasta dónde es capaz de acertar personas que podrían ser nuestros vecinos.

El Rosco es costumbre pura. La compañía de la televisión crece en los hábitos. Las abuelas lo saben bien, pues la tele es -como decía Gloria Fuertes- "una amiga" que les sigue conectando al mundo en directo. "¿Qué haces viendo a Arús?" Le pregunto a mi abuela otro día. Y, una vez más, se me enciende la cara con su respuesta: "aquí al menos no asustan, que en los otros canales están muy enfadados". Lo dice justo antes de criticar que la televisión se está quedando antigua, a lo que añade: "encima nos echarán la culpa a los viejos, cuando lo que queremos los viejos es que nos sigan enseñando el mundo con la curiosidad de los jóvenes para seguir tan vivos como cuando creíamos que podíamos comernos el mundo".  Me quedo sin palabras, y me como una mandarina.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento