Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El error de copiar a Alfonso Arús

Un autor que sabe lo que no quiere ser y el resto de las cadenas ya son. 
Alfonso Arús, en el plató de 'Aruseros'.
Alfonso Arús, en el plató de 'Aruseros'.
Aranzazu Elena Rodriguez
Alfonso Arús, en el plató de 'Aruseros'.

Los magacines se han llenado de vídeos virales como reclamo. Aunque estén altamente compartidos y, por tanto, muy vistos, la televisión intenta hacer suyas las grabaciones más peculiares que cuelgan los usuarios de las redes sociales. Así hay más material con el que asombrar. Una tendencia que se ha multiplicada por el éxito de Aruseros, el morning show de La Sexta que se nutre en gran parte de momentos captados en el reality global que producimos gratis entre todos a través del contenido que desde nuestros perfiles regalamos a Instagram, TikTok, Youtuber y Twitter. Bueno, o X. Porque su propietario, Elon Musk, tiene el suficiente dinero para mancillar el nombre de una red social con conjugación verbal propia y lanzarse al capricho de rebautizarla con una denominación digna de página prohibida.

Pero volvamos a los zappings de instantes peculiares, impactantes, indignantes, emocionantes o entrañables en constante expansión. Todos quieren emular a Alfonso Arús. Sin mismo éxito. No es porque Arús ya fuera un adelantado a la viralidad con aquel mítico Vídeos de primera, que también. Un programa que, en los inicios de la década de los noventa, permitía ganar premios a la gente que enviaba sus cintas VHS con grabaciones caseras de pifias familiares o ridículos callejeros. Fue un buen comienzo, pero el triunfo actual de Alfonso Arús está en cómo saca punta a cada recurso que utiliza su programa.

Alfonso Arús no se queda en resumir la imagen curiosa e impulsa el relato de lo que se está viendo. Concreto, animoso y sarcástico redondea lo que se ha visto con un aliciente más: sus comentarios suelen tener un pequeño punto de reflexión que actualiza en directo la imagen enlatada

Si hay un cura de México que culpa a las mujeres de cómo el país sufre un preocupante índice de obesidad, Arús va desmontando sus argumentos machistas sin necesidad de alegatos intensos. Basta el tono de confianza de una reunión de amigos.

Si se percata de que las grandes citas televisivas líderes de la Navidad han perdido fuelle con respecto a anteriores años. Todas, menos el Sorteo Extraordinario de la Lotería Nacional. Entonces, él abre debate: cómo es posible que una retransmisión tan cansina siga pulverizando audiencias. Porque repetitiva es, incluso difícil de escuchar con sus característicos cánticos en bucle.

Arús se moja más de lo que aparenta. No se nota. Porque rara vez hace discursos sentando cátedra. Simplemente lo dice. A menudo, con una sonrisa empapada de nervio del directo. Ahí está la fuerza del morning show: en la forma de contarlo por un equipo con años de rodaje y, al frente, un autor que sabe lo que no quiere ser y lo que ya el resto de las cadenas son. En cambio, otras emisoras pretenden replicar contenidos de Arús a la caza de intentar clonar sus buenos datos de audiencia. Pueden hacerlo, pero se olvidan de que no son Alfonso Arús.

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