Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Los olores de las sintonías de la tele

Ramón García en el 'Grand Prix'.
Ramón García en el 'Grand Prix'.
RTVE
Ramón García en el 'Grand Prix'.

Hay sintonías que huelen. El otro día me reencontré con la canción que abría un programa que presentaba Alfonso Arús en la irrupción de los años noventa. Vídeos de Primera, se llamaba. Sí, aquel espacio que premiaba las pifias que ahora grabamos todo el rato con el móvil. 

La canción no es muy recordada. Ni siquiera es tarareable. Pero, cuando llegó a mis oídos, me hizo respirar el olor de una videocámara a estrenar. Embalada en su plástico, tan tóxico como reluciente. La videocámara, para grabar tus vacaciones y captar posibles 'vídeos de primera', era el regalo estelar del formato de La 1. Sólo había que enviar a un código postal una cinta de VHS con alguna jocosa grabación que podía lograr el estatus de viral antes de que comprendiéramos que iba a existir un fenómeno denominado viralidad.

Más común y menos extraño es el olor a café que sugiere la careta de Saber y Ganar. Aunque resuene la sintonía de Jordi Hurtado a las nueve de la noche, es inevitable viajar mentalmente a la hora de la siesta. Ese instante preciso en el que la calma frena cualquier ramalazo de estrés. 

Por no hablar del pegadizo himno del Grand Prix del verano de Ramón García: "Es el Grand Prix, es el Grand Prix. El programa del abuelo y del niño...". Es como sentir el salitre de aquellos chapuzones de tiempos despreocupados en donde la ingenuidad desconocía la incertidumbre.

"Siempre que vuelves a casa, me pillas en la cocina, embadurnada de harina... Con las manos en la masa". Otro mítico formato que te manda directo de regreso a la cálida cocina de tu infancia. Ese humeante punto de reunión entre pucheros y complicidades.

Cuando este espacio de entrevistas -disfrazado de programa cocina- de Elena Santonja fue retirado de la parrilla de La 1, apareció un joven Karlos Arguiñano en TVE. Al principio, el cocinero vasco insistía que ojalá algún día se inventara la posibilidad de retransmitir el olor a través del televisor. Tres décadas después, no hace falta. Su voz te hace sentir las esencias de sus platos 'ricos ricos', que son fáciles de replicar desde casa. 

La fuerza de la memoria suele ser hábil tirando del hilo de la asociación hasta colocarnos en zonas que, de una u otra manera, movilizaron nuestros sentidos. Al fin y al cabo, esa era la vieja función de las canciones de la tele: marcarse en nuestra rutina hasta convertir aquello que solamente eran un puñado de programas para entretener en recuerdos especiales para nunca olvidar.

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