Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El desorden del prime time de TVE: cómo recuperar la influencia de la tele en tiempos del bajo demanda

Julio Iglesias Jr y Chabeli Iglesias se harán cargo de un programa de reformas, 'Hermanos a la obra'.
Los famosos por pedigrí Julio Iglesias Jr y Chabeli Iglesias se harán cargo de un programa de reformas, 'Hermanos a la obra'.
RTVE
Julio Iglesias Jr y Chabeli Iglesias se harán cargo de un programa de reformas, 'Hermanos a la obra'.

El buen canal de televisión logra que el espectador recuerde qué tipo de contenidos ofrece cada noche de la semana. Sin embargo, en la televisión en España se ha ido desdibujando el horario de máxima audiencia en épocas de competencia feroz. La contraprogramación ha movido con tal inquietud los espacios de lugar que el público ha ido sintiendo que no era tenido en cuenta. Y ese mismo público ya no está dispuesto a perder el tiempo, pues no se fía de a qué hora real empiezan y a qué hora real terminan las series y programas. Una audiencia que encima no tiene necesidad de esperar, ya que dispone con sólo un clic y al momento la oferta de las plataformas y redes sociales. 

Con este panorama, deberíamos tener ya claro que el sistema audiovisual no funciona igual que hace diez años. Hay multitud de tácticas del arte de la programación que se están quedando obsoletas. De hecho, las cadenas por fin van interiorizando que su disputa ya no es tanto entre ellas (La 1, Antena 3 y Telecinco). Ahora, la batalla está con las compañías bajo demanda, que es donde se están marchando los espectadores y en nuestro país hasta con más fuerza que en otros estados europeos.

El problema autóctono está en el agudizado desorden de programación. Antena 3 y Telecinco van poniendo orden para subsanar este defecto, pero en este curso una de las debilidades de TVE ha sido sus constantes movimientos de emisión. Hasta la icónica Cuéntame cómo pasó extravió, por primera vez en su historia, su valioso horario en los jueves. Tan instalado en la rutina de la memoria colectiva. 

Estos cambios constantes, sólo animan al público a desconfiar de las cadenas tradicionales e irse a la televisión 'a la carta' para evitar mareos. Pero es que, además, La 1 ha fomentado más confusión ya que todas sus  propuestas estelares repetían fórmula más de canal temático de realities que de frecuencia generalista pública: los manidos talents show con jurado. Vamos, todo el rato los shows estelares han sido famosos haciendo cosas y juzgados. O, en su defecto, anónimos haciendo cosas y siendo juzgados. Ya sea cocinar, hacer pasteles, bailar o lo que viene: reformar casas. Demasiados talents de un monolítico gancho y poca diversidad de formatos. Como si no hubiera más géneros televisivos. Cuando el futuro del prime time, más aún en una cadena pública, está en estabilizar franjas horarias que marquen la agenda con diversidad de miradas. Los famosos que van y vienen al mejor postor son fugaces y no crear imagen de marca justamente por eso mismo, al ir y venir. En cambio, las historias contadas con autoría son las que siembran fidelidad. 

El primer paso va unido al orden. Cada día de la semana hay que estructurar citas claras que retraten un país, motiven la curiosidad social o distraigan a través de la inspiración de la fantasía del entretenimiento. En este sentido, una buena cadena de televisión como La 1 debería remarcar una noche para cada género con ayuda de bloques reconocibles. Una noche dedicada al documental estrella (al estilo de TV3 con Crims); otro prime time para la noche de la ficción (centralizar las series siempre en los mismos días es interesante. Por ejemplo, los jueves y que se vayan pasando el testigo unas producciones a otras); otra noche, el show de entrevistas; después otra franja para docushows de andar por casa y, finalmente, otro horario de máxima audiencia como la noche del gran concurso de entretenimiento. 

No es nada original. Es como lo hacen las grandes cadenas públicas europeas. Hay que generar rutina con convocatorias habituales que, además, despierten el debate social. No todas funcionarán igual, pero para atraer a públicos no sólo basta con un género de mismos famosos que puede hasta crear confusión porque todo parece ya visto antes. Así no se pelea por aquellos públicos que se sienten huérfanos de tele, simplemente nos conformamos con el estereotipo de una audiencia tan instantánea como de expectación empobrecida.

Error. Todavía existe una amplia audiencia dispuesta a conectar con la ventana  en directo de la televisión de siempre, esa en la que encuentras buenas producciones sin necesidad de estar un buen rato pensando qué ver y, al final, acabas poniéndote, una vez más, La que se avecina. Es el mismo público que se sorprende enganchándose a programas que nunca hubiera buscado en un videoclub bajo demanda porque no sabía que le iban a interesar. Es el mismo público que disfruta con la congregación del estreno que compartimos todos a la vez. Sin embargo, esa audiencia que sigue zapeando se marcha desganada cuando se percata de que los horarios no se cumplen y que parece que siempre se emite lo mismo. Ni siquiera los programas asumen duraciones conciliadoras con nuestros actuales hábitos de vida. Estirar hasta las tantas un show sumará una décima de share, pero hace que el número de espectadores cada vez sea menor. Y sin espectadores la vieja televisión de masas va reduciendo su influencia, va quedándose desacompasada del mundo. Cuando la buena tele es la que se adelanta a nuestras expectativas, encontrándonos mundos que no sabíamos que teníamos a la vuelta de la esquina.

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