Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Cuéntame: el superpoder de Herminia

'Cuéntame cómo pasó' ha pasado de ser contada por la mirada de descubrimiento de un niño, Carlitos, a ser narrada por la experiencia desacomplejada de una abuela, Herminia.
Herminia con su hija en uno de los diálogos claves de la última temporada de Cuéntame cómo pasó
Herminia con su hija en uno de los diálogos claves de la última temporada de Cuéntame cómo pasó
RTVE
Herminia con su hija en uno de los diálogos claves de la última temporada de Cuéntame cómo pasó

Cuéntame cómo pasó ha pasado de ser contada por la mirada de descubrimiento de un niño, Carlitos, a ser narrada por la experiencia desacomplejada de una abuela, Herminia.

La serie cumple su recorrido existencial como una vida completa, repleta, despierta, clara. La sabiduría de Herminia es el eje hasta el final. Incluso a la hora de enfrentar un adiós, el adiós. Pero Mercedes no comprende que su madre haya abandonado la medicación mientras verbaliza "estas manos piden tierra". 

Con la brillantez de la sencillez, el anteúltimo episodio de la historia de Cuéntame cómo pasó, el capítulo 412, enfrenta la alegría de la celebración de un enlace matrimonial con el suspiro de la muerte. La vida es contradictoria por sí misma. Nosotros, también. A diario ejercemos la incoherencia hasta cuando defendemos la coherencia, pues no hay líneas rectas de felicidad en nuestra existencia. Puedes estar celebrando un casamiento a la vez que temiéndote un funeral.

Y, al final, la fiesta de la boda de la hija menor de los Alcántara, María, se transforma en el día en el que una abuela va diciendo adiós sin decir nunca adiós. 

Herminia ha aprendido que los eufemismos basados en el prejuicio no sirven para demasiado bueno. Si su nieto Toni intenta disfrazar la relación de su hijo con otro chico bajo el parapeto de "es un amigo", Herminia pone nombre propio a la pareja de su bisnieto concretando "es su novio".  Y punto. Ella no está ya para las aprensiones de la incultura social que intenta esconder las sexualidades remarcando ciudadanos de primera y de segunda. Herminia relativiza, y llama a las realidades con la normalidad que acoge la diversidad como intrínseca a la riqueza de la propia vida. Esa vida de la que se está despidiendo.

Aunque no sin antes verbalizar todos y cada uno de sus afectos, uno por uno. En una sociedad en la que parecía que expresar las emociones se acusaba como vulnerabilidad y cursilería, Herminia ha hecho suyo el superpoder de la ñoñez. Y lo ejerce. No piensa guardarse los sentimientos. Los comparte, los argumenta, los esparce, los abraza. Y esa capacidad de abrirse a los demás ayudará a que cuando sólo puedan recordarla, sus motivaciones seguirán creciendo, seguirán acompañando. Porque no se las quedó dentro. Porque desprendió los orgullos de los inservibles tabús que nos insistió la sociedad en la que nació Cuéntame cómo pasó. Porque los desahogues que siembran terminan reconfortando y hasta inspirando. No sólo a uno mismo, sobre todo a los que te quieren cuando estás y cuando ya no estarás.

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