Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Cuéntame y la gallardía de Antonio Alcántara

Qué idénticos son cada uno de nuestros despertares al recordar los despertares de Antonio Alcántara en cuarenta años de vida. 
Antonio Alcántara mirando hacia arriba. Cuéntame cómo pasó.
Antonio Alcántara mirando hacia arriba. Cuéntame cómo pasó.
RTVE
Antonio Alcántara mirando hacia arriba. Cuéntame cómo pasó.

"Hay personas que ven cambiar el mundo, pero no cambian nunca". La poca piedad de la voz de Carlitos Alcántara descoloca nada más comenzar un episodio dedicado a su propio padre, Antonio Alcántara. Aunque, al minuto, se entiende el matiz de golpe y al compás de la corrosión de un rap que se viralizó hace tiempo: "Soy Antonio Alcántara, vengo desde abajo". Qué idénticos son cada uno de nuestros despertares al recordar los despertares de Antonio Alcántara en sus cuatro décadas narradas a través de Cuéntame cómo pasó. Sólo cambia su rostro, está más curtido. Y la maquinilla de afeitar, más apurada. Como su vida. Como nuestra vida.

Día tras día, mañana tras mañana, afeitándose para ser eso que llamaban un hombre de bien. Porque Antonio Alcántara no puede escapar de todo lo que nos dijeron que era la hombría. Una especie de héroes de vino y gallardía que siempre querían más. Aunque les quedara cada vez menos. Ahí sigue parapetado Antonio, en su compromiso de intentar no defraudar las expectativas sociales. El problema surge cuando la productividad constante, que nos enseñaron desde pequeños, impide ver las relevancias reales. De hecho, sus hijos siguen tropezando en el mismo obstáculo. Su rendimiento profesional siempre es lo primero. Fuera del ámbito laboral, parece más difícil sentirse realizado.

Pero, de repente, aparece Herminia y pregunta si podría ponerse un vestido que se ha quedado huérfano en un maniquí del atelier de su hija, a la que sigue ayudando con tantos y tantos años. La ilusión de la madre por un simple vestido ilumina la cara de Mercedes Alcántara. No necesita nada más que festejar las alegrías de la cotidianidad. Y Herminia ya tiene vestido nuevo para cambiar de milenio. Porque llega la Nochevieja al año 2000, que tuvo el aliciente de un pavor colectivo. Había miedo por si los ordenadores se ponían a cero y nos apagábamos. No pasó, pero el posible caos entretuvo mediáticamente al país durante unas semanas. Porque la gran mayoría de los miedos que ocupan nuestro tiempo son altamente improbables. Muchos, infundados.

Justo cuando concluyen las doce campanadas con sus doce uvas, la imagen de la familia Alcántara se queda congelada. Con cara de susto. ¿Se acabará el mundo? No, la vida continuó. Y todos aplaudieron, con un suspiro de tranquilidad. Los Alcántara en su máxima expresión. No estaban todos los hijos, pero estaban sus amigos, los del barrio, la indestructible familia elegida. La familia que está sin la seguridad del caprichoso lazo de sangre.

Cuántas capas de cebolla tiene este capítulo 411 de Cuéntame. Cada escena atesora profundidad patente y latente. Se nota la mano de Joaquín Oristrell, director de este episodio. Maestro del costumbrismo pop, maneja con arte el pim-pam-pum de la sensibilidad y la comedia que nos mueve a todos a diario. También en esta entrega, que ha sido un estallido de emoción, risas y picardías maravillosas. Como el suspense del seductor diálogo en primerísimo plano de Antonio Alcántara y una mujer que termina descubriéndose que es la examinadora del psicoténico del carné de conducir. Porque el psicotécnico es puro cortejo.

Un guion que juega desde un disloque de sentimientos complicados de definir pero que se resumen en la contradicción de nuestras vulnerabilidades representadas por Imanol Arias hecho Antonio Alcántara. Lo mismo se hunde por culpa de esa gallardía que le hace gritar "Yo no he venido a este mundo para que me limpien el culo" que lo mismo se siente a salvo abrazando a su nieta con tamagotchi en mano. Un Antonio Alcántara que quizá, por fin, se ha percatado de que envejecer bien es entender que, a pesar de que los años corran, hay que mantener la curiosidad de la juventud, la curiosidad 'pá arriba'. Y, entonces, mira al cielo. Y, entonces, pasa un avión que nos lleva directos y literalmente al anteúltimo capítulo de la historia de Cuéntame cómo pasó

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