VICENTE VALLÉS. PERIODISTA
OPINIÓN

Y el paro, ¿pa' cuándo?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, tras firmar en Moncloa el acuerdo sobre el proyecto de ley de presupuestos para 2019.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, tras firmar en Moncloa el acuerdo sobre el proyecto de ley de presupuestos para 2019.
Zipi / EFE
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, tras firmar en Moncloa el acuerdo sobre el proyecto de ley de presupuestos para 2019.

Los Presupuestos que Pedro Sánchez ha pactado con Pablo Iglesias —y que ahora tienen que ser aprobados por el PNV, por los independentistas catalanes y por el comisario europeo Pierre Moscovici– anuncian mejoras para quienes cobran el salario mínimo, para los pensionistas y para los autónomos. Pero, ¿qué pasa con los parados?

Jennifer López tiene una canción, muy criticada por su evidente componente machista, en la que se muestra encantada con las atenciones que le ofrece su novio. Pero, a pesar de eso, lo que en realidad quiere la protagonista es casarse. De ahí que le pregunte con reiteración en el estribillo: "Y el anillo, ¿pa' cuándo?" A la solución al paro en España le pasa como al anillo de Jennifer López, que no llega nunca. Y el paro, ¿pa' cuándo?

El año 2007, el último de la bonanza económica, terminó con un 8,7% de desempleo en España. Y todos éramos inconscientemente felices: siendo el mejor dato en años, nuestra tasa de desempleo era todavía el doble de la media europea. Once años después, el Gobierno nos dice en sus Presupuestos que acabaremos 2018 con el 15,5% de paro, y en 2019 bajaremos al 13,4%, cuando la media de la Unión está en torno al 7%. Lejos de prever un crecimiento rápido del empleo, el Gobierno trabaja sobre la posibilidad de que ese crecimiento sea más lento.

Si España tiene un hecho diferencial evidente, ese es el desempleo. Y asumimos esta realidad como quien asume una tara irremediable. Es lo que hay, y nadie propone un gran acuerdo nacional para poner fin a esta desgracia que parece un castigo divino. Porque reducir el desempleo a niveles europeos sí supondría financiar mejor las pensiones, la dependencia, la sanidad y la educación. Con poco paro, el Estado ahorra mucho dinero en todo tipo de prestaciones sociales, y además hay más trabajadores pagando impuestos y cotizaciones.

No es el exceso de gasto público lo que ayuda a la economía a resolver los problemas. Es un buen nivel de ingresos. Pero, lejos de ingresar más gracia a la creación de empleo, el Gobierno sube los impuestos. Y es ahí donde se impone el realismo mágico: el momento en el que el actual Gobierno, igual que los anteriores, escribe la carta a los Reyes Magos, dando por hecho que ingresará lo que no puede saber que va a ingresar. Porque no se puede saber. Los gastos son fijos, y hasta crecientes. Los ingresos son siempre especulativos.

Y esos Presupuestos no los va a negociar el Gobierno, sino el líder de un partido que le apoya (Podemos), en el interior de una prisión, con un dirigente político encarcelado, que irá ante un tribunal acusado de rebelión contra el Estado, y también con un prófugo de la justicia, refugiado en un país de la Unión Europea y acusado del mismo delito. España es un país peculiar.

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