OPINIÓN

El don político de la oportunidad

La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso interviene durante un mitin en la Plaza de la Constitución en Arganda del Rey.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Isabel Infantes
La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso interviene durante un mitin en la Plaza de la Constitución en Arganda del Rey.

La voluntad de reencuentro y concordia, de acabar con la venganza y la revancha, y de mostrar magnanimidad hacia los independentistas ha llevado al Gobierno a un llamativo ejercicio de sobreactuación, previo a la concesión de los indultos. Esa recopilación de términos para definir el momento político acaba por provocar situaciones que –en otro tiempo de menos tensión– deberían evitarse. Por ejemplo, que puestos a relajar tensiones y a facilitar el acercamiento, el presidente del Gobierno evite hablar del rey y sustituya la cita a Felipe VI por la del presidente de Corea del Sur.

Preguntado por el plantón del presidente de la Generalitat al monarca, Pedro Sánchez respondió que "cuando estamos hablando de que hay una visita de Estado tan importante como la del presidente de Corea del Sur en Barcelona, que es la primera visita de Estado que se celebra en nuestro país después de la pandemia, sería deseable que estuvieran todas las instituciones públicas representadas". Es decir, que Pere Aragonès debía haber estado en la cena de Barcelona por la presencia del presidente de Corea del Sur. No hay mención a la posible conveniencia de que Aragonès comparta cena con el rey de España. En ocasiones se corre el riesgo de ser más papista que el Papa.

"Hablan cuando no deben y callan cuando deberían hablar. Elegir bien la oportunidad es un don del que no todos disfrutan"

Que un presidente de la Generalitat evite al rey no sería noticia si no pareciera razonable pensar que, ante la generosidad del Estado de conceder indultos, hubiera como respuesta un gesto de acercamiento, aunque sea mínimo, que permita al Gobierno de la nación disponer de una excusa más "vendible" para convencer a los españoles que se muestran reticentes, en palabras textuales del propio presidente.

Pero el independentismo tiende a no hacer gestos de distensión, porque la tensión es lo que alimenta sus opciones de prevalecer, y cuando un dirigente soberanista parece flojear, aparece otro que se lo afea y que, incluso, le acusa de traicionar a la causa.

Quien debería mencionar al rey para defender su posición y su dignidad como jefe del Estado opta por evitarlo y señala, como alternativa, al presidente de Corea del Sur. Y quien debería preservar la figura de Felipe VI no hablando de él lo hace sin pausa, como es el caso de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Mantener al rey lo más alejado posible de la disputa política es una muestra de respeto hacia el monarca, y es un gesto de ayuda hacia aquel a quien se supone que se pretende proteger.

Pero, a la vista de los acontecimientos, determinados dirigentes tienden a confundir su tarea. Hablan cuando no deben y callan cuando deberían hablar. Elegir bien la oportunidad es un don del que no todos disfrutan. Y últimamente es una virtud que escasea en la política española.

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