Entre las imágenes terribles de la guerra de Ucrania y las colas de los camiones en huelga, en Madrid han pasado inadvertidos estos días los grupos de médicos que han salido a las puertas de los hospitales reivindicando que se atienda con justicia, y no con fría burocracia, su futuro profesional, empantanado desde hace décadas por la desidia administrativa.

Se trata de los miles de especialistas que en diferentes áreas han trabajado por nuestra salud sin que se les reconozcan los derechos laborales que todos tenemos, tanto en las empresas como en la función púbica. Todos ellos, profesionales de primera categoría, llevan años acumulando contratos temporales sin que se les reconozca la fijeza en el empleo exigible en cualquier actividad y empleo profesional.

La medicina es una profesión que exige dos funciones en paralelo: asistir a los pacientes las 24 horas y dedicar una buena parte de su tiempo de descanso a seguir estudiando. Es una carrera que nunca termina y la Administración autonómica de la capital quiere normalizar el olvido, pero de la manera más desafortunada que cabe imaginarse: exigiéndoles previamente superar una oposición.

Someterles a un examen después de tantos años es una injusticia y hasta diría que una humillación

Lo primero que cabe es preguntarse, ¿es que hasta ahora hemos estado diagnosticados y tratados por unos médicos sobre los que pesa la duda de su competencia? Someterles a un examen después de tantos años es una injusticia y hasta diría que una humillación. Ellos son, en buena medida, los que contribuyen a diario a consolidar a la medicina española entre les mejores del mundo.

Esta es la situación que les lleva a manifestarse, a reclamar lo que ya se han ganado en las consultas y los quirófanos, y lo están haciendo sin estruendo de cláxones ni quema de contenedores: con el respeto a las formas que les da la razón.