Paola Pérez Correas Psicóloga sanitaria
OPINIÓN

¿De verdad se piensa en los niños y sus familias?

Pictogramas en un aula de un colegio de Educación Especial.
Pictogramas en un aula de un colegio de Educación Especial.
Jorge Paris
Pictogramas en un aula de un colegio de Educación Especial.

Leemos diversas opiniones sobre inclusión, integración y Educación Especial y nos vamos formando nuestra propia idea de un tema tan complicado, con tantos y distintos protagonistas, con muchos intereses entrecruzados. En ocasiones las opiniones resultan fundamentadas; otras veces, no tanto.

Partiendo de la base de que todas las discapacidades no son iguales, resulta difícil englobar a todos los chicos en el mismo saco. A veces desde el desconocimiento y cargados de buenas intenciones hablamos de inclusión, como si se tratase de algo sencillo. Pero más allá de las buenas intenciones, debemos valorar la realidad de cada persona. Sólo desde una visión amplia podremos evaluar la enorme importancia de la Educación Especial, y, desde mi punto de vista, esta visión debe ser, además, generosa.

"Los maestros me cuentan que no tienen los recursos para atender a estos niños"

¿Se está pensando en los niños y sus familias? Más allá de la politización del tema como consecuencia de las propuestas que incluye la nueva Ley de Educación; tendríamos que reflexionar con realismo sobre qué es lo mejor para los chicos y chicas con discapacidad. La Educación Especial desempeña un papel fundamental, prestando necesidades específicas a cada alumno, aportando la ayuda necesaria para que consigan alcanzar su nivel máximo de desarrollo. Desde esta perspectiva, parece inviable a día de hoy adaptar los centros ordinarios, ya que no solo se trata de los maestros, sino de muchos otros profesionales que intervienen con los alumnos. Parece casi imposible desde un punto de vista realista llevar a cabo esta transición sin prever cada caso, asignando la adecuada y necesaria inversión económica, de tiempo, de recursos, espacios y formación. 

Los profesionales de los centros ordinarios no están capacitados para atender las necesidades de todos estos niños y niñas. Debido a mi trabajo como psicóloga acuden a mi consulta gran cantidad de maestros agotados, frustrados, con cuadros importantes de ansiedad, que con impotencia van a trabajar a sus aulas repletas de alumnos; cada uno con sus problemas y entre los que se encuentran algunos con necesidades especiales (aquí también entran dislexias, déficit de atención o hiperactividad) que requieren una atención personalizada y suplementaria. Me cuentan que no tienen los recursos adecuados para atenderlos. Ni los tienen ellos, ni los tienen los colegios ordinarios dónde trabajan.

En mi vida profesional he trabajado como monitora de campamentos en Feaps Aragón y de integración en el Pony Club Aragón. Posteriormente, en el mismo centro hípico, como terapeuta de Hipoterapia con chicos con diversas discapacidades como autismo, parálisis cerebral o síndrome Rett. Desde mi experiencia puedo decir que, sin ninguna duda, todas estas personas deben vivir en inclusión social. Pero seamos realistas, todos ellos necesitan la mejor de las atenciones y en eso consiste precisamente la Educación Especial. No desvistamos a un buen santo para vestir a otro si no tenemos las garantías de que el experimento va a funcionar. Estamos hablando de personas con una situación física y psíquica no elegida. De salida, sin las mismas oportunidades que los demás. No tenemos derecho a jugar con su futuro.

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