Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

Bocachanclas

Covadonga Vanessa (nombre supuesto), que se aburre mucho tras un mes de confinamiento, se mete en el ordenador y pone en su red social que, según sabe ella de muy buena tinta, en realidad hay miles de muertos más por el virus de los que creemos, pero que el Gobierno no lo dice para no perder votos.

El señor Palacio, también desde su casa, asegura –lo sabe de muy buena tinta– que después de este virus llegará una pandemia que extinguirá a la humanidad, y que el Gobierno lo sabe pero no nos lo dice.

"La proporción de tontos con respecto a la población total se mantiene más o menos estable desde hace siglos"

El señor obispo de Cuernavaca (México), Ramón Castro, asegura en misa que el coronavirus es, en realidad, un castigo de Dios por el aborto, la eutanasia y la homosexualidad. Lo sabe de muy buena tinta: se lo han dicho a él desde el cielo.

Una señora que se apellida Baselga cuelga un vídeo en el que asegura que este virus lo han fabricado los masones (les llama asesinos, genocidas y comeniños), y la prueba es que hay 33.000 infectados, que el médico que lo descubrió tenía 33 años y que la enfermedad está en 33 países. Nada de todo eso es cierto, pero a ella qué más le da.

"No nos dejemos marear por los bocachanclas"

Miren ustedes, la proporción de tontos con respecto a la población total se mantiene más o menos estable desde hace siglos. Lo que sucede es que ahora hay redes sociales y cualquier cretino puede esparcir sus sandeces por todo el planeta, cuando hasta hace un par de décadas se limitaban al bar o a la mesa camilla. Y lo peor es que siempre hay alguien que les escucha.

Este desastre está sacando lo mejor de mucha gente, lo vemos todos los días a las ocho. Pero también lo peor. Cuidemos nuestra salud… y nuestra cabeza. No nos dejemos marear por los bocachanclas.

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