Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'Los Goya 2022': así ha fallado una gala hueso para el prime time televisivo

José Sacristán, Goya de Honor
José Sacristán, Goya de Honor
RTVE
José Sacristán, Goya de Honor

Los Goya debe ser un programa pensado para la televisión. Y, en este 2022, Los Goya no han sido un programa pensado para la televisión. La academia tiene dificultades para hacer atractivo el cine patrio. Nadie dijo que fuera fácil, pero una buena gala televisiva debe saber presentar bien a sus personajes protagonistas para que el espectador empatice con ellos. Y tenga ganas de vivir su trabajo, su vida, su talento. 

Los Goya 2022 han comenzado con una larga mascletá, ya que se han realizado desde Valencia, para después empezar el show cantando 'Libre' de Nino Bravo, ya que se han realizado desde Valencia. Homenaje, interpretado por Bebe, Jedet y Cristina Castaño, que ha sonado raro. Más bien ha sido lo contrario a un homenaje por caótico, visual y artísticamente. De hecho, recordaba a un revival de los comienzos de aquel Noche de Fiesta de José Luis Moreno con mucha gente en el escenario, con mucho fuego de artificio. Pero poca o nula propuesta escénica. Lo importante era el ruido para rellenar. Y el cine se sostiene en la escenografía que despierta sentimientos, también cuando quiere celebrarse a través de la televisión.

Ni siquiera hemos visto demasiadas imágenes que proyectaran desde TVE la fuerza de las películas del año. Por momentos, hasta se ha preferido poner a familiares a mandar mensajes rollo 'El diario de Patricia'. Pero con grabaciones malas, al estilo de las webcams del confinamiento. Con lo hartos que estamos de ver imágenes vía 'zoom'... Así que era difícil saber si se otorgaba el galardón por excelente familiar o por un trabajo cinematográfico. No ha habido contexto de prácticamente nada. Ni cuando irrumpían sketches sarcásticos sobre nuestro tiempo y nuestra ficción, que ha sido lo más atinado de la velada.

La gala, eso sí, ha tenido en cuenta el ritmo: los premios han pretendido cierta rapidez. Pero se ha confundido ritmo con velocidad. Porque si vas muy rápido y no se entiende qué estás entregando: el público se aburre y cambia de canal. Necesita comprender, empatizar con premiados y cotillear las expresivas reacciones de las celebrities asistentes en el patio de butacas del auditorio de Calatrava, con un diseño que tampoco se lo pone fácil al realizador de TVE para encontrar las caras sin que las cámaras que enfocan se tambaleen. 

Al final, una buena entrega de premios debe tener un buen hilo narrativo que sea claro, concreto y que no se olvide la tesis de la celebración. En este caso, el cine español. No el norteamericano, que en ocasiones este detalle también se nos olvida... Tanto que hasta se crea un premio internacional que ensombrece mediáticamente a lo autóctono. Paradojas. No siempre ha sido así. Los Goya, en su historia, han vivido grandes noches de gala que alcanzaron un brillante arco narrativo centrado en el cine y las emociones que nos produce como retrato de la sociedad. Lo bordó Rosa María Sardá con su ironía inteligente, lo consiguió Andreu Buenafuente con su comedia de la emoción televisiva, especialmente en el show de 2010. 

Un acto institucional más que emocional

Pero, claro, en este 2022, Los Goya no ha tenido maestro de ceremonias. Si los norteamericanos lo intentan, nosotros también. Y se ha notado esa falta de un rostro que otorgue unidad y autoría, porque el programa ha sido un batiburrillo complicado de seguir por la tele. Sin un buen guion que diera forma sensitiva al acto, sin esos giros dramáticos que remueven la ilusión inesperada. No ha habido evolución dramática ni punto de inflexión ni despedida contundente. Se ha visto más bien una especie de ególatra gala de entrega de premios de feria de muestras. Sin pensar demasiado en el espectador, sin apostar por jugar con los trucos del cine. Esos que nos hacen soñar, que nos ponen a vibrar. 

Los Goya 2022 ha sido una gala objetivamente hueso, desconectada de las narrativas actuales. Muy institucional, poco tele acontecimiento para acercar el cine al público transversal. El punto de la expectativa emocional lo ha puesto el retorno de Sabina, junto a Leiva, y la recogida del Goya de Honor por José Sacristán y su perfecta entonación. Y los premiados, por supuesto. Ellos siempre deben disfrutar su momento. Como quieran. Incluso perdiendo los nervios, si es necesario. El resto del no-espectáculo, ya lo hemos olvidado. Quizá Los Goya 2022 querían recordar a Luis García Berlanga desde su tierra valenciana intentando poner en práctica una de sus emblemáticas frases: "Hay obras maestras que lo son por el monumental aburrimiento que provocan".  Entonces, enhorabuena, Los Goya han alcanzado su objetivo.

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