OPINIÓN

La 'fuga exprés' del hombre templado

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, se dirige a comparecer en la Comisión de Sanidad y Consumo del Congreso de los Diputados, a 10 de diciembre de 2020. Durante su comparecencia, Illa ha adelantado información referente a las vacunas c
Salvador Illa, en una imagen de archivo del 10 de diciembre de 2020. 
EP
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, se dirige a comparecer en la Comisión de Sanidad y Consumo del Congreso de los Diputados, a 10 de diciembre de 2020. Durante su comparecencia, Illa ha adelantado información referente a las vacunas c

El hombre templado de la pandemia se va. Abandona ese Ministerio de Sanidad que "no le ocuparía mucho tiempo", en palabras no sé si apócrifas de Pedro Sánchez, para ayudar al PSC a recuperar el terreno que perdió en Cataluña cuando los constitucionalistas se reunieron en torno a Inés Arrimadas para hacer frente al delirio fanático de los independentistas.

Salvador Illa es un tipo sereno que ha demostrado su capacidad para mantenerse calmado y educado en las circunstancias más tensas. Es un político de buen talante, que transmite confianza entre los suyos y entre muchos que nunca han sido de los suyos. Pero el que demuestre estos atributos tan nobles no significa que tengamos que elevarlo manu militari a los altares laicos de la democracia. Las encuestas quizás le avalen, pero los hechos objetivos no lo hacen tanto.

Salvador Illa ha sido también el ministro de un Gobierno que se ha visto muy superado por la crisis sanitaria y se va del cargo en plena tercera ola de la pandemia, con una mortalidad extrema y cuando el proceso de vacunación está todavía intentando arrancar. Quizás dé igual, pero me cuesta pensar que esta ‘salida exprés’ con destino a la Ciudad Condal sea lo normal cuando el país vive la angustia de una crisis pandémica que no logramos controlar.

Puede que la jugada sea magnífica para el PSC y para los intereses del PSOE, pero el mensaje que se lanza a los españoles es que da igual quién se siente en la butaca asignada al ministro de Sanidad. Y eso, en medio de esta depresión colectiva y con los hospitales al borde de la saturación, dice muy poco de quienes hayan tomado la decisión de enviarle de vuelta a Cataluña. 

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