Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Ojo a las jornadas maratonianas

Dos hombres de negocios corriendo de un lado a otro.
Dos hombres de negocios corriendo de un lado a otro.
GTRESONLINE
Dos hombres de negocios corriendo de un lado a otro.

No llegan a los 30. A duras penas pagan un alquiler para poder vivir fuera de casa. Muchos comparten piso y los más lanzados han dado el paso de casarse y tener su primer hijo sabiendo que conciliar será tarea pendiente durante unos cuantos años.

Muchos de los jóvenes empleados de grandes consultoras, despachos de abogados o corporaciones financieras viven por y para el trabajo. Con el teletrabajo su dedicación se ha convertido en casi una religión. No se puede desconectar el ordenador. Las jornadas laborales son eternas y pobre de aquel que se queje. Si el jefe escribe, sea la hora que sea, hay que contestar. Así que viven pegados a sus teléfonos.

Hace unos meses los empleados de Goldman Sachs escribieron una carta denunciando jornadas maratonianas de más de 95 horas semanales. Pedían un poco de cordura, poder tener más tiempo para ellos y apostaban por jornadas de 80 horas a la semana, ¡80!, el doble de lo legalmente establecido, pero es que ya solo con eso, con el doble de lo legal, pensaban que ganarían en calidad de vida. En España los trabajadores de la consultora Ernst and Young denunciaban también concentrar en una semana el trabajo de dos, jornadas de más de 84 horas a la semana. La empresa alegó que eran casos puntuales, provocados por la pandemia.

"Todos perseguimos sueños al empezar nuestra carrera laboral, pero todo tiene un precio"

Hace unos días una chica que pertenece a este perfil de trabajadores me contaba cómo algunas compañeras, antes de la pandemia, habían asumido como algo normal acostar a sus hijos por videollamada. Sí, a través del teléfono o el ordenador, daban las buenas noches a sus retoños, a esos que no habían visto en todo el día y que, con un poco de suerte, al día siguiente podrían dar un beso al vuelo antes de salir corriendo para la oficina y volver a encerrarse frente al ordenador para el resto de la jornada.

Pues bien, la OMS ha alertado del coste de este tipo de trabajos extenuantes. Superar las 55 horas semanales incrementa un 35% las posibilidades de sufrir un derrame cerebral frente a los que hacen jornadas de 40 horas y hasta un 17% la posibilidad de sufrir un infarto. Al estrés de sus trabajos se suma la falta de ejercicio, una pésima dieta (se come lo que se puede y cuando se puede, la mayoría de las veces un sándwich de la máquina frente al ordenador) y un ambiente altamente competitivo.

"Superar las 55 horas semanales incrementa un 17% la posibilidad de sufrir un infarto"

Muchos tiran la toalla: ese ritmo, de por vida, es inasumible, y ni siquiera en el mejor de los casos acaban consiguiendo los sueños que se plantearon cuando entraron en esas grandes empresas. Recién salidos de la facultad, fichar por esas empresas era el premio gordo. Hasta que se convirtió en una trampa.

Todos hemos perseguido sueños cuando empezábamos a forjar nuestra carrera laboral. Sacrificar vacaciones, festivos, hacer horas extras cuando tocaba era parte del proceso. Pero todo tiene un precio. Desconectar, cuando toca, es necesario.

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