Las campañas son como los realities, la gente se queja de ellos, pero los ve. Millones de espectadores siguieron ayer un debate bien organizado y largo en exceso, con el bloqueo y la crisis de Cataluña de fondo.
Todos se jugaban mucho. Pedro Sánchez (PSOE) porque al mejor situado no le conviene arriesgar. Por eso se ciñó a su papel de presidente y hasta anunció su futuro Gobierno...
Pablo Casado (PP) buscó consolidarse como alternativa y centrarse entre Albert Rivera y Santiago Abascal. El líder de Ciudadanos –pese al adoquín– quedó desdibujado: la solución a la crisis catalana tiene muchos novios, e incluso Pablo Iglesias, efectista, esgrimió la Constitución, además de reclamar una coalición a Sánchez. Abascal, nuevo en un foro que desdeñaba en abril, desgranó su duro discurso en guante de seda.
La minoría que mueva su voto puede decantar las incógnitas del 10-N. Porque los candidatos, ayer, no aclararon cómo salir del atolladero que bloquea la vida política.
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