Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Bocinas y cacerolas

Cacerolada contra el Gobierno.
Cacerolada contra el Gobierno.
Jorge París
Cacerolada contra el Gobierno.

Fue una maniobra astuta. Su autor, el marqués de Queipo de Llano, quien la víspera del 18 de julio del 36 se presentó en Sevilla para sumarla a la rebelión. Apenas le siguieron un centenar de soldados, pero los distribuyó de tal manera que pareciera una división. Su argucia consistió en hacer pasar una y otra vez con mucho aspaviento a unas decenas de rebeldes subidos en tres camionetas por las calles sevillanas como si fueran miles. La hazaña le valió la Jefatura del Ejército del Sur.

Aunque los de ahora son, por fortuna, otros tiempos y las circunstancias otras, algo similar han logrado las recientes protestas motorizadas. Atrajeron sin duda a miles de vehículos, pero su reiterada movilidad produjo un efecto multiplicador que proyectó la imagen de una respuesta masiva. Hasta tres y cuatro veces se les vio pasar por un mismo punto a muchos de los enardecidos manifestantes.

"Limitarse a patalear agitando la crispación en circunstancias tan graves no parece muy patriótico"

Los cálculos de la Delegación del Gobierno cifraron en 6.000 los participantes en la marcha de Madrid. Con un millar de coches menos, hace año y medio, los taxistas colapsaron la capital provocando enormes trastornos a la ciudadanía. En esta ocasión, los convocantes celebraron la protesta en sábado y a pocos días del luto oficial que tanto reclamaron, dándole ese aire festivo de romería tan ensayado por el independentismo catalán.

De esta forma –y sobre la cubierta de un autobús tuneado al efecto– Abascal y su troupe pudieron darse un baño de multitudes con unos pocos miles pero muy ruidosos adeptos. No es verdad que todos fueran "señoritos", como manifestó Íñigo Errejón, pero el predominio de los Mercedes, los todoterrenos y las motos de alta gama patentizaba que la marcha no era contra la pobreza. Su grito "Gobierno dimisión" impreso en grandes caracteres en el autobús de Vox y coreado a bocinazos hasta reventar tímpanos trató de tensionar la calle para rentabilizar políticamente las torpezas del Gobierno.

Por evidentes que sean las debilidades del Ejecutivo, ninguna formación ni bloque ideológico reúne ni de lejos apoyos suficientes para tumbar a Pedro Sánchez. Esta es la realidad que la oposición conoce, y sabe también que un país polarizado merma sus posibilidades de salir pronto y bien de la crisis brutal que nos ha caído encima.

"Por evidentes que sean las debilidades del Ejecutivo, ninguna formación reúne ni de lejos apoyos para tumbar a Sánchez"

Según la encuesta publicada en 20minutos, más del 70% de los españoles están seriamente preocupados por la tensión política, lo que no favorece a quienes la alientan.

Bocinas y cacerolas logran un efecto atronador con pocos intérpretes, pero, siendo el derecho al pataleo absolutamente legítimo, limitarse a patalear agitando la crispación en circunstancias tan graves no parece muy patriótico. Que nadie, ni a izquierda ni a derecha, se llene la boca con la palabra España si en lugar de apostar por la unidad y los grandes acuerdos que nos fortalezcan, se limitan a encender y enfrentar a la gente para sacarle partido al drama.

Por cierto, solo un mes después de aquella audaz toma de Sevilla, Gonzalo Queipo de Llano ordenó la muerte de Federico García Lorca. "Dadle mucho café", le dijo a su ejecutor. Maldita sea la astucia del marqués.

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