OPINIÓN

¿El PNV o el caos?

Imanol Pradales, candidato por el PNV.
Imanol Pradales, candidato por el PNV a las elecciones vascas..
PNV
Imanol Pradales, candidato por el PNV.

Es una paradoja de la política vasca: la desaparición de los atentados no sirvió para que el electorado premiara a ese PP autóctono que empuñó heroicamente la bandera del constitucionalismo en los peores y más dramáticos momentos, sino para que una gran parte de ese voto se desplazara al PNV por un erróneo sentido práctico que veía en el partido de Arana un dique de contención a la marea de Bildu y Podemos. Ese papel de muro contenedor de los secesionistas y los antisistema pudo tener una verosimilitud en los nueve años que transcurrieron desde el 2009 al 2018. El desalojo de los nacionalistas de Ajuria Enea y del Gobierno de Vitoria, cuando Antonio Basagoiti dio sus votos al PSE para hacer lehendakari a López, produjo un giro a la moderación en la política peneuvista. Asustados por esa caída del voto, los jelkides jubilaron a Ibarretxe y lo sustituyeron por un Urkullu que se empleó a fondo en la labor de rehacer el partido, y recuperar la base electoral espantada por el Pacto de Lizarra y el Plan de Libre Estado Asociado. Con esa estrategia, el PNV renunció a hacer seguidismo del procés catalán y no solo recuperó su electorado sino que lo ensanchó robándole votos al PP.

Esa "política de la sensatez" saltó por lo aires cuando el PNV apoyó la moción de censura contra Rajoy y se sumó a la dinámica sanchista. Pero Urkullu tuvo la habilidad de disimular dicha voladura manteniendo un tono institucional ajeno al órdago de Puigdemont, o sea, poniendo en su discurso una de cal y otra de arena. Pese a que sus votos fueron decisivos para encumbrar a Sánchez, el PNV supo hacer la política del "aldeano, que tira la piedra y esconde la mano" y retener el voto del pragmatismo constitucionalista. El truco les ha funcionado hasta hoy, pero es hora de que deje de hacerlo. Las autonómicas del 21-A no admiten las ambigüedades del pasado. Con la Ley de Amnistía y su ofensiva contra el Poder Judicial, es el PSOE el que se ha tirado al monte. En ese contexto, es preciso denunciar que a este PNV reincidentemente sanchista se le han caído todas las caretas.

Sí. El problema ante las elecciones vascas no reside solo en que pueda ganar Bildu, sino en que, gane quien gane, el panorama va seguir siendo peligroso porque son el PNV y el PSOE los que están dando alas a ese Bildu que ahora quieren presentar como enemigo y al que le han dado la alcaldía de Pamplona. ¿Puede ser una amenaza a la democracia en el País Vasco lo que en Navarra presentan como un paso democrático? El caso del PNV recuerda al chiste del dibujante Ramón en el Hermano Lobo del 2 de agosto de 1975: "O nosotros o el caos". Cuando el auditorio contesta a ese dilema que prefiere "¡el caos, el caos!", el hombrecillo que lo ha formulado tiene una inolvidable respuesta: "El caos también somos nosotros".

El caos no es solo Bildu. Lo es también el PNV, porque votarle es votar indirectamente a Bildu y a la desestabilización que Bildu promete. Lo es porque ese apoyo le llegará a Bildu por la vía peneuvista, la sanchista y la del pacto entre ambos. Lo menos malo que podría pasar en esos comicios es que un PNV y un PSE a la baja no puedan formar gobierno y necesiten los votos de un "PP bisagra" pagando el precio que éste podría imponer de moderación. Así de mal están las cosas. O susto o muerte. Y Javier de Andrés, el candidato del PP vasco, hablando de servicios públicos.

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