OPINIÓN

El Puigdemont de Feijóo

Feijóo celebra la Junta Directiva Nacional en su segundo aniversario al frente de Génova.
Feijóo celebra la Junta Directiva Nacional en su segundo aniversario al frente de Génova.
PP
Feijóo celebra la Junta Directiva Nacional en su segundo aniversario al frente de Génova.

El líder del PP reunió a la dirección de su partido, tomó el micrófono y se mostró pretendidamente firme frente a la renovada exigencia independentista de un referéndum: «Si a Sánchez le quedase sentido de Estado, no dejaría ni que presentasen esta propuesta de referéndum; hoy mismo rompería con sus socios y pondría fin a este viaje sin retorno».

La frase no generaría dudas sobre las intenciones de Alberto Núñez Feijóo si no estuviesen precedidas de planteamientos menos determinantes, que hacen sospechar que el líder popular sueña con una Convergencia rediviva que recupere el espíritu del Majestic, el hotel barcelonés en el que Aznar y Pujol firmaron el pacto que llevó al PP al poder en 1996. Pero Puigdemont no es Pujol. Y, de hecho, ni siquiera aquel Pujol es el de hoy, como el Artur Mas que llegó al Palau de la Generalitat no es el mismo que salió de él.

Después de las elecciones del 23 de julio, Feijóo autorizó una conversación entre un cargo público del PP en Cataluña y representantes de Junts. Aquella charla no derivó en el apoyo de Puigdemont a la investidura del líder popular, como era previsible, y Feijóo lo sabía. Su verdadero propósito era abrir una vía de comunicación mirando al futuro. Y no la quiere cerrar, a pesar de que Junts ha dejado claro, por enésima vez, que pretende reiniciar el proceso independentista desde el mismo punto en el que lo dejó.

Así, esta semana, en una entrevista en el diario El Mundo, Feijóo ha insistido en no desistir, y ha dicho que «si los nacionalistas se reconcilian con la ley, la Constitución, la separación de poderes, la independencia judicial, el Estatut… entonces podemos entablar una conversación». Es decir, hablarían con Junts si deja de ser Junts, si acomete una regresión de un par de décadas y si vuelve a ser la Convergencia que facilitó gobiernos (y sacó buenos réditos de ello) del PSOE y del PP, indistintamente. La expectativa resulta tan conmovedora como inútil.

Feijóo fue presidente de la Xunta de Galicia a lo largo de cuatro legislaturas. Alcanzó el poder en 2009, durante el segundo mandato de Zapatero. Rajoy llegaría al poder a finales de 2011. El líder gallego decidió asentar su condición de barón autonómico marcando distancias con las decisiones de Génova y hasta ocultando el logo del PP en sus campañas electorales. Estableció una relación de cierta cercanía con el lendakari Iñigo Urkullu y decidió practicar en Galicia una especie de galleguismo con aroma filonacionalista, lo que le resultó muy rentable en términos electorales porque sustrajo a los nacionalistas algunas de sus banderas tradicionales, como la defensa de la lengua gallega. Y ahora, Feijóo no puede evitarlo, aunque lo intente.

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