Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Portugal a la española

Andre Ventura, líder del partido de derecha Chega, festeja los resultados de las elecciones de Portgal el pasado 11 de marzo de 2024.
Andre Ventura, líder del partido de derecha Chega, festeja los resultados de las elecciones de Portgal el pasado 11 de marzo de 2024.
Europa Press
Andre Ventura, líder del partido de derecha Chega, festeja los resultados de las elecciones de Portgal el pasado 11 de marzo de 2024.

Siete años guerreamos con Portugal en una contienda absurda motivada por intereses ajenos a los miles de muertos y heridos que ocasionó. Eso fue en 1762, unos 100 años después de los levantamientos de la Restauración que concluyeron con el Tratado de Lisboa por el que, tras casi seis décadas de anexión, Portugal dejó de pertenecer al Reino de España.

Esa guerra de los Siete Años, que incluyó la invasión de los ejércitos español y francés en territorio luso, despertó en el vecino país un sentimiento nacionalista similar al que surgiría después en nuestro territorio contra Napoleón. La campaña militar estuvo marcada por la acción guerrillera del campesinado portugués que cortó los suministros y mató de hambre a las tropas españolas hasta aniquilarlas. Una vez más, Inglaterra se metió en aquel fregado en favor de Portugal, no porque le importaran lo más mínimo los portugueses, sino por sus propios intereses comerciales y estratégicos frente a Francia. Son episodios casi olvidados en nuestro país, pero muy rememorados en la historia y el sentir de Portugal hasta el punto de marcar con el recelo nuestra vecindad durante más de dos siglos.

El acceso a las libertades democráticas de ambos países, tras décadas de dictaduras, y la posterior incorporación al Mercado Común y la Europa sin fronteras fue diluyendo la desconfianza del lado luso y el desdén del lado español que presidía las relaciones entre Madrid y Lisboa. España es ahora el mayor inversor extranjero en Portugal, y casi 100.000 de sus nacionales viven entre nosotros. Es obvio que la proximidad ayuda, pero el número de españoles que cruzan la frontera portuguesa para hacer turismo o instalarse allí crece cada año exponencialmente y lo mismo acontece en sentido inverso. Son dos países que se respetan y que se van fundiendo de forma natural lo que de alguna manera ocurre también en el ámbito político y estratégico dentro de la UE. España y Portugal suelen ir de la mano en sus iniciativas comunitarias y presentan marcos políticos muy similares, con la notable excepción de que el independentismo allí no existe. Ambos países tienen sistemas electorales gestionados por la ley d´Hondt, aunque el luso no prima el voto rural en detrimento del urbano como ocurre en España. En contraste con otros países europeos como Francia e Italia, donde los partidos tradicionales se han ido al traste en los últimos comicios, en España y Portugal muestran una gran resistencia que sorprende en el resto de la UE.

El domingo pasado Portugal celebró unas elecciones legislativas donde sobrevoló el temor a que la extrema derecha xenófoba del Chega estuviera en condiciones de decidir la aritmética parlamentaria y se colara en el Gobierno de Lisboa como en España pudo ocurrir con Vox. El escrutinio arrojó un empate técnico entre el Partido Socialista y la coalición conservadora Alianza Democrática que con unos pocos votos menos que su rival, consiguió dos escaños más y ser primera fuerza. Nadie en cualquier caso con mayoría suficiente para gobernar sin apoyos externos. 

Los resultados en Portugal recordarían a los arrojados por las urnas en España el 23-J, lo que enseguida suscitó comparaciones sobre la distinta forma en que se procedió aquí con el partido mas votado. La diferencia medular es que el socialista Pedro Nuno no tenía con quien pactar a su izquierda por lo que, con buen criterio, se declara dispuesto a dejar gobernar al conservador Montenegro con tal de que los ultras de la Chega no entren en su Ejecutivo. No todas las comparaciones son odiosas, pero suelen ser interesadas.

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