Entrevista

Pedro G.ª Cuartango: "Creo que un médico o un ingeniero es mucho mejor si ha leído a Homero; no es una 'boutade', lo digo en serio"

El periodista y escritor Pedro García Cuartango.
El periodista y escritor Pedro García Cuartango.
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El periodista y escritor Pedro García Cuartango.

Pedro García Cuartango (Miranda de Ebro, 1955) tiene barba de sabio y la mente privilegiada de quien, en un mundo cada vez más caracterizado por el desorden y que tiene la quietud como asignatura pendiente, se ha detenido, ha observado, ha analizado y ha reflexionado. Sin embargo, a sus 68 años, conserva la mirada del niño curioso. Desprenden sus ojos un infinito afán de conocer y descubrir.

García Cuartango ha vivido —mucho—, ha trabajado —muchísimo— y ha leído con la costumbre de quien cada noche se echa a dormir y con un paroxismo inefable, pero hay cosas que no entiende, nacen nuevos estímulos que no es capaz de ignorar, y quiere comprender. Quiere comprender lo máximo posible.

Hoy columnista de ABC, es uno de los últimos de una estirpe de periodistas que llevan diseccionando España casi 50 años. Un cuarto de siglo lo ha pasado en El Mundo, diario que llegó a dirigir.

En las bibliotecas de los españoles pueden encontrarse sus libros Vidas paralelas, Visto y oído, La España mágica, Elogio de la quietud y Anatomía de la traición. Desde hace pocas semanas también Iluminaciones (Círculo de Tiza), una especie de legado que García Cuartango regala a sus lectores, una enciclopedia de las artes que revela conocimiento y pasión. Por encima de todas ellas, eso sí, se erige la literatura. 

En tiempos de desafección política, recomienda leer a Cicerón para reconciliarse con ella; frente al antagonismo entre Camus y Sartre, elige lo mejor de cada uno de ellos: el primero es para él un ejemplo en el aspecto humano y el segundo, el pensador bajo cuya sombra ha crecido; y no titubea cuando dice que si Einstein consiguió ser una de las mentes más grandes de la historia es también porque el físico tenía obsesión por las Humanidades y leía con voracidad a Spinoza. 

Por las páginas de Iluminaciones discurren Homero, Stendhal, Proust, Baudelaire, Durero, Velázquez, Descartes, Van Gogh, Hitchkok, Billy Wilder, Rousseau, Balzac, Rodin, Aretha Franklin, Charlie Parker, Bach... pero, sobre todo, un sentimiento de nostalgia por lo observado, lo leído y lo escuchado. 

La Federación de Gremios de Editores de España revela que en nuestro país hoy se lee más que nunca en los últimos 20 años, pero ¿es más importante que el simple acto de leer elegir bien lo que se lee y cómo se lee?Yo digo en el libro que ha muerto la lectura. Es una metáfora que no hay que entender en el sentido literal porque hay estadísticas que demuestran que hoy se lee más que nunca, pero también es verdad que esas estadísticas son devastadoras porque más de la mitad de los españoles no lee un solo libro al año. Por tanto, hay que relativizar esas encuestas. Lo que ha cambiado es la forma de leer. La lectura de libros era, cuando yo era joven, un hábito solitario. Yo me iba a leer a la Cartuja de Burgos, a los pinares, me llevaba Ana Karenina y allí me pasaba horas leyendo. Entonces teníamos muchos menos estímulos externos. Hoy vivimos en una sociedad donde existen las redes sociales, internet, la cultura se ha convertido en un espectáculo, los libros que más se venden son best sellers...

Como recoge en su libro, Camus decía que la respuesta a si la vida tiene sentido solo se puede encontrar en los libros. ¿Ha hallado esa respuesta?No. Yo creo que la vida no tiene sentido [ríe]. Creo que, como decían los existencialistas, la vida es absurda. Decía también Camus que el sentido lo encuentras en los actos cotidianos: en la lucha por los derechos, en tus propias convicciones… Eso es lo que tiene sentido en la vida, ¿no? Ser coherente con tus ideas. Si me preguntas si creo que la vida tiene un sentido trascendente, pues no. No creo que el ser humano nazca con una finalidad y que al final haya un premio, un castigo o un más allá.

El periodista publica 'Iluminaciones'.
El periodista publica 'Iluminaciones'.
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Aunque su libro es una enciclopedia, da a entender que, en cierto modo, no deja de considerarse un ignorante. De hecho, dice: "Me siento cada vez más distante de quienes se creen en la posesión de la verdad y dan lecciones de cómo ha de comportarse alguien". ¿Cree que existe hoy una pulsión en la sociedad española por demostrar que lo sabe todo y, más grave aún, que tiene razón?La sociedad española es muy cainita. Hay un sectarismo, sobre todo en la vida política, que nace en el pasado. Nace a comienzos del siglo XIX, con la vuelta de Fernando VII de su exilio en Francia y el restablecimiento del absolutismo. Desde entonces, estos dos últimos siglos de la historia de España son trágicos: guerras civiles, golpes de Estado, asonadas… Y eso sigue pesando. Seguimos siendo un país muy dividido, un país enfrentado en las grandes cuestiones: monarquía o república; liberalismo, conservadurismo o socialismo; laicidad o religión. Hay ejes que nos dividen, y en ese aspecto creo que la sociedad española tiene una asignatura pendiente que es la tolerancia. Somos un país muy intolerante, un país que no escucha, que desprecia a quien no opina como tú… Yo creo que la verdad es poliédrica. Nunca he creído que tengo razón, tengo mis razones, pero que yo piense diferente a ti no quiere decir que yo tenga razón y tú estés equivocado. Y hay un vicio de la izquierda que a mí me molesta: demuestra una pequeña superioridad moral, como si tuviera el monopolio de la bondad y de la ética, y no es verdad. No lo tiene ni la izquierda ni la derecha.

Siempre ha sido curioso el debate de monarquía o república porque parece que cuesta entender que la república es solo una forma de gobierno, no una ideología.Totalmente. Es un dilema totalmente falso. ¿Qué prefieres una república en una dictadura centroafricana o una monarquía de un país nórdico? Es que ese dilema es absurdo. De lo que se trata es de la democracia, de un sistema que garantice los derechos individuales, la libertad y la igualdad. Que sea una república o una monarquía me da exactamente lo mismo. Yo me he confesado republicano en varias entrevistas, pero es que es irrelevante. ¿Qué mas da? Me siento muy a gusto con la monarquía que tenemos. No creo que en España ahora mismo una república sirviese mejor a los intereses generales que una monarquía.

Apunta a la mediocridad intelectual de la clase política como uno de los motivos por los que la sociedad tiene menos interés por la cultura o la historia.Puedo equivocarme, pero he constatado a lo largo de mi carrera profesional cómo el nivel cultural de los políticos se ha ido deteriorando. Los políticos de la Transición eran claramente mejores en lo que respecta a su nivel cultural. La generación de Pedro Sánchez, de Pablo Iglesias o Pablo Casado, políticos que han tenido poder en los últimos años, representan a una generación muy mediocre intelectualmente, con muy pocos conocimientos de Historia. A mí eso siempre me ha sorprendido mucho. No quiero incurrir en el clasismo ni en la superioridad intelectual, pero creo que un político es mejor cuanta más formación tenga, cuanto mejor conozca la Historia. 

"Es dramático cómo las sucesivas reformas educativas han ido arrumbando progresivamente las Humanidades"

¿Y se ha viciado la sociedad de una clase política cada vez menos interesada por la cultura o ha sido al revés?La causa del debate que planteas es la educación. No hay una separación entre los políticos y la sociedad. Los políticos forman parte de nuestra sociedad, son como nosotros. Es la educación, el deterioro de las Humanidades, cómo las sucesivas reformas educativas han ido arrumbando progresivamente las Humanidades. Eso es dramático. Y lo digo en el prólogo: creo que un médico o un ingeniero es mucho mejor si ha leído a Homero o sabe latín. No es una boutade, lo digo en serio. 

En este sentido, ¿cómo debería abordarse, por ejemplo, el sistema de lecturas obligatorias en el colegio?¿No es malo hacerlo desde la imposición? ¿Está un adolescente preparado para leer a Cervantes, Galdós, Clarín o Lope de Vega?Sí, sí los puede leer, pero no me gusta relacionar lectura con obligatoriedad. Eso es lo que hay que analizar. Lo que la educación tiene que fomentar es el conocimiento, y es esencial que durante la educación que recibes cuando eres adolescente, o antes, te inculquen la necesidad de leer, te creen motivación para que leas. No se trata de decir: 'Lea usted La familia de Pascual Duarte o lea usted La busca de Baroja'. No, eso no sirve para nada. Se debe inculcar a los alumnos lo importante que es leer, el placer de leer. Plantear como una obligación leer a los clásicos españoles, a Unamuno, a Baroja, a Azorín… es un disparate.

¿Cómo anda España de libertad de pensamiento? No desde la perspectiva de la censura, sino de la querencia de la propia sociedad de no dejarse llevar por maniqueísmos ni discursos impuestos.Vivimos en una sociedad muy polarizada políticamente. El propio presidente del Gobierno lo está haciendo cuando habla de 'fachofera', y eso es lo que más me molesta. Puedo estar de acuerdo o no con tu forma de actuar, pero lo que no acepto es que divida a los españoles en buenos y malos. En la sociedad española hay un alineamiento político muy fuerte, es decir, la gente que vota al PSOE, lo vota siempre; la gente que vota al PP, lo vota siempre. Es una pequeña minoría la que vota en función de la gestión de los gobiernos. De esta manera, el sectarismo redunda en un empobrecimiento de la vida cultural y del debate. En España faltan debates intelectuales. En el Parlamento no ves grandes debates sobre los impuestos, los servicios públicos o la educación. Todo está organizado en torno a la ideología.

Lo ha contado en alguna ocasión Manuel Jabois. Dice que David Gistau le enseñó que "la verdadera élite del pensamiento tiene el superpoder de cambiar de opinión si otra idea es más interesante o más convincente". ¿Cambiar de opinión está considerado hoy un síntoma de debilidad o veleidad?Me parece muy acertada esa reflexión. Cambiar de opinión es un tema de salud intelectual y vitalidad. Por ejemplo, yo no sé a quién voy a votar en las próximas elecciones porque yo no tengo un criterio inmutable. Escucho, veo y cambio de opinión si es necesario. Claro que cambio de opinión, claro que pienso de una forma totalmente distinta que hace 40 años, naturalmente que sí. Es que si no, estaría muerto.

Ejemplos de confrontación con ideas concebidas no faltan en nuestra historia: Orwell fue a combatir como miliciano del POUM  a Cataluña y allí se dio cuenta de lo que representaba el estalinismo; George Bernanos, falangista orgulloso, cargó duramente contra el bando nacional cuando en 1936 vivió los fusilamientos de Mallorca; Chaves Nogales, Elena Fortún, Clara Campoamor… nos mostraron que existe una tercera vía, y nos lo enseñaron no a posteriori, sino en plena Guerra Civil. ¿Por qué hoy cuesta tanto mirar hacia esas enseñanzas?Yo he reivindicado siempre la tercera vía. Chaves Nogales, Elena Fortún… no creían en las dos Españas. Defendían su independencia intelectual, no querían alinearse. Yo reivindico esa tercera España, reivindico ese espacio de entendimiento, de diálogo, que yo creo que sigue siendo muy necesario en la España actual y que está vacío desde el punto de vista político. Creo que sigue siendo necesario un espacio de centro en la sociedad española y un espacio de debate que vaya más allá del sectarismo y de la adscripción ideológica a los partidos. La clave está en la ecuanimidad. La ecuanimidad es escuchar las razones de los otros y sopesarlas, no partir en el debate de un prejuicio porque entonces es imposible cambiar de opinión. Si tú consideras que todo lo que hace la izquierda lo hace mal… Pues, desgraciadamente, eso es lo que prolifera en la sociedad española. Y es una de las causas de nuestros males.

¿Por qué cuesta tanto adentrarse en los clásicos?Porque es difícil leerlos. Leer a un clásico requiere de pausa y referencias culturales. Volvemos al tema de la educación. Por ejemplo, hoy la Divina comedia, uno de mis libros favoritos, es ilegible para la gente joven porque tiene una serie de referencias históricas y culturales que la gente no es capaz de identificar, aparecen muchos personajes de la mitología clásica. En general ese es el problema de los clásicos: desde el Quijote, por el lenguaje, hasta Homero tienen tal dificultad de lectura que has de ser realmente perseverante para leerlos. La educación no fomenta eso.

En el libro se refiere en varias ocasiones y con especial cariño a la época en la que vivió en París en los años 70 y en sus páginas predominan los autores franceses. Si uno dice España el primero que le viene a la mente es Cervantes; si dice Inglaterra, Shakespeare o, a lo sumo, Dickens…Para mí, los dos.

... pero parece imposible identificar a Francia con un solo autor. ¿Qué tiene ese país para que esté tan por encima en el escalón de la literatura y el pensamiento universal?Es el país de la Ilustración, de la Revolución Francesa. Es cierto que Francia en el siglo XIX dio autores como Balzac, Stendhal, Flaubert, Zola, Proust, Baudelaire… La literatura francesa ha sido muy prolífica, ha generado autores que admiro muchísimo. En mi caso particular, siempre he tenido esa francofilia por mi educación francesa: yo estudié el Bachillerato francés. Pero también he leído mucho a los grandes escritores americanos contemporáneos, me gusta la literatura alemana y, por supuesto, existe una gran literatura en España. Esto me interesa recalcarlo porque alguien me ha dicho: 'Los autores españoles están ausentes en tu libro', y tiene razón. Está ausente Baroja, está ausente Unamuno, Galdós… y eso es una carencia importante porque son grandes escritores y referencias para mí.

Es triste eso que a veces se dice de: "Si Galdós hubiera sido francés estaría en la cúspide de la literatura universal".Es verdad, y da pena. Yo soy un gran admirador de Galdós y siempre he reivindicado mucho su labor. Su labor periodística, literaria y política. A él también lo incluiría en esa tercera vía de la que hemos hablado antes. Fue un escritor a la altura de Balzac y de Zola, no existe la menor duda. Pero en España yo creo que hasta hace muy poco no se ha reivindicado su figura, y es un escritor monumental con una obra muy extensa y con cuatro o cinco novelas maravillosas.

Y se podría estudiar la historia del siglo XIX español solo con la lectura de los Episodios Nacionales.Totalmente. Es mejor que cualquier libro de Historia. Lo he dicho muchas veces, se lo he dicho a mis hijas, a mis amigos: '¿Queréis conocer la historia del siglo XIX? Leed los Episodios Nacionales'. Por ejemplo, cómo reproduce la ejecución Riego, cómo este entra en Madrid en una carreta, cómo la gente le escupe, cómo lo llevan a la horca a la plaza de la Cebada… Es increíble cómo describe los sentimientos más bajos del pueblo de Madrid. Es que es un reportaje periodístico. Definitivamente, si quieres entender la historia de España yo diría que hay que leer a Galdós porque está por encima de la obra de cualquier historiador.

En las páginas que dedica al escultor Alberto Giacometti destaca una cita del suizo: "Pinto y esculpo para protegerme". Y usted añade: "¿Acaso no es esa la razón de cualquier creación?" ¿Usted escribe para protegerse?Sí, escribo para sobrevivir, para desahogarme, para protegerme… Escribir tiene siempre un sentimiento liberador, es un acto de catarsis y también existe, a veces, el sentimiento inconsciente de querer dejar algo sobre el papel, de trascender, dado que somos seres atrapados al mundo, finitos… La escritura es también una forma de combatir el tiempo.

¿Cuál es, según su observación, la relación que mantienen hoy el escritor y el lector?Existe una relación personal. Eso lo dice el lingüista francés Roland Barthes en El grado cero de la escritura. Siempre hay un lenguaje y unos códigos que responden a una época, pero luego existe una interpretación por parte del lector y se crea una relación personal. Cada vez que uno lee un libro lo está recreando, lo está incluso creando, nadie lee un libro de la misma forma. Esa es la esencia de la literatura, y eso no ha cambiado.

"Juzgar a los creadores por la ejemplaridad de su vida es un error; Heidegger es un ser miserable desde el punto de vista moral, pero es el filósofo más grande del siglo XX

¿Se ha perdido un poco esa figura del escritor de finales del siglo XIX y principios del XX comprometido con su tiempo?Sí, creo que se ha perdido. Desgraciadamente, ya en los años 30, cuando se produce el enfrentamiento entre comunismo y fascismo, sale la figura del intelectual orgánico, el intelectual adscrito a un partido o a una ideología. Existe todavía la posibilidad de ser independiente, es un acto de voluntad, pero hoy es muy difícil. Los intelectuales necesitan plataformas y altavoces, y al final eso, en cierta forma, compromete la independencia.

En el capítulo dedicado a El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad plantea una reflexión interesante: la relación entre la moralidad y la creación. Vivimos tiempos de revisionismo. ¿Es un error acercarse a cualquier creación, literaria o artística, buscando ejemplaridad?Sí, es que no tiene nada que ver. Hay grandes creadores que no han sido ejemplares. Juzgar a los creadores por la ejemplaridad de su vida es un error. Heidegger, por ejemplo. La complicidad de Heidegger con el nazismo es repugnante, cómo se apartó de Hannah Arendt y la repudió, o de su maestro, [Edmund] Husserl, lo convierten en un ser miserable desde el punto de vista moral, y sin embargo es el filósofo más grande del siglo XX.

A veces también cuesta un poco comprender que cada creador también era un hombre o una mujer de su tiempo.Claro. Nos equivocamos cuando juzgamos la historia con los valores actuales. Por ejemplo, si nos ponemos así, habría que prohibir la Ilíada y la Odisea, habría que quemarlos, porque libros más machistas que esos… Mira cómo habla Homero de las mujeres... Pero es que esas novelas están escritas 1.000 años antes del nacimiento de Cristo. ¿Cómo vamos a interpretar la cultura griega o a Homero en función de los criterios actuales? Es disparatada esta idea de revisar los libros. Es un acto de censura y de ignorancia.

Gravita un sentimiento de nostalgia tanto en sus columnas en ABC como a lo largo de todo el libro. En el prólogo llega a afirmar que es esta "una vida cada vez más insoportable" y usted se ha definido en alguna ocasión como "un pesimista activo". ¿Qué quiere decir con esa expresión?Que yo soy pesimista por naturaleza, tengo ese carácter, pero que ser pesimista no implica que yo acepte de manera pasiva los acontecimientos. Intento cambiar el mundo en la medida de mis posibilidades, que son pequeñas, pero nunca he sido una persona conformista. Hay un hilo conductor en mi vida que es la nostalgia, siempre he pensado que mi verdadera patria es la infancia, una infancia en Miranda de Ebro, feliz, jugando al fútbol, bañándome en el río, con mis amigos… Esa infancia que para mí es la mejor época de mi vida. Pero creo que esto también es generacional, que todos han tenido esa sensación. A medida que uno va cumpliendo años va agudizando la sensación de pérdida.

A pesar de su infinitud de inquietudes culturales y su amor por la filosofía, usted siempre ha dicho que por encima de todo se siente periodista.Sí, yo siempre he sido curioso. La curiosidad ha sido el motor que ha impulsado mi vida y la curiosidad me llevó al periodismo. Yo ya a los 12 o 13 años quería ser periodista. El periodismo me ha hecho preguntarme muchas cosas, leer, viajar… y no puedo separarlo de mi pasión por la filosofía. La lectura de los grandes clásicos del pensamiento de la filosofía me ha ayudado a ser mejor periodista, así como el hecho de querer ser un buen periodista me ha llevado a la filosofía. He perdido muchas cosas en mi vida, he sufrido muchos desencantos, pero el afán de leer y de saber no lo he perdido. En eso es como si tuviera 14 años.

También ha expresado en alguna ocasión que el periodismo del futuro está en el pasado. ¿A qué se refiere?Sí. Esto lo decía yo mucho en las reuniones [durante su estancia en El Mundo] y Pedro J. Ramírez se enfadaba mucho conmigo [ríe]. Le decía que el futuro del periodismo es volver a hacer el periodismo del siglo XIX. Él no lo entendía, se cabreaba. En parte era una provocación, pero también lo pienso: la quintaesencia del buen periodismo y de la buena literatura no ha cambiado. El periodismo consiste en contar lo que pasa y aportar otra mirada de la realidad, es decir, que el lector, cuando lea algo, descubra aspectos en los que no había pensado. Eso no ha cambiado. Estoy muy en contra del adanismo. No somos mejores periodistas hoy que los periodistas que había en los años 50 y 60 en España, que había grandes periodistas y se hacían muy buenos periódicos a pesar de la censura. Y no te digo nada del periodismo que se hacía en España en la II República, en los años 30, que fue una edad de oro del oficio. No nos creamos mejores que nuestros antecesores.

De hecho, existe una tendencia a encumbrar el nuevo periodismo norteamericano. Son muy grandes, enormes, pero en España ya se hacía 20 años antes con Ramón J. Sender, Josep Pla, Chaves Nogales...Sí, totalmente. Yo soy un gran admirador de Gay Talese y de Joseph Mitchell, el periodista del New Yorker, que tiene una serie de reportajes y libros maravillosos. Esos son periodistas que han conjugado el periodismo y la literatura, y el periodismo no tiene que estar reñido con la literatura. Pero estoy de acuerdo. En España ha habido grandes periodistas con un componente literario: lo tenía Azorín, Camba, Sender… Todos han sido también grandes escritores.

Parafraseándolo a usted: ¿escribir es vivir o revivir?Las dos cosas. Escribir es una forma de vivir, de plasmar los sentimientos que tienes en ese momento en el papel, al igual que leer. No hay una frontera entre escribir, vivir y leer, para mí todo es lo mismo. Pero cuando lees y escribes también revives, rememoras el pasado. En realidad, en cierta forma, en el presente está el pasado y está el futuro, y lo mismo sucede en los libros: en ellos está el pasado y está el futuro. 

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