Nabil Driouch Escritor y periodista
OPINIÓN

Entenderse con Marruecos: una cuestión de Estado

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, es recibido por el rey de Marruecos, Mohamed VI, en su primer viaje oficial de esta legislatura a Marruecos.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, es recibido por el rey de Marruecos, Mohamed VI, en su primer viaje oficial de esta legislatura a Marruecos.
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El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, es recibido por el rey de Marruecos, Mohamed VI, en su primer viaje oficial de esta legislatura a Marruecos.

Durante al menos dos décadas, he seguido de cerca las relaciones entre Marruecos y España, viviendo en este último país durante varios años. Recorrí las calles de Madrid como si estuviera en mi propio hogar, transitando entre sedes de partidos políticos y librerías en un intento constante por comprender a nuestra vecina España. Opté por ser corresponsal en Madrid en un momento en el que mis colegas elegían destinos como París o Londres, considerando que allí las oportunidades eran mayores y los problemas menores.

Siempre he creído que alguien de mi generación debería elegir Madrid, la capital europea más cercana a mi país. Aprendí español a una edad relativamente tardía, utilizando la radio como mi principal fuente para dominar este idioma que tanto amaba. Cuando el destino me llevó a estudiar comunicación en una universidad española, una colega destacó que hablaba como los periodistas de la radio. En ese momento, preferí mantenerme en silencio, dando crédito a sus observaciones.

A pesar de mi admiración por la lengua y el multiculturalismo que siempre ha caracterizado a la península ibérica, experimenté una tristeza persistente debido a las fluctuantes relaciones entre mi país y España. Temas como el Sahara eran malinterpretados desde el principio en España, y con el tiempo, esa perspectiva se convirtió en doctrina en los debates políticos.

Siempre sentí que España, como el principal país europeo capaz de desempeñar un papel clave, podría contribuir a resolver el conflicto del Sahara, una herencia de la España democrática que venía del franquismo. Sin embargo, la historia tomó un curso diferente durante mucho tiempo.

Hoy, puedo afirmar sin dudar que las relaciones entre estos dos países vecinos estén en su mejor momento. Ya no se oculta el polvo debajo de la alfombra; más que nunca, abordamos abiertamente nuestros intereses y problemas como buenos amigos. Los encuentros bilaterales se han transformado en momentos de alegría, abrazos y sonrisas. Cuando un alto responsable marroquí abraza a su homólogo español, abraza inevitablemente a todo un país y aspira a un entendimiento con todo un pueblo, independientemente del partido político que gobierne en la península ibérica.

La vecindad entre Marruecos y España es un destino geográfico, pero también una ventana de oportunidades que ambos países aprovechan más que nunca. La realidad se percibe con claridad, más allá de las ideologías y sin referirse a principios específicos. España, considerada un modelo de autogobierno al otro lado del estrecho, hoy respalda una solución pacífica para la cuestión del Sáhara con la misma lógica. El mundo que nos rodea ha cambiado, al igual que las ideas políticas y nuestra percepción de los conflictos. Lo que España y Marruecos han logrado merece ser aplaudido, escribiendo un nuevo capítulo en lugar de abrir una nueva página en sus relaciones.

Los logros en la cooperación bilateral, tanto en lo económico como en lo relativo a la seguridad, en tan poco tiempo, son sin precedentes. Además, el fútbol nos brinda una nueva oportunidad para superar malentendidos. No cabe duda de que el año 2030 será clave para reescribir nuestra historia común.

Es innegable que este matrimonio católico entre Marruecos y España nos obliga a avanzar juntos hacia un futuro donde el camino se construye al caminar. Por lo tanto, en España, el entendimiento con Marruecos debería considerarse una cuestión de Estado.

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